(Minghui.org) Siempre tuve la sensación de que estaba esperando algo. Cuando miraba al cielo nocturno, no podía evitar pensar en las viejas preguntas: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? Cada vez que veía o escuchaba las palabras "ciudad natal" u "hogar", sentía un profundo anhelo en el corazón. Estudié literatura, filosofía, arte y otros temas. Indagué en el budismo, el taoísmo y el cristianismo, con la esperanza de encontrar el sentido de la vida. Pero nada resonaba en mí.
En 1998 terminé la universidad y empecé a trabajar en una mina de carbón. Por casualidad, encontré en una pequeña librería el libro Escrituras esenciales para mayor avance (escrito por Shifu). Sentí que lo que Shifu decía era diferente de todo lo que había leído antes.
Unos días después, encontré el libro principal de Falun Dafa, Zhuan Falun. Las tres palabras, Verdad, Benevolencia y Tolerancia, resonaron en mí. Pensé: "¡Por fin lo encontré!".
Lo que fue incluso más gratificante para mí fue que mi madre y mis hermanas también empezaron a practicar Falun Dafa. Mi madre tenía unos cincuenta años y estaba enferma. Después de practicar durante unos meses, se recuperó. Nuestra familia de cuatro miembros empezó a practicar Falun Dafa.
Viaje a Beijing para defender Falun Dafa
Todavía estábamos inmersos en la felicidad y la alegría de haber encontrado Falun Dafa, cuando el 20 de julio de 1999, el Partido Comunista Chino (PCCh) comenzó a perseguir a Falun Dafa. Quedamos atónitos y no sabíamos qué hacer.
En 2000 nos enteramos que muchos practicantes habían ido a Beijing a abogar por Falun Dafa. Lo discutimos con mi familia, y mi madre y yo estábamos dispuestos a ir. El hijo de mi hermana mayor tenía tan solo tres años, y la hermana menor acababa de casarse, así que no era conveniente que fueran. Pero mis hermanas estaban decididas a ir. Todos sabíamos que nos enfrentábamos a la muerte.
El 21 de julio de 2000, logramos atravesar las capas de vigilancia y el bloqueo de la Seguridad Pública local (en aquella época, la policía vigilaba nuestra casa las 24 horas del día), y nos dirigimos resueltamente a Beijing.
Llegamos a la plaza de Tiananmen por la mañana. Todo estaba en calma y la plaza estaba concurrida. Pero los turistas no eran habituales: eran practicantes de Falun Dafa o policías vestidos de civil. Caminamos hasta el centro de la plaza de Tiananmen. Mi madre abrió una pancarta con las palabras "Falun Dafa" y las demás nos sentamos a meditar.
A los pocos minutos, la policía llegó corriendo desde todas las direcciones, seguida de un vehículo de la policía. Nos agarraron y nos metieron en el vehículo. Muchos practicantes ya estaban en otros vehículos de la policía. No tuvimos miedo. Al contrario, estábamos contentos de conocer a otros practicantes. Uno tras otro, los practicantes fueron empujados dentro de los vehículos hasta que se llenaron.
Nos llevaron a la comisaría de la plaza de Tiananmen. Apenas entramos al patio nos dimos cuenta de que estaba lleno de practicantes de Dafa. Aunque éramos de toda China, nos sentíamos como en familia. Hablábamos alegremente de nuestras experiencias y, cuando teníamos hambre, compartíamos la comida que teníamos.
Algunos practicantes venían del noreste de China y de la provincia de Fujian; otros habían viajado en bicicleta o habían caminado a pie durante más de un mes. Sus corazones puros, firmes y desinteresados eran sobrecogedores. Se me salían las lágrimas. Recitamos Hong Yin. Cientos de practicantes recitaron al unísono y nuestras voces resonaron por todo el patio.
Al mediodía, el patio estaba lleno. Llegó un autobús grande y nos dijeron que subiéramos al autobús que se dirigía en dirección desconocida. Ya me habían separado de mi familia. Todos los policías iban armados con pistolas. Algunos practicantes preguntaron: "¿Nos van a disparar?". Después me enteré que nos habían enviado a centros de detención de varios condados y distritos de Beijing, porque los centros de detención y los departamentos de policía del centro de Beijing estaban llenos de practicantes.
Unos días después, la policía local nos encontró a mis familiares y a mí, que habíamos sido enviados a varios condados. Nos llevaron a los cuatro a nuestra ciudad natal y nos recluyeron ilegalmente en centros de detención. Personas de nuestros lugares de trabajo y de la Seguridad Pública vinieron a hablar con nosotros e intentaron presionarnos para que dejáramos de practicar Falun Dafa.
