(Minghui.org) Soy Qian Youyun, practicante de Falun Gong en el distrito de Jiangxia, ciudad de Wuhan, provincia de Hubei.

Tras el inicio de la persecución a Falun Gong, el 20 de julio de 1999, después de haber ido a Beijing para hacer una apelación a favor de Falun Gong, fui detenida y encarcelada durante 15 días, en el Centro de Detención N.º 1 de la ciudad de Wuhan. En el año 2000 me volvieron a detener durante 6 meses, y después me condenaron a 3 años de prisión y me sometieron a brutales torturas.

En diciembre de 2003, me condenaron a 1 año y 6 meses en un campo de trabajos forzados. Al finalizar mi condena en julio de 2005, me llevaron al Centro de Lavado de Cerebro de Yangyuan en lugar de ponerme en libertad.

En septiembre de 2013, fui detenida y golpeada por asistir a una audiencia judicial de otro practicante de Falun Gong.

En 2015 fui detenida y condenada a 4 años por distribuir materiales de Falun Gong. Durante mi estancia en prisión, fui sometida a brutales torturas y obligada a asistir a numerosas sesiones de lavado de cerebro.

En 2019, fui detenida de nuevo por distribuir materiales de Falun Gong y condenada a dos años. A continuación, la persecución que sufrí durante mi última condena ilegal en prisión.

Detenida por distribuir materiales de Falun Gong

El 23 de marzo de 2019, le di un folleto de Falun Gong a un hombre que estaba con un conocido en una plaza deportiva cerca de mi casa. La cara del hombre cambió al leerlo y me dijo: "¿Sabes a qué me dedico?".

Le contesté: "Independientemente de quién sea usted, todo el mundo debería leer el folleto. Trata de la cultura tradicional china, y se beneficiará...".

"Estoy en el ejército. He estado manejando cosas de Falun Gong en el ejército. Vete rápido o llamaré a la policía", dijo.

Otra practicante, la señora Sun Zuying, estaba conmigo. Cuando cruzamos la calle, los dos hombres nos persiguieron y nos agarraron. La policía llegó enseguida. Ese hombre me retorció el brazo para que la policía pudiera esposarme. Intenté resistirme con todas mis fuerzas y exigí a los policías que mostraran sus identificaciones. Antes de arrastrarnos a la Sra. Sun y a mí al carro de policía, dijeron que no tenían identificaciones. Las esposas me cortaron la piel mientras un agente presionaba con su cuerpo, mis manos contra el asiento del coche.

Al llegar a la comisaría, el agente Luo Hongze me dijo: "Eres tú otra vez". Él participó en mi anterior condena en 2015, junto con el jefe de policía Peng Li.

Los agentes nos retuvieron a la señora Sun y a mí en habitaciones separadas en el sótano. Luo me arrastró a una silla en la sala de interrogatorios y me esposó las manos y las piernas. Se asignó a un oficial para que me vigilara durante un día y una noche, y no se me permitió usar el baño.

Peng sacó los doce folletos de Falun Gong de mi bolsa y los puso delante de mí para tomarme una foto. Cuando se acercó a la habitación donde estaba retenida la señora Sun, oí que ella le decía que la soltara. Peng se enfureció y le dijo: "No hables de la ley conmigo. Yo soy la ley. Simplemente voy a enviarte a la cárcel y hacerte sufrir. No creo en la retribución kármica".

Peng intentó terminar de interrogarnos y llevarnos al centro de detención local en un día. Lo insté a que nos pusiera en libertad, y me dijo: "Todavía lo estamos pensando. De hecho, estamos reunidos arriba discutiendo qué hacer con ustedes".

Poco después, un grupo de oficiales vestidos de civil vinieron a hacernos preguntas. Me negué a responder. Me mintieron diciendo que podía irme a casa si les respondía. Al día siguiente, a medianoche, me arrastraron de los grilletes a otra habitación y me inmovilizaron para tomar mi foto y mis huellas dactilares. Grité por el dolor. Al terminar, me dijeron: "Si hubieras cooperado con nosotros, no habríamos usado tanta fuerza contigo".

En la noche, la Sra. Sun y yo fuimos llevadas al Hospital Popular del Distrito de Jiangxia y nos sacaron sangre contra nuestra voluntad. Utilizaron la violencia conmigo. Cuando grité que el régimen comunista chino persigue a Falun Gong, un oficial me dio una patada, me empujó y me retorció la mano. No se nos permitió ver los resultados del examen físico. En ese momento, no había comido ni bebido nada durante 24 horas.

