[Minghui Net] En marzo de 2003, me enviaron a un campo de trabajos forzados. Como me negué a que me transformaran, me torturaron de varias formas. Me obligaban a sentarme en una postura determinada y maldecir durante mucho tiempo. Solo me dejaban dormir dos horas cada día y no me permitían hacer los ejercicios de Falun Gong. En cuanto empezaba a hacerlos, algunos reclusos me agarraban de los brazos y me tiraban al suelo. Todos los días me encontraba agotado mentalmente.
Gracias al Fa, había aprendido que hacer los ejercicios era la mejor manera de descansar. Me sentaba ahí pensando en que hacía los ejercicios y leía el Fa. Imaginaba mi cuerpo haciendo los ejercicios en otras dimensiones y mi cuerpo en esta dimensión haciendo los ejercicios juntos. Sifhu dijo: materia y espíritu son lo mismo (Zhuan Falun - Lección Primera). Me recuperé enseguida. Ya no me sentía cansado o dormido nunca, ni tenía dolor de cabeza. Me encontraba muy bien. La cara me cambió de color, de tenerla en un tono amarillo enfermizo, pasó a un rosado saludable. Más tarde aprendí por los practicantes que recitar las formulas también era efectivo.
En el campo de trabajos forzados, hacían trabajar mucho a los practicantes. Todos los días estaban agotados. Algunos practicantes se sentían tan cansados que no podían evitar llorar. Otros practicantes se daban cuenta de que no debían hacer el trabajo forzado y dejaban de trabajar. Los torturaban duramente y los encerraban en celdas de aislamiento. También los privaban del sueño. Como no me había transformado, el guardia no me permitía trabajar en el taller. Veía que los practicantes trabajaban mucho y estaban muy cansados. Entonces, enviaba pensamientos rectos para ellos y desde mi mente no permitía que los guardias pidieran a los practicantes que fueran a trabajar. Pensaba: Mi cuerpo es grande y fuerte. Estoy enviando fuertes pensamientos rectos. No permito que los guardias nos hagan trabajar. Todo aquel que nos pida que trabajemos, tendrá fuertes dolores de cabeza. Como resultado, ningún guardia nos pedía que trabajásemos. Otros reclusos pensaban que era muy raro que no nos llamaran a ninguno de nosotros para ir a trabajar. El líder del grupo subía y bajaba por el pasillo más de diez veces, mirando en todas las habitaciones pero no era capaz de hablar. La gente preguntaba qué era lo que estaba pasando. Les dije que había enviado pensamientos rectos y no les permití que nos llamaran para ir a trabajar.
Pero enseguida, los guardias cambiaron sus métodos de tortura y pusieron a practicantes de varios grupos que no habían sido transformados en un solo grupo y los perseguían de forma colectiva. Los obligaban a sentarse en pequeños taburetes durante largos períodos de tiempo. No les permitieron ducharse durante uno o dos meses. Los practicantes no tenían otra opción que orinar dentro de las celdas.
En 2006, me enviaron a un campo de trabajos forzados de la provincia por segunda vez. Tenía que trabajar de 16 a 17 horas al día y no me iba a la cama hasta las 2 de la madrugada. Enviaba pensamientos rectos todos los días. Pensaba: No permitir que el personal de los campos de trabajos forzados firme ningún contrato con empresas externas. Si firman algún contrato, que tengan dolores de cabeza. Si entregan aquí alguna parte del trabajo, olvidarán algunas de las partes y así, no se podrá hacer el trabajo. También pensaba: Si por mi trabajo hago un dólar para ti, terminaras perdiendo 10 ó 100. También pedía ayuda a Shifu y a los seres divinos. Cuando terminamos el trabajo que nos dieron, no tenían más trabajo para nosotros. Si nos hubieran dado trabajo, no hubieran entregado todas las partidas, y siempre se hubiera omitido algo. De esta forma, no habríamos sido capaces de completar el producto entero. Más tarde, tomaron algún trabajo porque no sabían qué hacer. Los guardias no consiguieron ninguna bonificación por el trabajo y nosotros obtuvimos solo menos de un dólar. No sabían realmente qué hacer. Pero, ¿Por qué aún querían que hiciésemos nosotros el trabajo? Decían que si no teníamos nada que hacer, tenían miedo de que no pudieran controlarnos.
Cuando acabó nuestra condena, envié pensamientos rectos: Que no se permita a los funcionarios de la oficina de seguridad nacional u oficina 610 que nos vengan a buscar. En vez de esto, que venga algún familiar mío. Y resulta que solo vinieron familiares míos.
Mi experiencia personal prueba que los pensamientos rectos tienen poder sobrenatural. Espero que los practicantes pongan atención al envío de pensamientos rectos para parar la persecución.