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Fahui de China | Las experiencias de una señora mayor

Mar. 3, 2017 |   Por un practicante de China

(Minghui.org) ¡Saludos, Maestro! ¡Saludos, compañeros practicantes!

Bajo la benevolente compasión del Maestro y guiada por Dafa, llevo 17 años transitando mi camino, durante este período de la rectificación del Fa. Ahora tengo 70 años. Desearía informar sobre mi cultivación al Maestro. Por favor, señálenme cualquier cosa inadecuada.

Obteniendo el Fa

En el otoño de 1994, me encontré con unos vecinos que iban de camino a un sitio de práctica de Falun Gong. Me pidieron que me uniera a ellos. Esto me marcó para siempre. Cuando llegamos al sitio de práctica, encontramos a otros practicantes “sosteniendo la Rueda del Fa”, es decir, haciendo el segundo ejercicio de Falun Gong.

Me uní a ellos y empecé a hacerlos. En cuanto levanté mis brazos, sentí como si alguien me empujara desde atrás, caminé unos pasos, pero continué haciendo los ejercicios de pie, siguiendo los movimientos del grupo.

Le mencioné a una pareja, en el sitio de práctica, que había sentido una energía poderosa al hacer los ejercicios con la intención de que lo practicaran. Ambos sufrían enfermedades graves y pensé que esa práctica los beneficiaría. A pesar de todo esto, no regresé al sitio de práctica.

Algunos meses después, en 1995, me llamó la atención ver a un grupo de personas meditando. Me senté e imité sus gestos. Sentí que mi cuerpo flotaba durante la meditación. Cuando acabaron, les pregunté cómo se llamaba la práctica. Resultó ser Falun Dafa -también conocida como Falun Gong-. Me explicaron que estaban reuniendo dinero para hacer un pedido conjunto de libros de Falun Gong y me preguntaron si quería uno. No me sentí cómoda cuando me pidieron dinero, así que tampoco volví a ir a ese sitio.

Pasaron un par de años, un día de septiembre de 1998, cerca del mediodía, me sentí somnolienta mientras trabajaba en mi tienda de costura y dormí un poco. Pude ver en mi sueño, cómo dos seres divinos enormes me agarraban de los brazos y volábamos.

Me transportaron hasta una galaxia lejana, y descendimos hasta la orilla de un río. Pude ver que el planeta tierra había quedado lejos, muy lejos. El río estaba lleno de fragmentos de cristal.

Me pidieron que cruzara el río de cristales rotos aunque estaba descalza. Tenía miedo de herirme los pies, pero tampoco tenía otra opción. Miré adelante e intenté averiguar a dónde me dirigía. Entonces, vi una gran rueda en el cielo. Enseguida atrajo toda mi atención, rotaba en ambas direcciones, hacia detrás y hacia delante. Decidí que me acercaría para verla bien. En cuanto apareció este pensamiento, empecé a cruzar el río sin dificultades.

Mientras lo cruzaba, los seres divinos desaparecieron, y caí en la cuenta de que, en realidad, me encontraba dentro de una ciénaga que parecía no tener bordes, por lo menos, hasta donde me alcanzaba la vista. Pensé que moriría allí, sepultada por el lodo y entré en pánico, no pude contener el llanto. Como tampoco podía quedarme allí parada, porque si lo hacía, el lodo acabaría tragándome, comencé a avanzar. Me arrastré durante un largo trayecto y tuve que superar muchas dificultades. Al final, conseguí alcanzar la orilla de la ciénaga.

Después de descansar un poco, retomé el camino. Vi nueve montañas de cristal delante de mi, resplandecían con destellos verdes. Mientras me preguntaba cómo llegaría a mi destino, recordé un viejo cuento de hadas de mi infancia. En él, un hombre corría adentrándose entre nueve montañas de cristal, iba a encontrarse con su esposa, que era una hada. No sabía bien hacia donde dirigirse pero no quería retroceder ni un solo paso. Prefería la muerte antes que el fracaso. Entonces, cuando no encontraba ninguna salida al laberinto, golpeó con su cabeza una de las montañas de cristal, y como por arte de encantamiento, se abrió una puerta por la que pudo continuar su camino.

Recuperé la confianza y pensé que yo también lo conseguiría. Decidí escalar la montaña. En cuanto mi mano alcanzó a tocar la montaña, una escalera apareció delante de mi. Empecé a subirla hasta que llegué a pocos metros de donde se encontraba la rueda. Entonces todos los escalones, excepto en el que me encontraba, se desvanecieron, no podía continuar subiendo ni tampoco podía bajar. Otra vez no fui capaz de contener el llanto.

