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China: La oscuridad
Por Gerardo de la Concha
La Reforma (08-May-2005)
Xu Shen, el autor clásico que estudia los ideogramas compuestos del idioma chino, explica que el ideograma chino tradicional para partido o banda, integra dos raíces: todavía y oscuro, lo cual significa de manera literal la oscuridad todavía. Al margen de la semántica, eso es lo que representa para China el dominio persistente del Partido Comunista: la oscuridad todavía.
El periódico clandestino editado en Pekín La Gran Época ha difundido recientemente nueve editoriales conocidas como Los Nueve Comentarios sobre el Partido Comunista (PCCH), cuya traducción al inglés, francés, alemán y español es un aviso a Occidente acerca de las corrientes subterráneas que se están moviendo en la sociedad china y que cualquier día pueden emerger rompiendo los diques de la tiranía más vieja del mundo.
Los Nueve Comentarios constituyen un manifiesto demoledor contra el PCCH. Definen qué es el Partido Comunista, sus orígenes, su tiranía, cómo es una fuerza que se opone al Universo, la confabulación de Jiang Zemin para perseguir a Falun Dafa, cómo los comunistas destruyeron la cultura tradicional, su historia de matanzas, cómo es un culto maligno y la naturaleza criminal del Partido Comunista Chino. Observo tres vertientes en ellos: la crítica histórica, el análisis sociopolítico y la reivindicación espiritual.
La historia la escriben los vencedores. Y los comunistas chinos han sido especialmente cuidadosos en mantener y difundir su versión de la historia, a partir de mitificaciones irrebatibles.
Sin embargo, hay ya un juicio acerca de su verdadero papel durante la invasión japonesa, cuando su principal objetivo fue minar al Kuomitang de su movilización del lumpen urbano y rural que le imprimió a la organización un sello propio de rufianes y matones de su política de violencia y engaño como cuando Mao -asustado por la Revolución Húngara de 1956 inspirada por el Círculo Petofi integrado por intelectuales y artistas-, convocó al Movimiento de las Cien Flores para así identificar potenciales disidentes permitiendo una purga de cientos de miles que luego fueron acusados y condenados por derechistas de políticas absurdas como el Gran Salto Adelante, generadoras de hambrunas y pestes de su ideología totalitaria y genocida, que ha tenido como cúspides la eliminación alucinante de más de 7 millones de personas -deportadas, asesinadas, muertas por epidemias provocadas por el desplome de instituciones- durante la Revolución Cultural y el auspicio de exterminios masivos como el de Camboya, donde se calcula que cayeron 2 millones de personas bajo el régimen del Khemer rojo, de Pol Pot, el discípulo predilecto de Mao.
El escritor Quin Mu describe así la Revolución Cultural: Fue verdaderamente una calamidad sin precedentes. ¿Cuántos millones de personas sufrieron penurias, cuántos millones murieron amargamente, cuántas familias se desintegraron, cuantos niños y jóvenes se convirtieron en rufianes y villanos, cuántos libros fueron quemados, cuántos sitios culturales antiguos fueron destruidos, cuántas tumbas profanadas, cuántas maldades fueron cometidas en nombre de la revolución?.
La revisión histórica llega hasta la matanza de estudiantes en la plaza de Tienanmen y la persecución a los pacíficos practicantes de Falun Dafa, actos que han manchado de sangre las manos de los actuales comunistas chinos reformistas.
Pero China es ahora una gran potencia, se nos dirá. Con ese argumento toda dictadura, toda tiranía, se salva, porque en efecto, teniendo el control absoluto es posible rectificar errores e ir sobre la ola de la evolución histórica. No obstante, lo mismo y mejor es posible sin la violencia de la tiranía. Y si bien es una potencia militar, China es una sociedad a punto de reventar. Esta es una de las partes más interesantes de los Nueve Comentarios del periódico La Gran Época. Ya no la especulación acerca de si era adecuado otro camino, sino la necesidad de ir ahora por otro muy distinto al de la combinación de capitalismo salvaje y dominio totalitario comunista. Y las cifras impresionan, no sólo por el aumento de drogadicción y prostitución en las ciudades chinas, la pobreza en zonas rurales, sino por la inmensa corrupción que afecta al aparato de gobierno, ya que de 20 millones de funcionarios, 8 millones han sido encausados por distintos crímenes de corrupción, mientras se fomenta un materialismo grosero y se siguen suprimiendo libertades esenciales de conciencia y expresión.
China es, literalmente, una sociedad despiadada. El dominio comunista ha fomentado un ateísmo que ha creado un gran vacío. Quisieron que se adorara al dios Mao y fuera sagrado su librito rojo y ahora estimulan una visión cruel de la vida. En una encuesta reciente, un 80 por ciento de jóvenes chinos respondieron que las violaciones y los saqueos a los enemigos eran justificados en una guerra. Habrá que ver la brutalidad con la que se trata en China a los animales -deben recordarse, por ejemplo, las denuncias que difundió en México el poeta Homero Aridjis acerca de las torturas a osos. Por supuesto, China comparte muchos de estos males -la corrupción, la criminalidad, el maltrato a los animales- con otros países, pero la escala de maldad fomentada y auspiciada oficialmente, es algo propio del sistema totalitario comunista, con sus pretensiones de dominio, control y lavado masivo de cerebros. El legado comunista chino de mentira y propaganda, violencia y corrupción, destrucción de tradiciones y de cultura, deterioro ecológico, explotación y amenaza comercial, debe ser denunciado.
Saludo la palabra libre de este periódico clandestino La Gran Época, cuyo ideograma Da Ji Yuan tiene como referencia los 5 mil años de civilización china, porque si bien se mantiene la oscuridad todavía, habrá sin duda un renacimiento, porque es una ley cósmica que después de la noche siempre venga el amanecer.