(Minghui.org) Soy familiar de un practicante de Falun Dafa. Tengo 45 años. Hace siete años, mi hija falleció. Mi marido y yo nos encontrábamos desolados por su pérdida. Nuestro estado se veía agravado por el hecho de que me habían diagnosticado recientemente un tumor uterino, que me impedía tener más hijos.

Mi primo y su cuñada son practicantes de Falun Dafa. Tras escuchar la situación en la que me encontraba, me hicieron una visita. Me hablaron sobre Falun Dafa, y sobre cómo La Farsa de la Autoinmolación en la Plaza de Tiananmen había sido orquestada por Jiang Zemin, el exlíder del partido comunista.

Mi marido y yo creímos lo que nos contaron. Antes de despedirse nos dijeron: “Ahora que saben la verdad, pueden pedirle al Maestro Li Hongzhi, el fundador de Falun Dafa, que los ayude. Pero deben hacerlo con sinceridad”.

Suplicamos: “Maestro, perdimos a nuestra pequeña. No puedo concebir más niños. Usted es nuestra única esperanza de tener otro hijo”.

Nuestra confianza se vio recompensada, y en menos de un mes me quedé embarazada. Mi marido y yo estábamos extremadamente ilusionados. Mi primo y mi cuñada también se alegraron mucho cuando recibieron la noticia.

Aún así el tumor uterino no desapareció, sino que continuó creciendo a medida que lo hacía el feto. De hecho, crecía a mayor velocidad que el feto. Cuando cumplí cuatro meses de embarazo, me hospitalizaron junto a otras diez mujeres que también padecían la misma clase de tumor. Desafortunadamente, los fetos de las demás mujeres fueron encontrando la muerte. Al final, solo quedamos dos de nosotras en la sala del hospital.

Mi marido y yo empezamos a perder la fe. Incluso los médicos nos dijeron que un feto no conseguiría sobrevivir en tales condiciones.

Mi marido llamó a mi primo y le preguntó qué debíamos hacer. Empezaron a visitarnos para animarnos. Cada día, me rogaban que recitara, con honestidad: ”Falun Dafa es bueno. Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno”. Ya que sabía que este niño me lo había concedido el Maestro, empecé a repetir: “Falun Dafa es bueno”. Incluso empecé a escuchar las conferencias, en audio, del Maestro.

Cuando cumplí los siete meses de embarazo, los médicos y enfermeras empezaron a someterme a pruebas diarias. Me examinaban constantemente.

El médico jefe me dijo, a los siete meses y medio de embarazo: “¿A qué dios venera su familia? Lo pregunto porque este es el primer feto que logra sobrevivir en una situación tan delicada como la suya”.

Temía que tuviera algo en contra de Falun Dafa, así que no le conté la verdad. Siempre que venía a examinarme me preguntaba: “Así que cree en Buda”. A lo cual le respondía que sí. Planeó practicarme una cesárea cuando el feto cumpliera los ocho meses y medio.

La intervención fue un éxito, y nació una bebé muy saludable. El médico expresó: “Ha batido el récord. Nadie ha sido capaz de mantener con vida el feto durante tanto tiempo padeciendo sus dolencias. Usted ha sido la única en toda la historia de este hospital”. Mi hermana afirmó: “Se lo ha concedido el Maestro”.

En señal de gratitud hacia el Maestro, llamamos a mi hija: “Fa Bao” (Una de las joyas de la Gran Ley). Ya tiene siete años y es muy inteligente. Obtiene muy buenas calificaciones y le gusta cantar las canciones de los practicantes de Dafa.

Gracias Maestro, por concedernos una bebé tan encantadora que hace que nuestra familia esté completa. No tenemos palabras para expresar nuestra gratitud.