En ese momento, un ser divino se mostró ante mi y dijo: “Déjeme ayudarle”. Me extendió su mano y caminé sobre su palma. Me elevó y me depositó sobre la gran rueda. Me sentí como en el paraíso. Me sentí realmente, realmente feliz. Luego desperté.

Entendí que en mi sueño había sido llevada a los cielos por un dios y que, de alguna manera, se me brindaba la oportunidad de elegir un nuevo curso para mi vida. Pero aún no sabía cómo hacer para tomarlo.

Una excolega se detuvo en mi tienda para pagar sus prendas, hechas a medida. Todavía me encontraba desconcertada por este sueño, y se lo conté. Me dijo inmediatamente: “Estas destinada a practicar Falun Dafa. El paraíso al que fuiste debe de haber sido el paraíso Falun”. Me pidió que fuera al sitio de práctica con ella, pero la rechacé. En lugar de eso, le pregunté si tenía algunos libros que pudiera leer.

Me prestó once libros de Falun Gong y dos libros de historias de cultivación. En solo una semana, los leí repetidas veces, e incluso lloré en alguna ocasión.

La primera vez que vi la foto del Maestro, lo reconocí en el acto, era el gigantesco ser divino de mi sueño. Me arrodillé y juré sinceramente que lo seguiría durante todo el camino, sin importar los duro que se me hiciera.

En cuanto decidí cultivarme, encontré muchas pruebas. Mis familiares y colegas no querían que lo hiciera, pero les hice saber que no había tomado esta decisión a la ligera, sino que había pensado las cosas detenidamente.

Me tropecé con la prueba de la ganancia personal. Cuando fui a comprar los libros de Falun Gong, compré 10 pero solo me cobraron 8. Cuando me di cuenta, volví y pagué la diferencia. El propietario de la librería me dio una foto del Maestro en señal de gratitud.

Otra fue la prueba de vida y muerte. Un día, mientras practicaba la meditación, tuve una visión en la que un policía me interrumpía al hacer los ejercicios. Abrí mis ojos y vi que muchos practicantes a mi alrededor habían sido decapitados.

El policía me dio una patada y me dijo que ahora era mi turno. Simplemente le dije que podía continuar. Aunque mi cabeza me fue arrancada, mi cuerpo siguió meditando. Mi conciencia principal salió de mi cuerpo y se alejó volando. Cuando acabé la meditación, me sentía feliz, sabía que había pasado la prueba. ¡La visión había sido tan real!

Cultivación diligente

Empecé a asistir al sitio de práctica local el 1 de enero de 1999. Estudiaba el Fa en mi casa. Me encantaba leer el Fa y lo leía mucho. Como obtuve el Fa después de que muchos de mis compañeros practicantes lo hicieran, quería recuperar el tiempo perdido.

Experimenté cómo el Maestro purificó mi cuerpo. En una ocasión, me sentí realmente reconfortada cuando el Maestro realizó el 'guanding' para mi. Sentí cómo una corriente de energía caliente atravesaba todo mi cuerpo. Después de eso, mi cuerpo se había vuelto ligero y sentía como si me impulsaran cuando subía escalones.

Un día, tuve un sueño: Subí a bordo de un barco con muchos practicantes. Cuando el barco se llenó, una nube negra descendió del cielo y cubrió el barco. El barco se quedó en penumbra y todos enmudecimos.

Entonces se escuchó una voz: “¡Suelten amarras!”. El barco empezó a moverse y balancearse violentamente. Escuché cómo muchos de los practicantes caían al agua. Después de un rato, el barco dejó de moverse. La nube se dispersó y el sol salió. Al menos dos tercios de los practicantes ya no estaban a bordo. Empecé a llorar y me desperté.

Al poco tiempo, la persecución empezó. Muchos fueron arrestados. De los 20 practicantes que éramos en nuestro sitio de práctica, más de la mitad entregaron sus libros de Falun Gong a la policía. Como era bastante nueva en el grupo, la policía no me tenía identificada y no me molestó.

Quería hacer algo para ayudar a detener la persecución. Hablé con una practicante joven y me ayudó a imprimir algunos materiales. Imprimimos folletos sobre Falun Gong y los repartí. Pero más tarde, se fue a vivir muy lejos y ya no supe como usar la impresora, así que dejé de hacerlo.

Después, ideé una manera más eficaz. Compré pintura y telas, e hice pequeñas pancartas para colgarlas. Poco tiempo después, entré en contacto con otro practicante, que también me suministró algunos adhesivos que había imprimido.

Así que salía a la calle, colgaba pancartas y pegaba adhesivos. A veces me encontré con dificultades. En una ocasión, un joven me descubrió e intentó atraparme. Me vi obligada a escapar de él. Me persiguió durante bastante tiempo.

