(Minghui.org) Mi hijo era un niño difícil. No obedecía las reglas en la escuela primaria. No le gustaba estudiar, así que le iba mal académicamente. A menudo sus maestros me pedían que me reuniera con ellos, debido a su mala conducta.

Como practicantes de Falun Dafa, mi esposo y yo teníamos grandes expectativas para nuestro hijo y pensamos que sería un niño excelente, ya que había nacido en una familia de practicantes. Le pedimos que memorizara poemas de Hong Yin cuando era joven, y le explicamos los principios de Falun Dafa. Sin embargo, su comportamiento no era nada satisfactorio. Era perezoso, travieso y mentía. Trató de dejar los estudios, y cada vez que hablábamos con sus maestros, nos sentíamos molestos y enojados con él. No sabíamos por qué actuaba así. A veces le gritábamos y le dábamos algún coscorrón, pero aún así, no cambiaba.

Cuando hablé con otros practicantes sobre él, me dijeron que el comportamiento de los niños refleja el estado de cultivación de los padres, así que los padres deben buscar en su interior para encontrar sus apegos. Antes de eso, no creía que los problemas de mi hijo tuvieran nada que ver conmigo. Enfaticé: "Se me hará responsable si no educo bien a mi hijo", al mismo tiempo que descuidaba eliminar mis propios apegos. A menudo observaba sus defectos y me irritaba que no cambiara. Siempre me quejé a mi familia y a otros practicantes de que mi hijo era una de mis grandes preocupaciones. Sin embargo, no me daba cuenta de que era el mayor de mis apegos.

Empecé a mirar hacia adentro y a reflexionar sobre lo que había hecho hasta ese momento. Vi que tenía apego al sentimentalismo; no me habría enfadado tanto si el hijo de otra persona se hubiera comportado de tales maneras. Debido a que era mi hijo, me movía fácilmente hasta no poder controlarme.

El Maestro nos enseñó:

"Alguien dice: «Es difícil llevar a cabo este Ren, tengo mal temperamento». Si tienes mal temperamento, entonces cambia; quien refina gong tiene que ejercer Ren. Hay personas que cuando educan a los hijos también se enfadan, los regañan haciendo tanto ruido que casi voltean el cielo; cuando educas a tus hijos no tienes que actuar de esa manera, no debes enfadarte realmente, debes educar a tus hijos con más racionalidad, así podrás educarlos verdaderamente bien" (Zhuan Falun, Novena Lección, Las personas de gran cualidad innata).

Sabía que tenía que ser racional -en lugar de emocional- para mirar hacia dentro con total claridad y usar una mejor manera para disciplinar a mi hijo. Le hablé a mi esposo acerca de cambiar nuestras formas anteriores de educarlo y dejar ir la emotividad. Así, cuando su maestro nos daba malas noticias sobre él, me recordaba que debía controlar mis emociones y educarlo como educaría al hijo de cualquier otra persona. Intenté manejar estas situaciones de esta manera varias veces y obtuve buenos resultados.

Antes, cuando nos enojábamos y lo regañábamos, se mostraba inconsciente y no aceptaba lo que decíamos. Parecía que había un escudo a su alrededor, y no podíamos comunicarnos con su corazón. Pero cuando le hablamos de manera racional, nos respondió y nos comunicó todo lo que le estaba pensando. Tras conversar, aceptó nuestros pensamientos sobre lo que veíamos correcto.

Me di cuenta de que tenía muchos apegos y nociones sobre criar a mi hijo. Esperaba que fuera recto, amable y tolerante. También me preocupaba si era inteligente, si lograba buenas puntuaciones, si era capaz o si podía tener un lugar sólido en la sociedad en el futuro. Todas estas eran nociones comunes, que tuve que dejar ir.

Nuestro hijo estudió mucho en su último año de secundaria. Le hablamos de la importancia de estudiar el Fa y de mantener la virtud. Entonces decidió estudiar el Fa durante media hora cada noche con nosotros después de terminar sus deberes.

Mi esposo y yo recobramos la confianza porque nuestro hijo se hacía más y más maduro. Nos dijo que se mantenía alerta sobre su comportamiento y que no estaba de acuerdo con los malos comportamientos de sus compañeros. Ahora estaba dispuesto a ayudar a otros. Vimos su mejoría y nos sentimos felices por él. Parecía que todo iba bien.

Tuvimos una discusión sobre cómo debería estudiar para sus exámenes. Pensé que debía enviar pensamientos rectos para asegurarse de que sus exámenes fueran sin problemas. Mi hijo, reconociendo la insensatez de mis palabras, se molestó por mi sugerencia. Después de nuestra discusión, le fue mal en su examen. Mi esposo entonces me recordó el Fa del Maestro: "Todas las cosas que experimentes en tu práctica de cultivación son buenas; estás estableciendo también tu poderosa virtud" (Exponiendo el Fa en el Fahui del Este de los Estados Unidos).

Me volví consciente e, inmediatamente, traté de abandonar el rencor que sentía hacia mi hijo por haberme señalado mis apegos, al tiempo que soltaba mi apego de que hiciera bien sus exámenes. Me dije que el resultado debe haber sido causado por los apegos a los que me aferré y que debería mirar seriamente dentro de mí. Pero ahora que había reconocido el problema, el incidente resultó ser algo bueno. De hecho, los tres entendíamos la situación claramente y éramos todos de la misma opinión: El Fa es sagrado y debemos comportarnos estrictamente como cultivadores.

Mi hijo pronto se inscribió en varias universidades, algunas más prestigiosas que otras. Ahora, independientemente de dónde fuera aceptado, los tres podíamos aceptar tranquilamente el resultado. Sorprendentemente, lo aceptaron en una prestigiosa universidad. Vimos su aceptación como la consecuencia de mirar hacia adentro y manejar nuestras vidas como cultivadores.

Mi hijo, aunque sorprendido por su carta de aceptación, se mostró tranquilo en los días siguientes. Sentí que era un poco extraño y le pregunté por qué no mostraba su felicidad. "No, no debería dejarme llevar por la felicidad, dijo. "Estar demasiado feliz también es un apego. Las cosas podrían cambiar si desarrollo un apego". Él sabía que tenía que contener su xinxing.