Humillada y agredida en el Centro de Detención N.º 1 de la ciudad de Wuhan

Era casi medianoche cuando nos llevaron a la Sra. Sun y a mí al Centro de Detención N.º 1 de la ciudad de Wuhan. Me arrastraron de las esposas y grité de dolor.

El médico del centro de detención me dijo que firmara un documento, pero la policía dijo que la señora Sun y yo no lo firmaríamos. La Sra. Sun dijo que había contraído una tuberculosis severa durante su condena anterior y que estuvo detenida en el hospital de la prisión durante mucho tiempo. La policía me agarró la mano cuando me negué a que el médico me sacara sangre. Tras un rápido análisis de mi sangre, el médico dijo que mi nivel de azúcar era muy alto.

Un agente le susurró algo al médico y después me llamaron a una pequeña habitación donde una agente le decía a la Sra. Sun que se quitara toda la ropa y se tumbara en el suelo. También le ordenó que saltara varias veces, pero ella se negó. Me acerqué para intentar detenerlo, pero ella siguió obligando a la Sra. Sun a seguir sus órdenes. Cuando me tocó a mí, me negué a quitarme la ropa y me quedé de pie durante unos 10 minutos.

Más tarde, el oficial de policía Wen Chuang me interrogó por la noche. Le dije que no persiguiera a Falun Gong, pero me amenazó con que esta vez podría ser condenada a un mínimo de siete años. Imprimió una copia de la declaración y me ordenó que la firmara. Me negué a hacerlo, ya que la mayor parte del contenido que puso no era cierto. Se rió de mí: "No importa si la firmas o no".

Entonces me enviaron a la habitación 204 del centro de detención y estuve allí doce días. Era difícil dormir, ya que la habitación estaba abarrotada de detenidas y muchas dormían en el suelo.

A la mañana siguiente, el médico vino a sacarme sangre y volvió a comentar que mi nivel de azúcar era muy alto. El director del centro de detención, de apellido Lin, vino a inspeccionar a las recién ingresadas y a comprobar si alguien tenía alguna cicatriz. Cuando la directora vio que mi cuerpo y mi espalda estaban magullados, me preguntó qué había pasado. Le dije que la policía me había golpeado. Se fue sin decir nada. Las que estaban detenidas conmigo dijeron que mis moretones les daban mucho miedo.

Como me negué a responder al llamado de lista o a llevar el uniforme de la prisión, no tenía ropa que ponerme. Solo pude pedir prestado un par de pantalones cortos que habían sido usados por las detenidas anteriores. A todos nos daban cuatro trozos de papel higiénico para usar cada día. Teníamos que dormir de lado por la noche, apretujadas por otras.

Otras tenían ropa de abrigo, mientras que yo solo tenía el fino pijama que me enviaron mis amigos. El frío del mes de abril me hizo toser durante casi un mes y me dolían mucho las heridas. Como la comida era escasa, solo podía tomar sopa. No defequé durante 19 días. La noche del día 19, tuve dolor abdominal. Tardé entre cinco y seis horas en hacer mis necesidades. Como solo había un baño compartido con más de 30 personas, tuve que dejar que otras lo usaran, y casi me desmayé del dolor.

Mi arresto fue aprobado el día 36 por la Procuraduría del Distrito de Jiangxia. Conté a otras detenidas que la policía me había golpeado y me dijeron que habían tenido experiencias similares.

A medida que pasaba el tiempo, me iba poniendo más demacrada, por lo que mi familia contrató a un abogado para que me representara. El abogado solicitó mi libertad bajo fianza, pero la petición fue rechazada. El abogado me dijo que mucha gente se preocupaba por mí y me dijo que me animara. Me animó y pude afrontar la situación de forma más positiva. Mi hermana mayor también me envió algo de dinero y ropa, y pude comprar artículos de primera necesidad.

Una vez, en el centro de detención nos dijeron que viéramos la televisión. Una mujer mayor apareció en la pantalla y estaba llorando mientras leía algo. La policía le dijo que lo leyera en voz alta. Reconocí que era una practicante de Falun Gong y que estaba leyendo algo para difamar a Falun Gong.

