(Minghui.org) Comencé a practicar Falun Dafa en China con mi madre, cuando tenía diez años de edad. Bendecido por Dafa, pasé de ser de uno de los peores estudiantes y un joven rebelde al que nadie quería tener cerca, a ser una persona feliz y uno de los mejores estudiantes.

Después de empezar a practicar Falun Dafa, mi familia vivió en armonía. Nuestra felicidad se destruyó cuando el PCCh (Partido Comunista Chino) comenzó a perseguir a los practicantes de Falun Dafa. Después de que mi madre fuera llevada a un campo de trabajos forzados, dejé de practicar Dafa durante un tiempo. Como buscaba un propósito en la vida, finalmente retomé la práctica.

Desde que salí de China hace dos años, he estado contando a la gente, tanto a los chinos como a los occidentales, la verdad sobre la persecución a Falun Dafa. La persecución ha durado ya 22 años. Recuerdo cuando empezó todo, casi como si fuera ayer.

Mi asombrosa transformación al practicar Dafa

Yo era un niño solitario y rebelde con baja autoestima. Mi padre era alcohólico. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía dos años debido a la "violencia doméstica". A principios de la década de los noventa, el divorcio era poco frecuente en China, así que me convertí en el centro de los cotilleos locales. La gente me señalaba con el dedo al cruzarse conmigo en la calle, y yo los escuchaba mientras murmuraban sobre mis padres. Cada vez, intentaba huir lo más rápido posible. La experiencia me perjudicó psicológicamente y me deprimí. Incluso soñé muchas veces con estas situaciones humillantes.

Mi madre me crió. En China, una madre soltera no recibía ningún apoyo. Además, tenía que soportar la constante presión de la nefasta opinión pública. Mi padre no le daba dinero para mí, así que mi madre y yo éramos pobres.

En aquella época, mi madre padecía una grave enfermedad cardíaca y una arteritis aórtica, y yo me enfermaba a menudo. Tenía neumonía, gastritis, hepatitis y un constante dolor de garganta, que hacía que me doliera al tragar.

Mi madre se volvió a casar cuando yo tenía cinco años. Desde el primer día, me negué completamente a aceptar a mi padrastro. Incluso la relación entre mi madre y yo se volvió tensa. Era testarudo y no escuchaba a mis padres ni al nuevo esposo de mi madre. A menudo forzaba a mi madre a cumplir mis caprichos negándome a comer.

Era un niño travieso y mi ropa siempre estaba sucia. Ninguno de mis compañeros de clase quería jugar conmigo. Mi profesor básicamente me ignoraba, ya que mis calificaciones solían ser las penúltimas de la clase. Mi madre y mi padrastro discutían a menudo por mi mala educación. Decían que los niños que no escuchan a sus padres acaban en la cárcel cuando crecían. Nadie decía nada positivo sobre mí, y no me atrevía a pensar en mi futuro.

En la primavera de 1998, mi madre empezó a practicar Falun Dafa. Aunque nadie me presionó para que practicara, sentí que era algo bueno, quizá porque todos los practicantes que conocí eran muy amables.

Empecé a practicar Dafa con mi madre. Todas las mañanas nos levantábamos a las 5 a. m. e íbamos a la plaza del pueblo a hacer los ejercicios con otros practicantes. Después de cenar, nos reuníamos para leer Zhuan Falun y luego hacíamos la meditación sentada durante 30 minutos. Aunque todo esto parecía muy sencillo, los cambios que se produjeron en mi vida fueron espectaculares.

Al entrar en tercer grado de primaria, antes de que me diera cuenta de lo que estaba sucediendo, me había convertido en el mejor estudiante de mi clase. Gracias a Zhuan Falun, dejé de ser egocéntrico y le caí bien a mis compañeros de clase. Incluso acepté a mi padrastro al darme cuenta de que nuestra relación estaba predestinada. Tanto mi madre como yo nos volvimos sanos. Nuestra familia se volvió armoniosa. De vez en cuando, mi padrastro leía Zhuan Falun con nosotros.

Recuerdo esos días como unos de los más felices de mi vida.

El 20 de julio de 1999

Después de que muchos practicantes hicieran un llamamiento pacífico en Beijing en abril de 1999, los periódicos empezaron a publicar artículos que calumniaban a Falun Dafa. Muchos practicantes querían hacer saber a los funcionarios lo mucho que se habían beneficiado de Dafa. Como niño de 11 años, fui testigo de algunos de estos llamamientos pacíficos masivos.

El 19 de julio de 1999, fui con mi madre y mi tía a las oficinas del gobierno provincial. Era casi de noche cuando llegamos y los funcionarios ya habían salido del trabajo, así que decidimos volver a la mañana siguiente.

