(Minghui.org) Soy el ingeniero jefe en una compañía de diseño arquitectónico en China. Empecé a practicar Falun Dafa en 1997, y durante los últimos 20 años he vivido siguiendo los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia, los cuales me transformaron. Pasé de ser una persona egoísta a un cultivador que considera primero a los demás y toma sus intereses personales con ligereza.

Mi empresa no puede pagarnos

Debido a la desaceleración de la economía durante los últimos años, algunas de nuestras empresas asociadas dejaron de invertir en nosotros. Así que la empresa se quedó sin fondos y el jefe no podía pagar nuestros salarios.

Uno de los constructores prometió que nos pagaría el importe del diseño si acabábamos completamente su proyecto, pero por aquel entonces muchos de los empleados ya habían dejado la compañía.

Dos jóvenes embarazadas le pidieron al jefe que les pagara lo que les debía y sus seguros de salud. El jefe les respondió que no podía pagarles hasta que el constructor le pagara a él. Las chicas querían demandarlo ante la justicia, pero un abogado les dijo que aunque ganaran el juicio no recibirían nada, ya que la empresa no disponía de dinero en su cuenta. También abandonaron la empresa.

Otro arquitecto borró de su computadora los planos de su diseño en cuanto dejaron de pagarle el sueldo. Cuando el jefe le pidió que los recuperara, dijo: “Lo haré cuando me pague”. El jefe insistió en que los planos eran propiedad de la empresa, pero el arquitecto no accedió a cumplir sus demandas. Al final no tuvo más remedio que renunciar a recuperarlos y buscar a otra persona para que los hiciera de nuevo.

Solo unos pocos empleados permanecieron en sus puestos, porque el jefe les había hecho algunas promesas. Fui el único que nunca habló con él sobre el asunto del salario.

Como practicante de Falun Dafa, pensé que el Maestro nos había enseñado a ser considerado con los demás, así que ni luché por el dinero, ni amenacé a mi jefe. Aunque no estaba totalmente conforme con todo lo que mi jefe argumentaba, me conduje en mitad de la crisis de una manera positiva.

Intenté observarlo desde su punto de vista: La empresa atravesaba dificultades. Si la dejaba, sentiría mucha presión si tenía que encontrar a otro arquitecto. Aunque encontrara a alguien que deseara trabajar sin cobrar, le llevaría mucho tiempo que esa persona aprendiera y manejara todo lo que yo atendía y ya había hecho. En este proyecto, todos me informaban de todo, y yo ensamblaba cada una de las partes, así que solo saber por donde empezar le hubiera resultado muy difícil a una persona nueva.

También intenté mirarlo desde la perspectiva de la constructora: El proyecto estaba casi terminado. Una vez que estuviera hecho, podía empezar a vender apartamentos y podría pagar a nuestra empresa. Mi jefe, a su vez, podría pagar a sus empleados.

Gracias a que cultivo Falun Dafa, entiendo que la riqueza de uno depende directamente de la virtud o del yeli de uno. Luchar por la riqueza no le garantiza a uno que la conseguirá, solo aquellos que toman el dinero con ligereza parece que siempre tienen bastante.

Una persona que ha comprendido bien este principio no teme que se aprovechen de él. Si alguien se aprovecha de ti, tú ganas de (virtud) y pierdes ye (karma), mientras que el que se aprovecha ganará ye y perderá de. El de, sin embargo, es el verdadero origen de la riqueza.

Así que permanecí tranquilo y nunca le exigí a mi jefe que me pagara, continué trabajando como siempre lo hacía.

Algunas veces, cuando tenía que viajar por mi trabajo, yo mismo me pagaba el transporte. Todos en mi empresa sabían que practicaba Falun Dafa, y me apoyaban.

Cuando fallan los demás

Cuando el proyecto se finalizó, la constructora encontró un error grave en el diseño. Comprobamos atentamente cada paso y descubrimos que el fallo, en realidad, lo había cometido el propio arquitecto de la constructora.

Este arquitecto no era una persona agradable. Él se mostró muy negativo con nosotros desde el principio, porque obviando sus recomendaciones, su jefe nos eligió a nosotros como los diseñadores para el proyecto. En realidad, le avisé de que este error existía, pero me ignoró.

Siempre se mostraba agresivo con los demás empleados de su compañía. Cuando su secretaria se enteró de que había cometido este error se alegró, porque pensó que lo despedirían.

Escribí un informe para mi jefe, en el cual le preguntaba si esto que escribí afectaría negativamente a este arquitecto. Me respondió: “Casi no podemos financiarnos. ¿Cómo puedes aún preocuparte por lo que le sucederá?”.

Le expliqué: “Este diseño son los frutos de nuestra colaboración con él. Además, tendrás que volver tratar con él en el futuro. Si le tratas bien, al final, te tratará bien”. Mi jefe asintió.

Escribí de nuevo el informe completo con honestidad y objetividad. El constructor se sintió satisfecho y no despidió a su arquitecto.

El arquitecto me llamó justo después. Fue muy respetuoso, era una persona completamente diferente a la que conocimos el primer día que nos reunimos.

Así que el proyecto finalmente se completó. No existían proyectos nuevos a la vista en ese momento, y comprendí que si me quedaba en la empresa sería un lastre, porque mi jefe tendría que pedir prestado para pagarme.

Si fuera pariente mío, no le haría incurrir en una deuda solo para que me pagara, así que le dije: “El proyecto finalizó, y vuelvo a casa. Puede llamarme si aparecen problemas”.

Gracias a que cultivo Falun Dafa, mi corazón podía permanecer tranquilo.

Una sorpresa en la cuenta del banco

Muchos meses después, pensé que debía cancelar mi tarjeta de crédito, ya que estaba asociada a la nómina que dejó de pagarme mi empresa. Como el jefe no me llamaba para decirme cuando me iba a pagar lo que me pertenecía, tampoco la usaba.

En el banco, el cajero imprimió los detalles de la cuenta y me pidió que los firmara. Me sorprendí.

Recordaba que tenía menos de 100 yuanes depositados en el banco, pero !me mostró un saldo de 60.000 (aproximadamente 10.000 dólares americanos)! Estudié los movimientos bancarios y me di cuenta de que mi jefe me había pagado hasta el último centavo de lo que me debía, aunque nunca me lo había dicho.