Más tarde, me enteré de que el guardia Huang Wei engañó a la anciana, apellidada Lu, diciéndole que sería liberada si renunciaba a su fe, si no sería condenada. Habiendo creído a Huang, la señora Lu se vio obligada a renunciar a Falun Gong e hizo una declaración pública al respecto en la televisión. Pero aun así fue condenada a dos años y medio y su salud empezó a fallar.

Huang estaba a cargo de la transformación de los practicantes. En una ocasión, Huang y otros siete guardias esposaron a la Sra. Chen Shengqun por la espalda y le taparon la boca con cinta adhesiva. Luego la hicieron desfilar por el centro de detención y le sacaron fotos.

Estábamos haciendo cola para comer cuando pasaron por delante. Grité en voz alta: "¡Ustedes no están autorizados a tratar a los [practicantes] de Falun Gong de esta manera!".

El director del centro de detención se acercó y ordenó a los que habían gritado dar un paso al frente. Todas fuimos obligadas a ponernos de pie y hablar una por una. Cuando dije que estaba mal tratar a Falun Gong de esta manera, el director dijo que yo estaba interfiriendo y que nadie en la sala almorzaría ese día. A todas se les pidió que hablaran de su impresión sobre mí, pero todas dijeron que soy una buena persona, lo que hizo que el director se enojara más.

Más tarde me enteré de que la Sra. Chen era esposada con frecuencia por los guardias y golpeada por las internas. Una vez la llevaron a un hospital psiquiátrico y le sacaron los dos dientes delanteros sin anestesia. Pasaba hambre constantemente y la comida que compraba era consumida por las reclusas. Desarrolló un trastorno mental debido a las torturas y aun así fue condenada a prisión.

Una vez, el centro de detención dio un papel a todos los practicantes de Falun Gong y nos ordenó escribir algo que difamara a Falun Gong.

Yo me negué. Entonces los guardias dijeron a las reclusas que me presionaran y me llamaron a la oficina. Intenté decirles que no es un delito practicar Falun Gong, pero las reclusas me querían obligar a ponerme el uniforme de las reclusas. Cuando me negué, las reclusas dijeron que los superiores les habían ordenado perseguirme. Si no me hacían ceder, me privarían de la merienda desde ese día.

Las reclusas me vigilaban las veinticuatro horas del día. Todos los días me torcían las manos, me inmovilizaban con sus rodillas, me jalaban del pelo y los dedos y me pegaban. Con frecuencia me golpeaban al menos tres personas, a veces hasta diez.

Ilustración de la tortura: Palizas y golpes en la cabeza contra la pared.

Después de unos siete días, vino mi abogado y le conté mi sufrimiento. Por la noche, la directora del centro de detenciones vino y me dijo: "Le estás inventando cosas a tu abogado. ¿Quién te golpeó? ¿Quién lo vio? ¿Dónde están tus lesiones?". Dijo que mi abogado pensaba demandarlos por los abusos que sufrí.

Me asió de la ropa mientras un guardia tomaba fotos. Cuando dijo que no había lesiones, le mostré mi dedo hinchado y otros moratones.

Al día siguiente, el centro de detención distribuyó refrigerios a todos, y cambiaron su actitud hacia mí. Más tarde, mi abogado me mostró una carta que había escrito para demandar al centro de detención y que había presentado a la procuraduría.

Sentenciada a dos años de prisión durante la pandemia

Después el Tribunal del Distrito de Jiangxia transfirió mi caso al Tribunal del Distrito de Hongshan, sin explicar el motivo. No se me permitió reunirme con mi abogado. El juez también intentó nombrar a un abogado para que me declarara culpable, pero me negué a aceptarlo.

Debido a la pandemia, el tribunal celebró una audiencia virtual en el centro de detención de los casos contra mí y la señora Sun. Hubo algunos problemas con el equipo de sonido. La Sra. Sun y yo no podíamos oír claramente lo que decían el juez ni el abogado de la acusación, pero ellos sí podían oírnos con claridad.

Nuestros abogados nos declararon inocentes y pidieron nuestra absolución. Argumentaron que ninguna ley ha criminalizado nunca a Falun Gong en China. Tanto el juez como el abogado de la acusación guardaron silencio.

Pedí al abogado de la acusación que exhibiera los materiales de Falun Gong utilizados como prueba contra nosotras, para que todos los presentes pudieran determinar por sí mismos si los materiales eran perjudiciales o no. El juez rechazó mi petición.