Dijeron que mientras pidiéramos perdón, nos dejarían ir. Pero todos estábamos decididos a practicar Falun Dafa. Los cuatro fuimos perseguidos y encarcelados. Me condenaron ilegalmente a tres años de prisión, a mi madre a cuatro y a mis hermanas a dos años en un campo de trabajo forzado.
Nuestra familia, antes feliz, quedó destrozada. Solo nuestro padre se quedó en casa, solo y luchando por sobrevivir. Rara vez salía, y se limitaba a ver la televisión día y noche para pasar el tiempo. La persecución le hizo la vida terriblemente difícil. Para visitarnos, tenía que viajar a varios lugares: La cárcel de hombres, la de mujeres y el campo de trabajo forzado. Al ver el rostro agotado de mi padre, se me ahogaban las lágrimas.
Todos fuimos intimidados y humillados mientras estuvimos encerrados en los antros negros del PCCh. Mi madre fue encarcelada en una prisión de mujeres donde fue torturada y colgada durante horas por los guardias.
Los cuatro resistimos la tormenta y nuestra fe en Shifu y en Dafa no flaqueó. Cuando nos liberaron, hicimos las tres cosas todos los días. Mi hermana mayor fue forzada a divorciarse. Mi hermana menor y mi cuñado no querían ser acosados por sus lugares de trabajo, así que ambos dejaron sus empleos y se mudaron. Yo me casé en 2005. Mi esposa es virtuosa y amable; es una buena persona poco común.
Perseguidos de nuevo
Varios compañeros hablaron de crear un centro de producción de materiales para aclarar la verdad. Decidimos no esperar a otros practicantes y montar uno por nuestra cuenta. Mi hermana y yo aprendimos diversas tecnologías. Cuando llegábamos a casa del trabajo, producíamos materiales. A veces trabajábamos hasta altas horas de la noche. Fue duro, pero gratificante. Al ver las pilas de hermosos folletos, CD y volantes, nuestros corazones se llenaban de alegría. Mi madre también ayudaba, encuadernaba y empacaba los materiales. Nuestra familia estaba muy ocupada.
A principios de 2006, los practicantes fueron detenidos y perseguidos a gran escala en nuestra región. Mi hermana y yo también fuimos detenidos y perseguidos. Nos impusieron fuertes condenas —a mi hermana la condenaron a siete años de prisión y a mí a cinco.
Mi hermana no cedió ante sus represores, por lo que fue brutalmente perseguida. La golpearon, la privaron de sueño y no le permitieron ir al baño. El guardia ordenó a las reclusas delincuentes que la vigilaran. La perseguían por turnos. Apenas se dormía, la golpeaban. Los guardias obligaban a los practicantes a realizar trabajos no remunerados, y trabajaban de la mañana a la noche todos los días. Mi hermana pasó siete años de dolor y tortura.
Cuando llegué a la prisión, trabajé con otros practicantes de Dafa detenidos para denunciar la persecución y validar el Fa. Hicimos todo lo posible para seguir la rectificación del Fa. Entregamos a los presos los Nueve Comentarios sobre el Partido Comunista y los ayudamos a renunciar al PCCh y a sus organizaciones juveniles. Los otros practicantes y yo encontrábamos oportunidades para comunicarnos de camino a los talleres, y nos animábamos y ayudábamos mutuamente a crear un ambiente para aprender el Fa y practicar los ejercicios. Logramos conseguir un MP3 y un MP4, y abrimos canales de contacto con el mundo exterior, para que nos llegaran las nuevas conferencias de Shifu.
Cuando se cerraba la puerta por la noche, se apagaban las luces de la prisión. Sacaba una pequeña linterna casera, me metía bajo las sábanas y transcribía las nuevas conferencias de la versión electrónica del MP4. Hice varias copias y las distribuí entre los practicantes de varios distritos penitenciarios. Después de transcribir durante horas, enviaba pensamientos rectos. A menudo transcribía hasta las tres o las cuatro de la madrugada. Cuando no estaba transcribiendo, usaba el MP4 para estudiar y memorizar el Fa. Escuchaba todos los días hasta las tres o cuatro de la mañana, y no estaba cansado. Me llenaba de pensamientos rectos.
