(Minghui.org) A mediados de octubre de 2017, iba a visitar con frecuencia a mi padre al hospital. La enfermera me dijo que se había infectado de sarna, y que incluso se había propagado a su cuidador personal y a varios miembros de mi familia.

Al oír esto, le respondí inmediatamente: "También encontré una erupción roja en mi cuerpo". A raíz de aquel pensamiento, pronto empezaron a aparecer sarpullidos por todo mi cuerpo.

Como practicante de Falun Dafa, mi estado de cultivación era pobre en aquel momento, y además tenía un corto entendimiento del Fa. Así que seguí los consejos de amigos y familiares, y empecé a usar remedios de la gente común para aliviar la picazón. También me cambiaba la ropa todos los días, la lavaba con agua caliente y la secaba a altas temperaturas. Luego limpié la lavadora con desinfectante. Mi marido, también practicante de Dafa, comentó: "Lo estás enfocando con el pensamiento de una persona común".

Debido a que no cumplía con los requisitos de una practicante, mis síntomas empeoraban día a día. La picazón se hizo tan fuerte que encontraba dificultad para dormir. La situación me hacía llorar tanto que afectaba mi trabajo.

Cuando me di cuenta de mi error, comencé a poner más esfuerzo en practicar la cultivación, pero como lo hacía con la esperanza de curar mi enfermedad, mis esfuerzos no obtuvieron mucha mejoría.

En noviembre, la sarna se había extendido a mis manos. Muchos de mis colegas del trabajo sabían que yo practicaba Falun Dafa, así que tal estado no era algo positivo para la reputación de Dafa.

En cierto momento, mi condición empezó a afectar tanto a mi trabajo que me tomé dos días libres. Pasé todo el tiempo estudiando el Fa y practicando los ejercicios en casa. Aunque mis esfuerzos aliviaron mi malestar físico no tuvieron ningún efecto sobre la sarna. La picazón y el dolor se volvieron tan insoportables que me tomé otro día libre en el trabajo para descansar.

Al día siguiente, el Maestro arregló que leyera un artículo sobre la "resistencia". Me sorprendí al darme cuenta de cuánto sufrimiento puede soportar una persona ordinaria. Entonces yo, como cultivadora, tenía que mantenerme a un nivel más alto. Decidí seguir trabajando a pesar de las dificultades que encontraba para sobrevivir cada día.

Mi esposo me dio consejos pacientemente durante todo el proceso. "Deja de tratar esto como la enfermedad de una persona común. Esta es una manifestación del ye y solo a través del sufrimiento se puede eliminar el ye. Deja de tratarte como una persona común y empieza a cambiar tu forma de pensar". Sin embargo, sus palabras cayeron en saco roto.

Después de algún tiempo, experimenté dos sueños muy reales.

En el primer sueño, caminaba por un lugar muy extraño, donde había criaturas enormes y anormales. A pesar de mi temor, mantuve mis pensamientos rectos firmes y deposité mi confianza en el Maestro. De esta manera, pude pasar ilesa entre aquellas criaturas y seguir atravesando el camino sin ningún percance, pese a que oleadas de engendros cada vez más grandes y extraños me salían al paso. Después de muchos asaltos, finalmente pude dormirme. De este incidente, aprendí que los pensamientos rectos fuertes eran esenciales para pasar cualquier tribulación.

En mi segundo sueño, tuve que pasar junto a unas bestias gigantescas y feroces. Con pensamientos rectos afianzados en mi mente, me las arreglé para superar oleadas y oleadas de fieras, cada una de las cuales era más temible que las anteriores. Después de que muchas oleadas de criaturas quedaron atrás, llegué a un hermoso lugar con cielos azules y nubes blancas. En esta ocasión, aprendí que aunque la enfermedad estuviera devastando mi cuerpo en oleadas, si mantenía pensamientos rectos fuertes, el Maestro me guiaría hacia la cura. Intensifiqué mis esfuerzos para enviar pensamientos rectos y memorizar el Fa.

Aunque noté mucha mejoría en mi estado mental y en la comezón de mi piel, cada vez que me lavaba la cara y el cuerpo recordaba mi condición. A pesar de esforzarme durante un mes, la erupción se negaba obstinadamente a desaparecer. Mi convicción comenzó a tambalearse, y comencé a administrarme medicamentos, diciéndome: "Aunque confío en el Maestro y en el Fa, mi nivel es limitado. La medicación me ayudará a controlar mi enfermedad, después de la cual me cultivaré diligentemente hasta ponerme al día".

La medicación resultó ser efectiva, y mi estado mejoró drásticamente en dos semanas. Sin embargo, tres días después de que dejé de aplicarme el medicamento, el sarpullido regresó multiplicado, junto con el dolor y la picazón. Las ampollas que rodeaban mi cintura volvieron a crecer incluso más grandes que antes, y comencé a desarrollar ampollas y sarpullidos rojos y brillantes en los dedos. Casi sufrí un colapso mental en ese momento. Pero pronto me recompuse para estudiar el Fa y practicar los ejercicios de forma intensiva.

Pero, seguía observando esto como la enfermedad de una persona común y corriente, e incluso albergaba esperanzas de encontrar una cura a través de la medicina. Habiendo perdido la fe en mis habilidades para manejar esto a través de la práctica de la cultivación, me dispuse a pedir una cita en el hospital.

Sin embargo, resultó no haber horarios de consulta disponibles hasta el martes de la semana siguiente.

Ese domingo por la noche, después de terminar los ejercicios y el estudio del Fa, me arrodillé ante la foto del Maestro y le rogué que me salvara. Le pedí que me curara las manos, para poder continuar con mi trabajo y hacer las tareas domésticas. Antes de ir a dormir, le prometí al Maestro que iría a trabajar al día siguiente si mis manos estaban curadas.

Me desperté alrededor de las 4:00 a. m. y miré mis manos. Un milagro había ocurrido realmente: Las ampollas y los sarpullidos rojos se habían reducido. Empecé a llorar. Me sentí inmensamente agradecida por la compasión del Maestro.

Cumpliendo con mi promesa, fui a trabajar aquella mañana y cuando regresé a casa le dije a mi esposo que no iría al hospital el martes, para su alivio.

Encontré que mi estado cambiaba al tiempo que mis pensamientos, y que estos no mejoraban porque no había estado estudiando diligentemente el Fa sino que me había acostumbrado a pensar como una persona común. A los pocos días un par de ampollas aparecieron en mis manos. Al verlas, seguí las enseñanzas del Maestro y me recordé que debía mantenerme firme, ya que las ampollas eran solo falsas manifestaciones para probar mi fe en Dafa. Entonces las ampollas desaparecieron rápidamente. Aunque mis manos ya habían sufrido una gran mejoría, el resto de mi cuerpo seguía igual.

El fin de semana siguiente, durante la cena, recuerdo haberle dicho a mi marido: "Mi cultivación ha mejorado, pero mi sarna sigue propagándose. No he visto ninguna mejoría".

Sin embargo, cuando eché un vistazo a las erupciones en mi brazo antes de acostarme, me sorprendí al ver que se habían suavizado y convertido en manchas oscuras. Lo mismo se fue repitiendo en el resto de mi cuerpo. Entonces caí en la cuenta de que el Maestro me estaba ayudando una vez más y que había realizado el milagro imposible. 

Mi sarna desapareció completamente en tres meses, y conseguí elevarme significativamente en mi cultivación, mientras eliminaba los numerosos apegos humanos a lo largo del camino.