El juez apresuró la sesión y pronto me condenó a dos años. No se me permitió reunirme con mi familia cuando me trasladaron a la prisión, mientras que a los demás detenidos sí se les permitió. Los guardias me arrastraron, ya que me negaba a caminar. Uno de los oficiales quiso golpearme, pero fue detenido por otro oficial.

Torturada en la Prisión de Hankou

Me llevaron a la Prisión de Hankou el 23 de diciembre de 2020. Al cruzar la puerta de la prisión, un miedo indescriptible surgió en mi corazón.

Los recién llegados tenían que estar en cuarentena durante un mes después de llegar a la prisión. Luego se les asignaba a pabellones específicos una vez que su prueba de PCR fuera negativa. Había doce celdas en la división N.º 5 a la que me enviaron. Yo estaba en la celda once, junto con otras trece reclusas.

Ese día era extremadamente frío. A todos nos dieron ropa de abrigo, pantalones cortos y pantalones deportivos, pero no pantalones aislantes de invierno. Aunque nos pusiéramos todo lo que nos dieron, seguíamos sintiendo mucho frío y no dormíamos bien por la noche.

Teníamos que levantarnos a las 5:40 de la mañana y nos daban cinco minutos para asearnos. Si éramos lentas, nos castigaban y solo nos daban para comer arroz blanco. Había muy poco tiempo libre durante el día. Si éramos lentas para acostarnos, no se nos permitía dormir.

A los recién llegados no se les permitía comprar nada durante el primer mes. Mientras que la mayoría de las reclusas recibían ropa adicional y una caja de manzanas, los practicantes de Falun Gong que se negaban a ser transformados no recibían nada y eran obligados a permanecer de pie desde la mañana hasta la medianoche. Con frecuencia se oían patadas y puñetazos. Las reclusas a cargo insultaban a las practicantes cuando querían.

Me ordenaron que escribiera una declaración criticando a Falun Gong, pero me negué a hacerlo. Como a muchas personas de la celda no les gustaba la reclusa en jefe, Shen Yongbao, después de un tiempo dejó de hablar. Sin embargo, siempre llamaba a las mismas dos reclusas para que hicieran varias cosas para perseguirme, pero estas dos reclusas no me hicieron las cosas difíciles.

El 17 de enero de 2021, todo el mundo estaba lavando cuando llegó la jefa de la división. Me gritó y me ordenó calumniar a Falun Gong. Ordenó a dos reclusas que desarmaran mi cama y se pusieran a mi lado. Varias de las reclusas encargadas que entraron con ella, se quedaron atrás y una de ellas dijo que a cada una le habían descontado 20 puntos por mi culpa, e instruyó a otras para que me arrastraran a la celda doce, donde me golpearon.

Una reclusa que se cansó de golpearme, me dijo que escribiera algo en un papel para calumniar a Falun Gong, pero en lugar de eso la invité a no perseguir a los practicantes. A las demás reclusas de la celda se les ordenó que se quedaran en el baño y no se les permitió mirar.

Cuando todas vieron que permanecía impasible, el grupo me arrastró de vuelta a la celda once y se les dijo a dos reclusas que estuvieran conmigo hasta la medianoche. Sin embargo, la reclusa encargada nos permitió dormir 20 minutos antes, y fue castigada a la mañana siguiente.

Al día siguiente, después del desayuno, una reclusa se acercó y me jaló del pelo. Otras reclusas empezaron a darme patadas y puñetazos. Cuando grité del dolor, me metieron una toalla en la boca y me pisaron el cuello. También me golpearon la cabeza.

La cara se me hinchó al instante. Una reclusa recordó a las otras, que ya les habían dicho a todas que no debían golpear la cara, sino causar solo lesiones internas. Cuando se cansaron de darme patadas, una de ellas tomó una gran botella llena de agua y golpeó cada centímetro de mi cuerpo con esta. Me dijo: "Me he especializado en golpear a las presas. Hay muchos métodos más desarrollados que puedo usar contigo".