Llegaron más y más practicantes de diferentes ciudades de la provincia y se reunieron frente al edificio de oficinas. Todos teníamos el mismo pensamiento: contar a los funcionarios cómo nos beneficiamos de Falun Dafa.

Al atardecer, nos dirigimos a una plaza donde se habían reunido muchos practicantes. De repente, alguien gritó: "¡Mira! Un Falun en el cielo".

Miré hacia arriba. ¡Era cierto! Un Falun gigante giraba sobre nuestras cabezas en el cielo. Todos aplaudimos. El Falun pudo verse durante varios minutos. Después, el cielo se cubrió de nubes rosas. Todos sabíamos que era el Maestro alentándonos.

Para ahorrar dinero, muchos, incluidos mi madre y yo, cenamos solo pan y pasamos esa noche en la calle.

A la mañana siguiente, a primera hora, se oía la música de los ejercicios de Dafa en toda la plaza. Los practicantes se ponían de pie y empezaban a hacer los ejercicios. Unos diez minutos más tarde, varios autobuses se detuvieron alrededor de la plaza y más de 40 policías armados y vestidos con equipo antidisturbios nos rodearon. "¡Mantengan la cabeza en el suelo, agáchense! ¡No se muevan!", gritaban.

Al ver que la policía apuntaba con sus armas a los practicantes que hacían pacíficamente los ejercicios de Falun Dafa, me sentí confundido. "¿Por qué la policía quiere dispararnos?".

Llegaron varios autobuses más y la policía nos reunió y nos subió a los autobuses. Nos llevaron a una escuela, que estaba vacía por ser vacaciones de verano. Nos obligaron a entrar en el salón de actos, donde un oficial de policía se sentó en el podio y leyó un montón de papeles. Repitió muchas mentiras que difamaban a Dafa y al Maestro.

Varios practicantes se levantaron y gritaron: "¡Falun Dafa es bueno!". Yo era de baja estatura y no podía ver lo que ocurría, pero muchos practicantes pronto se levantaron y gritaron: "¡Dejen de golpear a la gente!". Un policía le dijo a un practicante anciano que estaba cerca de mí: "Tú eres un miembro del Partido. Deberías tomar la iniciativa y renunciar a Falun Dafa". En respuesta, el practicante respondió con calma y firmeza: "Ahora renuncio al Partido Comunista Chino".

Alrededor del mediodía, todos los practicantes, incluidos los niños como yo, que tenía once años de edad, recibimos la orden de salir al campo deportivo y formarnos bajo el calor abrasador del verano. Empecé a sudar profusamente. Un policía se paseaba por allí, deteniéndose aquí y allá para decirnos cosas desagradables. Recuerdo especialmente que el policía se paró delante de un hombre delgado y se rió: "¿Practicas Falun Dafa? Mírate. Eres tan pobre que no tienes ni para comer".

En cuanto nos permitieron avanzar, muchos practicantes sacaron la comida que llevaban encima y se la dieron al hombre delgado. Yo le di un trozo de pan. Todavía recuerdo que cuando me miró, sus ojos estaban llenos de gratitud y amabilidad, sin rastro de resentimiento.

Por la tarde, muchos practicantes fueron llamados por separado a las aulas, donde la policía hizo preguntas y tomó notas. Una mujer policía de mediana edad me hizo muchas preguntas. Respondí con la verdad. Luego me leyó lo que había anotado y me dijo que lo firmara y dejara mi huella digital.

Cuando terminé, me miró de nuevo y dudó: "Es usted demasiado joven. Este informe no se contará", me dijo.

Me quedé perplejo. ¿Por qué no iba a contar lo que había dicho? Había dicho la verdad. Algún tiempo después, me enteré de que los practicantes que fueron interrogados esa noche fueron incluidos en una lista negra y se convirtieron en objetivos principales de la posterior persecución. La mujer policía había tenido la amabilidad de salvarme de la lista.

Esa noche llegaron policías de distintas zonas de la provincia para llevarnos a todos a nuestros pueblos. A mi madre y a mí nos llevaron de vuelta, pero a ella la detuvieron durante siete días.

Encontrando el significado de la vida

A lo largo de estos 22 años de persecución, todos los practicantes en China, así como sus familiares, han tenido experiencias tristes. Cuando yo estaba en la escuela secundaria, mi madre fue internada en un campo de trabajos forzados durante dos años. La policía se llevó todos nuestros libros de Falun Dafa que había en casa. Como vivía en una zona remota del campo, sin otros practicantes de Dafa, no tenía acceso a la información sobre la persecución.

