(Minghui.org) Empecé a practicar Falun Dafa (también conocido como Falun Gong) con mi madre en 1998, cuando solo tenía unos pocos años. A lo largo de los años, he visto muchas escenas extraordinarias en otras dimensiones, algunas de las cuales me gustaría compartir aquí.

"Cincuenta"

Cuando era niño, visité Nantianmen [también conocida como La Puerta Sur del Cielo, en la leyenda de China, Nantianmen es el primer acceso importante de entrada al palacio celestial] en otra dimensión. Recuerdo estar de pie ante la entrada, de un color rojo brillante, sintiéndome temeroso.

Un dragón dorado grabado en un pilar de la puerta me clavaba la mirada y, por mucho que lo intentara, no podía esquivarla. Sentí como si el dragón estuviera tratando de enseñarme alguna lección. Sin importar si hacemos buenas o malas obras, nada puede escapar a la mirada del Cielo. Una atmósfera santa impregnaba la entrada y sus alrededores, aunque su interior parecía deshabitado.

Cuando me alejé de Nantianmen, de repente me encontré con una multitud de personas de pie ante mí. Estas personas lucían blancas y transparentes, semejantes al concepto de almas humanas. Sin embargo, a diferencia de los humanos normales, emanaban compasión. Se movían siguiendo una gran pared blanca, que tocaban por turnos con premura. Picado por la curiosidad, también me adelanté a tocar la pared y entonces vi aflorar el número "cincuenta" en su superficie.

El significado de ese número sigue siendo un misterio para mí. Tengo un ligero indicio de que podría estar relacionado con el tiempo. Tal vez sea una señal de que el tiempo es limitado y deberíamos aprovechar la oportunidad que se nos ofrece de cultivarnos.

Otro purgatorio dimensional

Una vez visité otra dimensión del mundo humano. Colores oscuros y un cielo sombrío invadían esta dimensión. Parecía un sitio muy deprimente. La mayoría de los habitantes habían perdido sus almas, mientras que sus cuerpos vagaban errantes como zombis.

Las únicas personas que permanecíamos despiertas y habíamos conseguido retener nuestras almas éramos practicantes de Falun Dafa, pero en una cifra tan pequeña que estimé que seríamos menos de uno entre diez mil.

Como practicantes de Falun Dafa, mi madre y yo pertenecíamos al grupo de los que estábamos despiertos. En contraposición, mi padre existía como una persona sin alma. Aunque había renunciado al partido comunista chino, seguía defendiendo firmemente sus ideales. Cada practicante de Falun Dafa tenía un ejemplar del libro Zhuan Falun. Cuando los practicantes tocaban físicamente a cada zombi con su libro, una porción de su conciencia se despertaba. Sin embargo, algunos estaban tan perdidos que no podían ser despertados, sin importar cuánto lo intentáramos. Mi padre fue uno de aquellos que no despertó.

Un espíritu extremadamente maligno residía en aquella dimensión. Era una encarnación del diablo, un portavoz de satanás y del malvado espectro comunista. Conducía un taxi, desde el cual arrojaba gente sensata a ese mundo sombrío. El espíritu maligno me observó con odio e ira. Como se sentía incapaz de convertirme en uno de los "desalmados", quería matarme. Parecía no tener miedo de que el fashen del Maestro me estuviera protegiendo. El espíritu maligno veía a los humanos como herramientas que usar a voluntad. Atrapó a una mujer de pelo largo, sin alma y trató de usarla para hacerme daño. En el momento en que entramos en contacto, parte de la mujer sin alma comenzó a disolverse en humo. Sentí dolor y tristeza al ver esto, ya que sabía que su cuerpo y su alma serían completamente eliminados.

Advertí que los espíritus malignos no podían entrar en los cuerpos de los practicantes de Falun Dafa, e incluso eran eliminados si entraban en contacto. Los seres conscientes despiertos, por otra parte, tenían que permanecer vigilantes. Los espíritus malignos podrían convertirlos en zombis si bajaban la guardia. En la escena final, vi un pequeño y colorido tren que transportaba a los practicantes de Dafa lejos de ese mundo sombrío.

Graves repercusiones después de dar un paso en falso

En otra experiencia, vi que una vez había sido un ave fénix blanco. Un discípulo compañero, un fénix rojo, me acompañaba. Éramos aves espirituales que vivían en los reinos celestiales.

Un día, el Maestro nos llamó repentinamente a su lado. Llegué antes que mis compañeros y comprendí que el Maestro tenía la intención de enseñar el Fa celestial en el mundo humano. En ese instante, experimenté una sensación de celos. No quería que mi compañero discípulo obtuviera el Fa y pudiera hacerse más fuerte que yo. Por eso, creé dos pájaros rojos que envié para que le interceptaran en su camino. Retrasé su descenso al reino humano con la esperanza de negarle la oportunidad de obtener el Fa.

Cuando mi compañero llegó finalmente, el Maestro le preguntó: "¿Por qué llegaste tarde?". Contestó que dos pájaros le habían bloqueado el paso. En ese momento, sentí claramente que el Maestro sabía que yo era el responsable, pero no me dijo nada. Tal vez Él sabía que esto resultaría en una difícil tribulación en mi camino de cultivación.

De acuerdo a mis deseos, mi compañero discípulo llegó al mundo humano después que yo. Ambos nos convertimos en discípulos de Buda Shakyamuni. Quizás por nuestra historia pasada, mis sentimientos hacia él resultaban extraños. Ni me gustaba ni me disgustaba, pero sabía con certeza que no quería conocerlo. Si fuéramos a vivir en la misma ciudad, sin pensarlo me mudaría a otra ciudad. Me esforzaba mucho para no verlo.

Debido a que actué por celos y continué huyendo de mi error mientras me cultivaba en el mundo humano, se me prohibió entrar en la tierra santa de Buda, aunque me encontraba a solo un paso del umbral. No importaba lo rápido o lo alto que volara, era incapaz de romper esa barrera invisible que bloqueaba mi camino. Debido a que fracasé en confrontar mi error, fui incapaz de alcanzar la iluminación.

De estas experiencias, aprendí la importancia de enfrentarme a todos mis defectos. Espero que los seres conscientes aprendan a atesorar esta oportunidad concedida en el período de rectificación del Fa, y aprecien sus vidas eligiendo el camino correcto.

Finalmente, me gustaría disculparme por mi fechoría. Mi compañero discípulo, por favor, acepta mis disculpas.