En ese tiempo no podía mover mi mano derecha. Hasta ahora, todavía me duele. Otros vigilaban la puerta desde las 6 de la mañana hasta el mediodía porque temían que me escapara. Las golpizas se detuvieron hasta que tomé el bolígrafo para escribir una declaración según el modelo que me habían dado. Les dije que lo que había escrito era en contra de mi voluntad, pero la reclusa encargada dijo que no les importaba que fuera falso. Antes de que terminaran los golpes, las reclusas me agarraron la cabeza y la golpearon contra la pared y el suelo, lo que hizo que se me hinchara la cabeza. Las otras reclusas me pateaban. Cuando intentaba sentarme, volvían a patearme. Las reclusas me pisaron las costillas, las manos y las piernas, lo que me causó moretones e hinchazón. Todavía me duelen los dedos corazón y el coxis. Fue brutal.

Quedé incapacitada y no podía moverme. Entonces algunas personas de buen corazón me ayudaron a sentarme y apoyarme en la pared. Me dieron de comer, me llevaron al baño y me lavaron. Una joven dijo: "Nunca he hecho esto ni siquiera por mi madre. Esta es la primera vez". Otras dos jóvenes también ayudaron a cuidarme. Me dieron un paquete de fideos instantáneos que habían guardado, pero se los devolví. Me conmovió mucho su ayuda.

El dolor me hacía despertarme con frecuencia en la noche. Quería moverme un poco, pero me dolía demasiado. Tenía que pedir ayuda para moverme. Como no quería traerles problemas, minimizaba mi consumo de bebida y de comida. La reclusa encargada vio que otras me ayudaban y les dijo que yo estaba fingiendo mis lesiones, pero cuando me acosté, me sentí muy mareada.

Unos días después, el jefe de la división me llevó al hospital. Yo temblaba al caminar. Cuando llegamos al hospital, el jefe de la división le susurró algo al médico. El médico me tomó la temperatura, me escuchó los latidos del corazón y me dio rápidamente un medicamento. Les dije que quería hacerme una radiografía, pero el jefe de la división dijo que el equipo estaba roto. Al volver a la celda, las presas me obligaron a tomar la medicina. Como no tenía energía para resistirme, escondí la pastilla bajo la lengua y la escupí después.

Más tarde, la reclusa que me golpeó fue trasladada a otra celda. Cuando la acusé de haberme golpeado, la guardia de turno afirmó que la reclusa les había dicho que solo había discutido conmigo y que no me había golpeado. Después de que la reclusa fuera trasladada, la guardia me preguntó si yo estaba satisfecha con la forma en que había manejado la situación.

Más tarde me trasladaron a la, 3.ª División donde el capitán de la división habló conmigo y asignó a dos reclusas para que me vigilaran. A pesar de que tenía tremendas dificultades para comer, me obligaba a tomar algo, temiendo que me dieran de comer a la fuerza. Luego lo vomitaba todo en el baño porque me costaba retener la comida.

En la 3.ª División me ordenaron que copiara a mano materiales que calumniaban a Falun Gong. Me negué y me obligaron a permanecer de pie durante largas horas. Me amenazaron con enviarme a otra sesión de lavado de cerebro. Les dije que el jefe de la División N.º 5 había utilizado métodos brutales para torturarme, pero que no había conseguido cambiar mi corazón. Se negaron a dejarme seguir hablando y ordenaron a las reclusas que no me dejaran hablar con las demás. A causa de la prolongada tortura de pie, sufrí un prolapso del ano, y fue muy doloroso.

Además de obligarme a copiar propaganda que calumniaba a Falun Gong, me ordenaron copiar propaganda que hablaba de la historia del Partido Comunista y su éxito en la lucha contra la pandemia. También se me negaron las visitas familiares.

Cuando volví a casa, mi marido dijo que estaba tan consumida que parecía alguien de casi 60 años. Mi familia y muchas personas que me conocían dijeron que casi no podían reconocerme porque era un saco de huesos y tenía la espalda encorvada.

Mi marido dijo que no habían recibido ninguna sentencia ni habían sido informados del juicio. Además, Seguridad Social dejó de pagar mi pensión. Yo argumenté que era ilegal que lo hicieran, pero fue en vano. Después de que mi marido recurriera a la comunidad del distrito y a la oficina del alcalde, este accedió a darme 900 yuanes al mes para cubrir mis gastos de vida básicos.

La tortura en la cárcel causó mucho daño a mi salud. Después de reanudar la práctica de Falun Gong, recuperé la capacidad de cuidarme, aunque mi visión se ha vuelto más pobre, mi memoria ha disminuido y todavía tengo dolor en todas partes.

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