Vivía en armonía con los presos. Les conté la verdad sobre la persecución y los convencí de renunciar al PCCh. Todos desarrollaron pensamientos rectos y nos hicimos buenos amigos. Algunos empezaron a practicar Falun Dafa. Cuando los guardias querían perseguirme, los presos intentaban protegerme.
Juré ayudar a todos los presos a renunciar al Partido, incluidos los que me perseguían.
Cuando estaba a punto de salir de la cárcel, algunos practicantes se enteraron que a los practicantes de Falun Dafa que no se habían transformado no se les permitía volver a casa. En su lugar, eran enviados a un centro de lavado de cerebro. Muchos practicantes estaban preocupados por mí, pero mi corazón estaba inusualmente tranquilo.
En marzo de 2011, memoricé la lista de más de 100 personas que decidieron renunciar al PCCh. Los guardias me registraron al salir de la prisión, así que no pude llevar nada conmigo. Salí por la puerta de la prisión y me esperaban mi familia y mis amigos. Subí al auto y regresé a casa con dignidad.
El PCCh me persiguió durante varios años, pero mi esposa siempre estuvo a mi lado. Durante varios años, ella fue el único sustento de la familia y cuidó a mis ancianos padres. Un amigo me dijo: "Durante todos estos años en que estuviste encarcelado, ella ni siquiera se compró un teléfono móvil. En la sociedad actual, ¿cuánta gente no tiene teléfono móvil?". Me quedé sin palabras.
Mi esposa no es buena para hablar y apenas sabe leer y escribir, pero es bondadosa y práctica. Aunque no practica Falun Dafa, siempre ha apoyado mi cultivación.
En 2014, cuando yo tenía cuarenta años, mi esposa dio a luz a un precioso hijo. En ese momento, mi hermana también fue liberada de la cárcel, y la familia estaba feliz. Mi anciano padre tiene un nieto inteligente y guapo.
Resistiendo a la persecución
El tiempo vuela. A principios de 2018, por orden del Ministerio de Seguridad Pública, la División de Seguridad Doméstica local y la Oficina 610 nos persiguieron a mi hermana y a mí. Nos capturaron y nos llevaron a un centro de detención. Mi hermana estuvo detenida ilegalmente durante 15 días, y yo afronté una condena ilegal.
Tan pronto entré al centro de detención, decidí iniciar una huelga de hambre para protestar por la persecución. Al cabo de una semana, incluso dejé de beber agua. El centro de detención se preocupó y me trasladó a la unidad de cuidados intensivos del hospital, donde me introdujeron a la fuerza un tubo en el cuerpo. El tubo me causaba dolor. Iba desde la nariz hasta el estómago, pasando por la boca y la garganta. Perdí peso rápidamente y me debilité. Todos los días llegaban policías, médicos, directores y gente del departamento de policía para convencerme de que comiera. Yo decía que no había cometido ningún delito, así que no podía cooperar.
Me mantuvieron el tubo dentro durante más de cuatro meses. Cada segundo era un tormento, pero yo me mantenía optimista y de buen humor. La policía, los médicos y las enfermeras del centro de detención no lo entendieron al principio y me insultaron diciendo que les había causado problemas. Les conté la verdad sobre la persecución. Aunque era doloroso hablar con el tubo insertado en mí, hablé con ellos.
Para que comprendieran a los practicantes y eliminaran su hostilidad hacia Falun Dafa, charlaba a menudo con ellos y les contaba historias y chistes. Su actitud fue cambiando poco a poco, de fruncir el ceño y reprenderme, a simpatizar y compadecerme, y luego a sonreír y respetarme. Me hice amigo de la policía, los médicos y las enfermeras.
En ese centro hay unas 1.000 personas detenidas, y el hospital estaba en el quinto distrito. Todos los presos del centro de detención se enteraron que había un practicante de Falun Dafa en el quinto distrito que llevaba varios meses en huelga de hambre. Sentían curiosidad y algunos querían conocerme.
En la unidad de cuidados intensivos donde me recluyeron es donde los reclusos reciben inyecciones e infusiones. Todos los días, reclusos de distintos distritos penitenciarios venían a ver a los médicos. Conocí a presos de varios distritos penitenciarios, y aproveché la oportunidad para decirles la verdad y convencerlos de renunciar al PCCh.
Conocí a mucha gente y algunos se hicieron buenos amigos. Cuando bromeé: "Mi unidad de cuidados intensivos se ha convertido en la Posada de la Puerta del Dragón" (un lugar misterioso de una película china), un policía se rió.
