(Minghui.org) En 1993, varios de mis colegas asistieron a una serie de conferencias sobre Falun Dafa (también conocido como Falun Gong) en otra ciudad y quedaron impresionados por el milagroso poder curativo de la práctica. Lo compartieron con nuestro director y decidieron invitar al Sr. Li Hongzhi, el fundador de Falun Gong, a nuestro lugar de trabajo, la empresa Lingyuan Iron and Steel en la provincia de Liaoning, para que enseñara la práctica.

El Maestro Li aceptó y la serie de conferencias comenzó el 20 de febrero de 1994.

Asistiendo a la conferencia

Mucha gente se alegró al enterarse del ciclo de conferencias y lo difundió entre los demás. Varias personas me instaron a asistir a la clase. Una de ellas dijo: "Falun Gong es muy bueno. Explica claramente el origen de la vida y las verdaderas causas de las enfermedades. Es una oportunidad única, no te la pierdas".

Sin embargo, sin importar lo que dijeran, me negué cortésmente. En aquella época no creía en absoluto en el qigong, a pesar de que este era muy popular en la década de los ochenta. Había visto todo tipo de qigong. Una noche, vi a un grupo de personas saltando, rodando por el suelo y haciendo todo tipo de movimientos extraños. Era ridículo y tuve una visión aún más negativa del qigong.

Resultó que uno de los amigos de mi marido era uno de los organizadores del ciclo de conferencias. Le dijo a mi marido: "¿Por qué no le compras una entrada a tu mujer? El precio es bueno. (Eran 58 yuanes para el ciclo de conferencias y 5 yuanes para un seminario previo a la conferencia)". Mi marido me compró una entrada para las conferencias y otra para el seminario. Me dijo: "Aprende a hacer los ejercicios y enséñame después". Yo no estaba contenta, pero aun así fui porque mi marido quedaría mal si yo no iba.

Limpiando las nociones

El ciclo de conferencias comenzó oficialmente en el Palacio Cultural de los Trabajadores de la Compañía Siderúrgica de Lingyuan en la tarde del 20 de febrero de 1994. Me senté en las cinco primeras filas, muy cerca del Maestro, y lo vi claramente. El Maestro era alto, de piel fina. Llevaba un viejo traje gris oscuro, con una camisa blanca y un jersey de cuello de pico de color morado oscuro. Tenía un aspecto digno y limpio. El Maestro parecía compasivo y amable, pero majestuoso al mismo tiempo. Hablaba con claridad y alto. Su voz tenía un fuerte poder de penetración.

Habiendo sido influenciada anteriormente por el ateísmo, me sentía reticente cuando el Maestro hablaba de la vida humana y del concepto de que las personas enfermaban debido a su yeli (karma).

Cuando volví a casa, mi marido me preguntó cómo había sido la conferencia. Le contesté: "¡Misteriosa!". Teniendo en cuenta que mi marido había pagado toda la serie, decidí terminar el resto de las ocho conferencias. Pero resultó que cuanto más escuchaba, más receptiva me volvía a las enseñanzas del Maestro. Era como un trozo de hielo que se derretía lentamente con las enseñanzas del Maestro. Más tarde me di cuenta de que el Maestro eliminó las nociones que me impedían obtener el Fa.

Mejoramiento de la mente y el cuerpo

Era extraño que a menudo me quedara dormida durante las conferencias del Maestro. Cuando asistí a varios seminarios anteriormente, nunca me quedé dormida, sin importar lo largos o aburridos que fueran. Creo que permanecer despierto mientras los demás hablan es una cuestión de cortesía. Sin embargo, en la conferencia del Maestro, no podía controlarme. De vez en cuando me despertaba el sonido de los aplausos. Me sentía avergonzada, pero al poco rato volvía a quedarme dormida.

Aunque la mayor parte del tiempo estaba durmiendo, mi cuerpo y mi mente cambiaron. Mi cuerpo era más ligero y caminaba más rápido. Cuando montaba en bicicleta, sentía como si alguien me empujara. Una vez, cuando volvía a casa en bicicleta, adelanté fácilmente a varias personas que iban delante de mí en una larga y lenta cuesta. En ese momento ya tenía 50 años.

Muchos colegas asistieron a las conferencias del Maestro y a menudo hablamos de ello. Todos estábamos de acuerdo en que el Maestro era genial y que lo que hablaba iba más allá de nuestros conocimientos. Y casi todos disfrutaron de un mejoramiento en su salud y carácter en diferentes grados.

Cuando dormía por la noche, me sentía como si flotara con la manta. Lo que más me alegró fue que mi problema de orina con sangre de larga duración había desaparecido, y no he vuelto a tenerlo en más de 20 años.

La compasión del Maestro

Para satisfacer nuestras peticiones, el Maestro accedió a hacerse fotos con nosotros después de la última conferencia. Esa tarde, nos turnamos para hacernos fotos con el Maestro. Mientras todos se preparaban, tuve la oportunidad de situarme cerca del Maestro, a solo un metro de distancia.

Cada persona hizo una petición diferente. Algunos estudiantes trajeron sus propias cámaras, otros pidieron al Maestro que se hiciera fotos con sus familias, y otros querían la firma del Maestro. El Maestro atendió pacientemente a todos con una sonrisa. Esto se ganó mi profundo respeto.

Por la noche, había un turno de preguntas y respuestas, así como un espacio para compartir experiencias. No pude hacer ninguna pregunta, sino que simplemente sentí que Falun Gong era bueno, aunque apenas podía decir por qué era bueno. Sentí que el polvo de mi corazón había sido limpiado por Dafa y se volvió claro y tranquilo.

Una persona entregó un trozo de madera con un gran clavo en el centro que penetraba en la madera. En el clavo había un papel pegado. El Maestro lo leyó en voz alta: "Te creeré si puedes sacar el clavo". El Maestro sonrió y dijo (no son las palabras exactas): "Si yo presumiera aquí, te estaría llevando por un camino perverso". El tono del Maestro era compasivo, no estaba enfadado en absoluto. La tolerancia del Maestro me conmovió profundamente.

El Maestro dijo:

“Siento que la gente que puede escuchar directamente mi transmisión del gong y mis enseñanzas del Fa, yo digo, realmente… en el futuro sabrás y sentirás que este periodo de tiempo fue de mucho regocijo” (Primera Lección, Zhuan Falun).

Cada vez que leo este párrafo, me invade la alegría. ¡Qué afortunada soy por haber obtenido Dafa en la puerta de mi casa!

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