(Minghui.org) Antes de empezar a cultivar Falun Dafa, mi vida estaba llena de dolor, dificultad y frustración. Mis múltiples enfermedades me habían hecho perder el valor para vivir.

En 1986, tenía 35 años. Mientras mis compañeras disfrutaban del mejor momento de sus vida, repletas de salud y energía, a mi me diagnosticaban más de 10 enfermedades graves, incluyendo inflamación del esófago, estómago, vesícula biliar, intestino y enfermedad hepática. No podía digerir alimentos fríos, porque me ocasionaban diarrea. Ni siquiera podía sentarme en una silla fría. Si lo hacía, por la noche acababa sufriendo diarrea.

Mis dolencias también me causaban insomnio. En solo tres meses, mi peso bajó de 55 kilogramos a poco más de 35 kilogramos. Probé todo tipo de terapias, occidentales y chinas, píldoras, inyecciones, acupuntura, masajes, qigong, hierbas... pero ninguna funcionó. Mi salud empeoraba.

En agosto de 1995, desarrollé una enfermedad cardiaca reumática aguda y un extraño dolor en los huesos. Era alérgica a la penicilina, pero resultaba que el resto de los antibióticos no conseguía erradicarme la fiebre ni la infección bacteriana. Todos los días sufría de fiebre, dificultad respiratoria, edema, dolor en los huesos y dolores de cabeza.

Tenía que tomar somníferos pero, aún así, con frecuencia me despertaba dos o tres horas después debido al dolor. Los fármacos que tomé me ocasionaron todo tipo de efectos secundarios. Tenía la cara hinchada, debajo de los ojos tenía surcos amoratados, y mis labios también lucían oscuros. Sentí que mi vida se estaba acercando al final. Volqué todas mis esperanzas en que se produjeran avances en el campo de la investigación médica, pero los doctores no dejaban de darme malas noticias.

Mi familia me cuidaba, pero como no quería seguir siendo una carga para ellos, hasta pensé en terminar con mi vida. Un día, mi madre me llevó a dar un paseo. Una amiga suya pensó que yo era su hermana mayor, porque tenía el pelo blanco y la piel arrugada. Profundamente avergonzada, sentí como si me hubieran echado un cubo de agua fría sobre la cabeza. En aquel momento, pude ver la imagen de mis padres asistiendo a mi funeral.

Después, mientras estaba reflexionando sobre aquella visión y la muerte, me visitó un amigo. Me habló del asombroso poder curativo de Falun Dafa, y dijo que el sitio de ejercicio local iba a organizar una proyección de un video del Maestro Li Hongzhi (el fundador de Falun Dafa) dando una conferencia esa misma noche. Me sugirió que lo probara.

Mi marido me llevó a la proyección de la conferencia. En la sala, observé grandes imágenes del símbolo Falun y pancartas que decían “Verdad-Benevolencia-Tolerancia“. El ambiente era sagrado y tranquilo. Me sentí cómoda. Después de dos horas de conferencia, me sentí completamente relajada. Le rogué a mi esposo que se fuera a casa a preparar la cena, mientras mi amiga y yo íbamos caminando a casa.

Una vez en casa, traté de meditar. Tan pronto como me senté, sentí que a través de todas mis articulaciones y poros irradiaba una energía fría. Era frío y doloroso, pero me hacía sentir feliz, porque sabía que el Maestro Li estaba purificando mi cuerpo.

Una semana después, mi inflamación había desaparecido y los huesos ya no me dolían. Podía dormir y hasta recobré el apetito. Algunas semanas más tarde, todas mis enfermedades se curaron. Mi cara, antes pálida, irradiaba salud.

¡Es tan asombroso! Nunca hubiera imaginado que alguien como yo, una persona al borde de la muerte, disfrutaría de tan buena salud algún día. Soy tan afortunada. El Maestro Li renovó mi vida. No existen palabras que describan el agradecimiento que siento hacia el Maestro Li.

Durante mucho tiempo, tras curarme, no podía contener las lágrimas cuando practicaba los ejercicios de Falun Dafa. Estoy tan agradecida al Maestro... Ningún idioma puede expresar mis sentimientos. Decidí cultivarme diligentemente, para siempre. Solo así puedo agradecerle al Maestro Li por darme una segunda vida.