[Minghui Net]
La persecución en China
Por Gerardo de la Concha
La Reforma (26-Sep-2004)
El libro Soldado rojo de las noticias. La odisea de un fotógrafo chino durante la Revolución Cultural, de Li Zhensheng, es una de las obras que más me han impresionado últimamente. Durante 40 años el autor guardó los negativos de las fotografías que tomó durante la Revolución Cultural. Hoy las publica en Nueva York y permite un testimonio gráfico de un tiempo convulso y violento del que se sabe poco.
Mao, el tirano endiosado en vida, había perdido poder después de su desastrosa política del Gran Salto Adelante: se calcula que en las hambrunas provocadas por su torpeza murieron unos 20 millones de chinos. Pero Mao no se conformó con ser relegado. En unión con su esposa, Chiang Ching, y una camarilla de radicales lanzó la Revolución Cultural orientada principalmente contra la propia burocracia del Partido Comunista: ¡Atacad los cuarteles! era la consigna con la que movilizó a la llamada Guardia Roja, integrada por estudiantes fanáticos. La Revolución Cultural barrió con toda oposición, combatió toda expresión cultural que no fuera sancionada por la camarilla de Mao, destruyó a miles de familias, generó el caos e instauró siniestros rituales masivos donde se purgaba a los enemigos, reviviendo los autos de fe medievales al obligarlos a portar largos capirotes en la cabeza y letreros en el pecho que denunciaban sus supuestos crímenes.
Las fotos de Li Zhensheng muestran a la humillación pública como el verdadero eje de la política maoísta donde las masas y sus víctimas -ellas involuntariamente dicho sin ironía- le rendían así culto al castigo y al igualitarismo en lo que era algo parecido a tétricas representaciones teatrales. En particular me conmovió la historia de Wu Bingyuan, que fue fusilado en la ciudad de Harbin acusado de publicar un folleto favorable a los soviéticos -en ese momento enemigos ya del maoísmo-, pues su título decía: Mirando hacia el norte. Wu Bingyuan era un técnico electricista y fue paseado por las avenidas de Harbin, con un letrero en el pecho junto con un cómplice en la difusión del folleto y con otra media docena de acusados por diversos delitos -incluyendo una pareja adúltera- antes de ser ejecutados por la espalda. En todas las fotos, este hombre aparece con los ojos cerrados, pues cuando fue condenado a muerte exclamó: ¡Este mundo es demasiado oscuro!, y ya no quiso ver más.
Pero nosotros no podemos ni debemos cerrar los ojos. Todas las imágenes perturbadoras de la Revolución Cultural son ya historia. El actual régimen comunista de China es heredero de los reformadores como Den Xiaoping, algunos de ellos víctimas también del radicalismo de la Revolución Cultural. Sin embargo, estos burócratas del Partido Comunista repiten ahora premisas de la política maoísta, como el uso de chivos expiatorios para fortalecer el control social y dar cauce de esa forma a las pugnas internas del partido, a la lucha de camarillas.
La capacidad represiva del régimen comunista chino quedó demostrada en la matanza de Tiananmen. Ahora ha emprendido una feroz persecución de los practicantes de Falun Gong o Falun Dafa.
Falun Dafa promueve los principios de verdad, benevolencia y tolerancia y no realiza culto religioso alguno, sino que enseña una serie de ejercicios físicos dirigidos a la meditación, el equilibrio energético, la tranquilidad y la salud. Al estudiar este movimiento resaltan sus conexiones con los esenios, los pitagóricos y el budismo clásico. Su rápida expansión en China despertó la paranoia totalitaria de Jiang Zemin -un criminal al estilo de Milosevic o Hussein, defenestrado ahora y que debería ser juzgado por un tribunal internacional- quien inició la persecución acusando a Falun Dafa de secta maligna en julio de 1999.