En la escuela, me lavaban constantemente el cerebro. Nos enseñaban el ateísmo y la evolución y nos inundaban con la ideología comunista.

Tenía muchas preguntas, pero nadie podía respondérmelas. De niños, lo único que podíamos hacer era sentarnos y escuchar al representante del Partido Comunista, fuera político o profesor. En mi segundo año de secundaria, dejé de practicar Falun Dafa y decidí no tener ninguna creencia.

Poco a poco, comprendí que cuando la gente no tiene creencias, no hay verdad y no hay una norma por la que medir el bien y el mal. Las leyes burocráticas no son justas.

Me pregunté por qué existía la gente y cuál era el verdadero propósito de la vida humana. ¿Vivimos por la fama? ¿Por el dinero? Toda la prosperidad y la riqueza del mundo duran solo unas décadas. ‘No puedes traer estas cosas contigo al nacer ni llevártelas después de la muerte’. Las emociones y los sentimientos no son fiables.

¿Por qué estamos aquí? ¿Es posible que no haya ninguna verdad eterna en este mundo? Todos los días reflexionaba sobre esto una y otra vez, pero no había respuestas.

Empecé a tener problemas de salud. Primero, tuve una grave sinusitis. Estaba congestionado y tenía que dormir con la boca abierta. Tosía a menudo y me dolía la garganta, me picaban los oídos y tenía dolores de cabeza, cervicales, pie de atleta y hemorroides. Tenía los ojos rojos e hinchados. Comer cualquier cosa fría me provocaba dolor de estómago y tomaba todo tipo de medicamentos. Sin embargo, lo más doloroso de todo era que no podía averiguar cuál era el propósito de mi vida.

Pasaron varios años. Un día, sentí la necesidad de volver a leer Zhuan Falun. Después de tantos años, había olvidado lo que decía el libro. Dada mi situación, no había forma de conseguir una copia y no mencioné mi deseo a nadie, pero, milagrosamente, una copia del libro pronto llegó a mis manos.

Cuando volví a leerlo, me sentí como un niño perdido que por fin ha encontrado su hogar. Respondía a todas mis preguntas, incluso sobre el origen de la vida y el verdadero significado de la vida humana. Supe que el único criterio para discernir el bien y el mal es Verdad-Benevolencia-Tolerancia.

También leí el libro Nueve comentarios sobre el Partido Comunista. Comprendí cómo era el PCCh y por qué perseguía a los practicantes de Dafa.

Después de que mis preguntas y dudas más profundas fueron respondidas y resueltas, traté de seguir los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia en mi vida. En dos semanas, mi cuerpo volvió a estar libre de enfermedades. Sentí que todo mi cuerpo volvía a ser ligero.

Y lo que es más importante, encontré la paz interior. Creo firmemente en Falun Dafa y en el Maestro Li. En el trabajo y en mi vida personal, siempre recuerdo que soy un practicante. A medida que mi carácter mejoró, mis familiares y mis amigos también se vieron favorecidos.

Me convertí en un reputado profesor de matemáticas en mi ciudad natal. No importaba dónde trabajara, en escuelas privadas o públicas, era bien recibido por los padres y otros profesores. Muchos padres decían que, después de que sus hijos se convirtieron en mis alumnos, habían mejorado no solo en matemáticas sino también en su carácter. Muchos profesores consiguieron que sus propios hijos fueran mis alumnos.

Después de mudarme a Australia, me uní a un proyecto que hace llamadas telefónicas a China. Quiero salvar a más chinos que han sido envenenados y con el cerebro lavado por las mentiras del PCCh. Los fines de semana suelo ir al barrio chino de mi localidad para aclarar la verdad a la gente. Como joven tengo un miedo muy arraigado a "perder la cara", así que no me resulta fácil estar en la calle y hablar con la gente, sobre todo cuando a veces se niegan a aceptar los folletos que reparto. Algunos incluso me dicen groserías. Pero he continuado, ya que sé que no hay nada más importante que hacer que más gente entienda la verdad.

Un último comentario

A lo largo de todos estos años de vivir bajo la persecución, muchos de los practicantes que conozco han sido arrestados por el PCCh en múltiples ocasiones, algunos fueron obligados a realizar trabajo esclavo, otros fueron torturados y otros perdieron la vida.

Sin embargo, no hay resentimiento en mi corazón. Los practicantes de Dafa se han opuesto valientemente a esta brutal persecución de la manera más pacífica, porque queremos que la gente conozca la verdad, se aleje del mal y elija un futuro brillante para sí. No tenemos objetivos políticos.

Espero que todos los seres conscientes descubran la verdad antes de que sea demasiado tarde. El mal será castigado, ¡y espero que más personas buenas sigan a salvo!

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