(Minghui.org) En 2015, a la edad de 21 años, me diagnosticaron cáncer de ovario. Era el fin del mundo para mí y perdí toda esperanza; mi familia también. Después de la cirugía, el médico dijo que necesitaba someterme a quimioterapia cuatro veces, y que eso era solo el comienzo. Pasé todo mi tiempo en el hospital con agujas y tubos dentro mío. Vomité, sudé profusamente y tuve fiebre. Perdí más de dieciocho kilos después de tres aplicaciones y los resultados no fueron buenos.

De repente recordé a mis abuelos. Mi abuelo tiene 77 y mi abuela, 70. Ambos son practicantes de Falun Dafa, están saludables y llenos de energía. Mi abuelo solía llevar consigo muchas medicinas por su hipertensión, diabetes, enfermedades cardíacas y dérmicas. A través de la práctica, sus dolencias desaparecieron y nunca más necesitó drogas. Decidí aprender Falun Dafa.

Mis padres no querían dejarme practicar porque fueron engañados por la propaganda del régimen chino, que difamó a la disciplina. Trataron de forzarme a ir a Beijing en busca de otras terapias. Yo sabía que solo Falun Dafa podía salvarme, tiré todos los medicamentos y fui a vivir con mis abuelos ese mismo día.

Después de estudiar las enseñanzas de Falun Dafa, comencé a hacer los ejercicios. En dos días mi cuerpo comenzó a ser purificado. Cada jornada, después de hacerlos, me empapaba en sudor que olía a las drogas de la quimioterapia y a otras medicinas que había ingerido, mi cabello estaba muy mojado.

En los días siguientes vomité un líquido amarillo y mis heces fueron negras. Insistí en hacer los ejercicios cada día sin importar lo terrible que me sentía. Tuve en cuenta las palabras del Maestro: “Difícil de soportar, se puede soportar; difícil de hacer, se puede hacer” (Zhuan Falun).

Una semana después me encontraba mucho mejor. Me di cuenta que era el momento de quitar la vía para la quimioterapia y los tubos que me habían implantado. En el hospital, el médico no quiso hacer el procedimiento, diciendo que era demasiado joven para renunciar al tratamiento. Finalmente accedió, ya que insistí.

Mi salud mejoró día a día, y en dos meses fui capaz de trabajar nuevamente. Mi cabello creció negro y recuperé alrededor de siete kilos, estaba llena de energía y mi tez resplandecía.

El Maestro Li, el Fundador de la disciplina, me dio una segunda oportunidad en la vida y me rescató de la desesperanza, dándome el regalo más precioso de Dafa. Familiares y amigos que fueron testigos de cómo me recuperé del cáncer de ovario, llegaron a creer en los milagros y en el poder curativo de Falun Dafa. Muchos se volvieron practicantes. Estoy determinada a transitar diligentemente el camino que el Maestro arregló para mí.