Cientos de miles de practicantes de Falun Dafa han sido recluidos en campos de trabajo forzado. Amnistía Internacional reporta más de mil 600 asesinados. Torturas, maltratos y humillaciones son comunes contra los practicantes de Falun Dafa, que se distinguen por su apoliticismo y su reivindicación de la no-violencia. La sevicia con la que son tratados no tiene límites. Un ejemplo: 18 mujeres detenidas en una apelación fueron arrojadas desnudas en una prisión de criminales. Las 18 murieron en tres días a causa de las violaciones masivas. Pero las autoridades chinas dijeron que ellas se habían suicidado ritualmente. Por su parte, el investigador británico Robin Munro ha denunciado recientemente -también The New York Times ha hecho algunos reportajes sobre este caso- el uso de la psiquiatría -como en la antigua Unión Soviética- para reprimir a practicantes de Falun Dafa, a quienes se encierra en manicomios llamados Ankangs, que significan -y denominarlos así es una vileza más- centros de paz y felicidad.
Los crímenes del Gobierno chino contra los practicantes de Falun Dafa no deben ser ignorados. En especial, porque son parte de una política de trabajo esclavo que está distorsionando la economía mundial. Sólo en México hemos perdido 400 mil empleos a causa del contrabando de productos chinos que se venden a precios demasiado bajos. Pero lo que se ignora comúnmente es que el régimen comunista-capitalista de China mantiene una extensa red de campos de trabajo semejante al Gulag soviético -campos como el Xinan en las afueras de Beijing o al campo Masanjia, símbolos de bajeza y tortura contemporáneas como el de Abu Graibh de los militares estadounidenses-, donde se recluye a cientos de miles de disidentes y prisioneros de conciencia junto con delincuentes y a quienes se les utiliza como esclavos en la producción china de manufacturas y de maquila de distintos productos, de textiles a químicos, entre otros. Un caso muy sonado fue el que involucró a la trasnacional Nestlé, que contrató en China trabajo esclavo para la producción de conejitos de peluche, un regalo en la venta de sus mercancías, aprovechando la mano de obra de prisioneros de Falun Dafa, según demostró una investigación independiente de los periódicos Sydney Morning Herald, de Australia, y Geneve Le Temps, de Suiza.
Es importante para la cultura, la política y la economía del mundo contemporáneo que el régimen comunista-capitalista chino sea denunciado por todos los medios a causa de la persecución a los practicantes de Falun Dafa y de otros miembros de grupos religiosos y políticos.
De hecho, en los últimos meses se ha incrementado la persecución de los católicos no autorizados -a los que se les liga con el Vaticano-, tales como los sacerdotes católicos Pau Yonxing, Ma Shunbao y el Wao Limo, de Baudunjei en Hebei, sentenciados a trabajos forzados por perturbar la paz de la sociedad, o sea, conmemorar la Semana Santa. Más de 100 religiosos fueron detenidos en la provincia occidental de Xianjianj por un motivo similar. El Obispo de Xunhua, de 84 años de edad, fue detenido acusado de no querer renegar del Papa. El 10 de mayo de este año, ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, católicos chinos en el exilio dieron testimonio de las torturas y agresiones sexuales de policías chinos. Entre sus evidencias mostraron fotos de la destrucción de una iglesia en la provincia de Zhehiang. Asimismo, los disidentes políticos padecen también una constante violación de sus derechos humanos, por parte de la vieja dictadura del Partido Comunista a la cual el haber adoptado una vía capitalista -un capitalismo salvaje y esclavista- no debería lavarle la cara en Occidente.
Y los representantes de este gobierno tiránico comunista-capitalista tuvieron el cinismo de intervenir en relación a la visita del Dalai Lama a México, tratando de sabotearla. Y hubo quienes desde la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Cámara de Diputados aceptaron esta indignidad y burla a nuestra soberanía porque de otra manera se fuera a afectar nuestro comercio con China. Es increíble cómo muchos quieren vivir con los ojos cerrados, utilizando pretextos innobles o absurdos. Pero cuando pienso en una víctima como Wu Bingyuan -cuya última rebeldía fue dejar de mirar a la multitud congregada para su exhibición y muerte- o en toda esa gente pacífica de Falun Dafa o cristiana perseguida cruelmente, me prometo ser de aquellos que tienen los ojos abiertos y usan la palabra como un arma contra los malvados.