Un hombre era un artista marcial que mató a alguien accidentalmente. Tenía el corazón angustiado y lleno de ansiedad, pero no tenía a nadie con quien hablar. Cuando escuchó que yo era empático, escribió unas notas y le pidió a un preso que me las pasara. Le respondí inmediatamente y nos hicimos muy amigos.
La sonda gástrica permaneció insertada en mí durante casi cinco meses. Durante este tiempo, me juzgaron varias veces sin tribunal. Asistieron familiares, amigos e incluso desconocidos. Me habían insertado una sonda gástrica y me veía débil. No podía dejar que mi familia y amigos pensaran que estaba desanimado o frustrado. Mantuve la cabeza alta y sonreía. Colaboré con el abogado que me defendía, que habló con claridad y contundencia. El juez se quedó sin palabras. Hablé ante el tribunal y acusé al antiguo líder del PCCh, Jiang Zemin, de iniciar la persecución.
Me condenaron a tres años de prisión. Cuando salí del centro de detención, los presos se despidieron de mí. Escribí otro poema: "Al salir", en el que agradecía a los policías, al personal médico y al director.
Brutalmente perseguido mientras estuve encarcelado por tercera vez
Fui condenado a tres años de prisión y me enviaron a la cárcel J. Tan solo pesaba 30 kg (80 libras). Era la tercera vez que me enviaban aquí, y estaba triste y frustrado. Pero no sabía que la pesadilla acababa de empezar.
Cuando llegué a la prisión, el jefe del distrito de formación llegó a recogerme. Apenas me vio, me dijo: "Odio sobre todo a la gente como tú". Me pegó sin motivo y amenazó con volver a pegarme más adelante.
Cuando llegué al equipo de entrenamiento, el jefe ordenó personalmente a cinco o seis delincuentes que me torturaran y golpearan durante varias horas. Me llevaron a una oficina donde no había cámaras de vigilancia y decidieron obligarme a "transformarme" y a escribir una carta para renunciar a Falun Dafa. Cinco o seis presos criminales se lanzaron sobre mí y me tiraron al suelo. Dos o tres de ellos me agarraron de los brazos y los otros dos me golpearon. Se pararon sobre mis pies por si me desplomaba.
Cuando se cansaban, descansaban un rato y los otros seguían golpeándome. Más tarde, cuando todos estaban cansados, dijeron: "Vamos a jugar a tijeras, piedras y papel; el que pierda le pegará". Se turnaban para pegarme y tenía todo el cuerpo lleno de moretones.
Más tarde, cuando les dolieron las manos, buscaron una tabla de madera y me golpearon ferozmente en el cuerpo, las piernas y las nalgas; luego, golpearon la protuberancia del hueso de mi tobillo con el borde horizontal de la tabla y dijeron: "Aquí duele más". Un hombre sugirió: "Sumerjamos el tablón en agua, duele más". Me torturaron brutalmente durante horas. Cuando se cansaron, tomaron un descanso y bebieron vino y fumaron.
Me desmayaba después de que me golpeaban varias veces, y luego volvía a despertarme. Me golpearon hasta dejarme inconsciente. Al final, no pude ver nada, no pude oír nada ni ver nada. Cuando me desmayé, siguieron despertándome, golpeándome y torturándome durante horas hasta que llegó la hora de cenar y me llevaron de regreso a mi celda.
Un tiempo después, los otros practicantes y yo fuimos enviados a varios equipos de la prisión. El ambiente allí era relativamente relajado. Cada equipo tenía dos o tres practicantes. Durante más de 20 años, practicantes han ido y venido, y grupos de practicantes denunciaron la persecución y convencieron a la gente a que renunciara al Partido. Todos sus esfuerzos crearon un ambiente relativamente bueno para los practicantes.
Retomé mis estudios y mi práctica normales. Todas las noches tenía que hacer guardia durante dos horas, así que practicaba los ejercicios todas las noches. Para promover Dafa, los practicantes sugirieron celebrar el "Día Mundial de Falun Dafa". Cada 13 de Mayo, sacábamos los alimentos que comprábamos, como semillas de melón, cacahuetes y bebidas, y los compartíamos con los presos. Como resultado, los presos conocían el "Día Mundial de Falun Dafa", y todos decían: "¡Falun Dafa es bueno!".
Logré conseguir un teléfono móvil. Pude usarlo para conectarme a Internet y descargar las nuevas escrituras de Shifu.
