(Minghui.org) La prisión de mujeres de la provincia de Xinjiang, solía llamarse la segunda prisión de Xinjiang, ha sido un lugar donde se persiguen a practicantes de Falun Dafa durante las últimas dos décadas.

Falun Dafa también llamado Falun Gong, es una disciplina espiritual  perseguida por el régimen comunista chino desde 1999.

En esta prisión se practicaban varias formas torturas, como la alimentación forzada a practicantes con agua de ají picante, colgarlos, obligados a estar en pie quietos y sin moverse y a matarlos de hambre. La Sra. Zhao Shuyuan una ingeniera de Karamay, Xinjiang, falleció a los 83 días de entrar en prisión.

Después de que estos crímenes fueron expuestos al mundo exterior, algunos de los autores involucrados en la persecución han restringido sus acciones. No obstante, desde que Chen Quanguo se convirtió en el 2016 en el secretario del partido comunista de Xinjiang, la prisión ha aumentado sus esfuerzos para perseguir a los practicantes de Falun Dafa y a la minoría Uigur.

Control estricto

Todos las practicantes de Falun Dafa encarceladas fueron obligadas a asistir a un “estudio” para aprender la propaganda contra Falun Dafa. Luego fueron obligadas a escribir varias declaraciones para renunciar a su fe e informar de sus pensamientos.

Si alguna practicante se negaba a renunciar a su fe o protestaba por su encarcelamiento ilegal negándose a seguir las órdenes, era puesta bajo un estricto control.

Bajo el estricto control, las practicantes eran castigadas con el confinamiento solitario, con largo tiempo en pie, sin visitas, sin llamadas, sin escribir cartas, con la reducción del tiempo de comida a solo unos minutos y con la privación del aseo, del cepillado de los dientes, del baño y de la limpieza de la ropa.

El control estricto duraba de uno o dos meses, pero podía durar un par de años para algunas practicantes. Después de eso, quedaban desfiguradas y demacradas. A algunas se les prolongaba la condena una vez que esta finalizaba.

La inspección especial no permite la privacidad

Las guardias de la prisión a menudo realizaban inspecciones repentinas, a veces dos o tres veces a la semana. Se echaba a todas las reclusas de la celda a inspeccionar. Luego las guardias sacaban todas las sábanas, ropa de cama, lavabos y cajas de almacenaje y las daban vuelta.

Cuando las reclusas volvían a entrar, les ordenaban quitarse sus ropas, capa por capa, hasta que se quedaban desnudas. Luego les decían que se pusieran de cuclillas con las manos detrás de la cabeza y que saltaran tres veces. Las guardias revisaban el vello de sus axilas y el vello púbico para asegurarse que no habían sido arrancados, ya que el 90 por ciento de las detenidas eran Uigures que seguían las costumbres del Islam de quitarse el vello de las axilas y del pubis lo cual no se les permitía hacerlo en prisión. A veces las guardias incluso utilizaban linternas para examinar a las prisioneras, y también obligaban a las reclusas que tenía el periodo a abrir sus toallas menstruales, lo cual era extremadamente humillante para las detenidas.

Se instalaron cámaras de vigilancia de alta definición en los baños con la excusa de vigilar que las detenidas no sufrieran ningún daño. Los guardias masculinos podían vigilar libremente estas cámaras. Una vez se escuchó a un vigilante alardear: “Puedo ver a cualquier reclusa que se esté duchando en la prisión cuando lo desee”.

Duras condiciones de vida

Muchos Uigures fueron arrestados en agosto del 2017 cuando Chen Quanguo llevó a cabo el movimiento para mantener la estabilidad social en Xinjiang. La prisión se llenó de repente.

Una celda abarrotada de menos de cuarenta metros cuadrados, con una capacidad para 18 personas se llenó hasta con 32 personas. Originalmente había literas de dos niveles que fueron remodeladas como literas de tres niveles. Unieron dos colchones con la litera inferior para que durmieran cuatro personas o a veces cinco. Las personas que dormían en el suelo cubrían cada centímetro del suelo, si alguien quería ir al baño en mitad de la noche no había espacio para andar. El aire de la celda era horrible. Más tarde, hubo un brote de tuberculosis.

Durante el día, todas eran obligadas a sentarse en el suelo sin andar durante 16 horas. Una persona traía la comida para todas las que estaban en la celda. Debían tener cuidado al comer ya que fácilmente podía derramar la comida en la espalda de la persona de enfrente.

A un guardia se le escapó y reconoció que la cafetería de la prisión tenía una capacidad para 5.000 personas y que tenía que cocinar para más de 10.000.

Varios métodos e instrumentos de tortura

Las practicantes de Falun Dafa fueron torturadas en la prisión: fueron obligadas a mantenerse en una postura militar o en cuclillas durante largos periodos de tiempo, no se les daba comida suficiente, eran privadas de su derecho de comprar cosas, eran alimentadas a la fuerza con agua de ají picante, o eran atadas al banco de tigre (vea la ilustración de más abajo). Algunas practicantes tenían una mano esposada a la litera superior y la otra en la litera inferior, imposibilitándoles levantarse o ponerse de cuclillas. Algunas tenían sus extremidades atadas a la cama en la posición de águila extendida durante mucho tiempo y solo eran liberadas cuando necesitaban usar el baño. Otras eran electrocutadas mientras eran torturadas.

Banco de tigre.

Las uigures que persistían en seguir sus tradiciones religiosas como limpiar sus cuerpos o rezar , eran obligadas a llevar un brazalete eléctrico. Cuando los guardias activaban el brazalete de manera remota, ellas recibían una descarga eléctrica y se revolcaban por el suelo. Muchas fueron obligadas a llevarlos durante unos meses. A aquellas que seguían sus tradiciones religiosas a veces se les ponían guantes eléctricos para electrocutarles las manos.

Los chalecos eléctricos también se utilizaban como instrumentos de tortura.

Solo se permite hablar mandarín

A todas las detenidas se les exigía que hablaran en chino y para las uigures era obligatorio aprender mandarín. Una uigur que hablara accidentalmente una palabra en su idioma era castigada. A los familiares y parientes no se les permitía hablar en uigur durante las horas de visita. La visita acababa si escuchaban una palabra en uigur. Algunos visitantes viajaban miles de kilómetros para reunirse con sus familiares y solo podían mirarse entre lágrimas si uno de ellos no hablaba chino.

Muchos uigures tienen varios familiares encarcelados, dejando a los ancianos y a los niños desatendidos. Con estas duras condiciones y con el trato inhumano recibido, muchos uigures sufrieron trastornos mentales.