En 2019, el equipo de inspección del gobierno visitó la prisión J. Me las arreglé para ponerme en contacto con los practicantes de cada distrito penitenciario, y escribimos cartas y demandamos conjuntamente al jefe del distrito de formación. Lo trasladaron del equipo de formación.
A finales de 2020, la prisión recibió órdenes del Comité de Asuntos Políticos y Jurídicos de llevar a cabo la persecución de "Reducción a cero", obligando a los practicantes que no habían sido "transformados" a transformarse, y el subdirector de la prisión quedó a cargo de la persecución. Le escribí una carta y esperaba hablar con él.
Un día, el subdirector vino a mi distrito penitenciario. Lo detuve educadamente, le entregué la carta y le dije que quería hablar con él. No dijo nada y se marchó. Al día siguiente, en la conferencia de trabajo de la policía penitenciaria, el subdirector regañó airadamente al instructor de la prisión: "Te dije que 'transformaras' a fulano (a mí), pero ahora él intentó transformarme a mí".
La policía de la prisión no logró "transformarme", y no sabían cómo explicárselo al subdirector de la prisión, así que me metieron en una celda de aislamiento.
El aislamiento solitario era conocido como "la cárcel dentro de la cárcel". Las condiciones eran extremadamente duras. No había camas y, por la noche, me tumbaba en el frío suelo. No tenía suficiente para comer, y pasaba hambre y frío. Los presos que permanecían allí mucho tiempo se volvían locos. Era invierno y cada vez hacía más frío. Incluso el agua del fondo del contenedor de comida se congelaba.
El invierno de 2020 fue el más frío que recuerdo. Aunque estaba solo en una oscura y fría habitación de confinamiento, me sentía optimista y tranquilo. Recitaba en voz alta los poemas y las conferencias de Shifu También cantaba. Aunque tenía hambre y me moría de frío, era feliz. También escribí un poema:
Es difícil ver el cielo en una habitación cerrada,
¿Por qué no sentarse pacíficamente a solas?
Cantar y susurrar es confortable,
¿Quién teme a la soledad y al hambre?
Cada vez que los presos venían a la habitación de aislamiento, yo aprovechaba la oportunidad para aclararles la verdad y convencerlos de renunciar al Partido. Nos hicimos amigos, y algunos de ellos aprendieron de mí a hacer los ejercicios de Falun Dafa. Estuve detenido en la celda de confinamiento durante cuatro meses.
A principios de 2021, cuando iba a salir de la cárcel, mi madre, mi hermana y mi esposa acudieron a recogerme. También llegó la policía local. La policía trató de obligarme a subir a su vehículo, pero mi madre, mi hermana y mi esposa me agarraron y me metieron en su auto. Más tarde, mi madre me contó que alguien les había dicho que la policía quería llevarme a un centro de lavado de cerebro.
Perseverar en el camino de la cultivación
Cuando llegué a casa, mi padre parecía viejo. Mi hijo también había crecido. Era listo y guapo, y estaba a punto de empezar el primer grado. Cuando mi hijo estaba en la guardería, siempre que alguien le preguntaba, respondía tranquilamente: "Mi papá está lejos". A veces le preguntaba a su abuela: "¿Papá está de viaje de negocios?".
Mi esposa nunca me abandonó. Durante muchos años, crió sola a nuestro hijo, y fue muy difícil. Mi hermana también tenía cuarenta años. Recuerdo que hace más de veinte años, todos éramos jóvenes.
Durante años, mi familia sufrió todo tipo de persecuciones y tribulaciones, por lo que rara vez estábamos juntos. Pero creo firmemente que no importa cuánto nos persigan, no tendrá ningún efecto. Shifu tiene Sus arreglos, y todo lo que Shifu nos da es lo mejor.
Cuando regresé a casa, me acosaron personas del Comité de Asuntos Políticos y Jurídicos local. Les afronté calmadamente. Escucharon mis experiencias y dijeron que me admiraban y simpatizaban conmigo. Uno dijo: "Tu estado de ánimo es bueno". Respondí: "Después de tantos años y tantas experiencias, no tengo rencor ni odio".
He atravesado la oscuridad con la cabeza bien en alto. Por muy oscura que se pusiera la situación, he mantenido mi creencia en Falun Dafa. A veces, me siento solo en el taller que huele a carbón y acero, pensando: No importa qué profesión tenga una persona, de qué clase sea o en qué entorno se encuentre, debe mantener un alma noble, digna y limpia".
Mi nivel de entendimiento es limitado. Por favor, corríjanme compasivamente si algo de lo que escribí no está de acuerdo con el Fa.