Encontré un lugar donde esconderme y me cambié de ropa rápidamente. Me quité el abrigo, cambié mi peinado y me puse las gafas. Aunque llegamos a mantener contacto visual cuando me lo volví a cruzar, no me reconoció. Era un policía de paisano e incluso llevaba su bastón policial en las manos.

Sabía que el Maestro me había protegido. Situaciones parecidas me ocurrieron en algunas otras ocasiones, pero todo acabaría saliendo bien. Descubrí que tenía un apego a la competitividad. A partir de ahora, intentaría hacerlo mejor.

Copiar, memorizar y recitar el Fa

Dafa cambió mi vida y renací. Sentía que Dafa era grandioso y que tenía que memorizar y recitar el Fa. Intenté recitarlo en 2001, pero después de intentarlo durante un año tuve que abandonar la idea.

En 2004, me arrodillé y juré al Maestro que recitaría el Fa, sin importar lo difícil que me resultara. Me di cuenta que cuando lo intenté en 2001, tenía un apego a perseguir. Intenté abandonar este apego y recité el Fa de principio a fin cada vez. Después de recitarlo veinte veces, otra vez, me surgió la idea de desistir.

Recordé mi juramento y decidí seguir intentándolo. Poco a poco, fui capaz de memorizarlo y recitarlo. Cuando me encontraba en problemas, era capaz de usar el Fa como guía para decidir qué hacer. El Fa también me dio sabiduría y valor, para poder aclarar la verdad con una mente lúcida y reaccionar con rapidez ante situaciones difíciles.

Desde 2006, he copiado el Fa una y otra vez. He copiado una vez al año: Zhuan Falun, los libros de Hong Yin y otras conferencias del Maestro. Gané mucho durante el proceso y mejoré mi xinxing.

Una vez tuve un conflicto con mi marido por mi salario. Dejé de hablarle durante dos semanas. Pretendía quedarse con todo mi salario, pero yo quería tener el control de mi dinero para poder usarlo en los proyectos de Dafa. Durante este período, cada vez que intentaba recitar el Fa, no podía recordar nada. Entendí que tenía que buscar la razón de todo esto.

Entonces, vi aparecer las palabras “mejorar el xinxing” ante mis ojos, y entendí que necesitaba mejorar. ¿Como podía recitar el Fa y mantenerme en conflicto con mi marido al mismo tiempo? No me estaba alineando con el fa en lo más mínimo. El Maestro dijo en Zhuan Falun:

“...a veces piensas que esa cosa es tuya, e incluso los demás te dicen que esta cosa es tuya, pero en realidad no lo es. Probablemente consideres que es tuya, pero en última instancia no es tuya, y, en medio de esto, se te pone a prueba para ver si puedes dejarlo o no; si no puedes dejarlo, entonces es un corazón de apego; se tiene que emplear este medio para quitarte este corazón de búsqueda de beneficios, es precisamente esta cuestión”.

Comprendí que no debía pelear con él y que quizás era una deuda de alguna de mis otras vidas previas. Después de esto, en cuanto intenté recitar el Fa, recordé cada palabra. Cuando descarté mi apego, mi xinxing mejoró, mi gong creció y el escenario también cambió.

Le dije a mi marido que podía quedarse con mi dinero. En ese momento, su actitud cambió completamente. Lo rechazó y me dijo que podía quedármelo. Llegamos al acuerdo de que cada uno tomaría una parte.

El Maestro dijo en Zhuan Falun:

“Siempre que te aparezca esta u otra clase de interferencia durante el refinamiento de gong, tú mismo debes buscar la razón y ver qué cosas tienes que aún no has dejado”.

Aclarar la verdad

Disfruto aclarando la verdad a la gente. Aquí les muestro algunos ejemplos:

Una vez mientras conducía mi bicicleta, entablé una conversación con una mujer que iba, también en bicicleta; en mi misma dirección. Justo en el momento en el cual me decidí a hablarle sobre renunciar al PCCh, giró rápidamente en dirección a su casa. Un rato después me lamenté por no haberla seguido. Me lo reproché y juré al Maestro que nunca volvería a perder a ninguna persona predestinada.

Dos semanas después, me tropecé con ella y con su familia de nuevo, y le hablé sobre renunciar al PCCh. Los tres miembros de su familia aceptaron renunciar al PCCh y a sus organizaciones afiliadas. Comprendí que el Maestro lo había arreglado y que me había concedido una nueva oportunidad.

Otra vez, me encontré con una mujer policía. Para iniciar la conversación, empecé por felicitarla por su aspecto y su fisonomía, y le pregunté dónde trabajaba. Me dijo que trabajaba en una prisión. Le dije que si en su prisión había algún practicante de Falun Gong detenido, fuera amable con él. Entonces cambió su actitud, repentinamente, y dijo: “Usted debe ser practicante de Falun Gong. Podría arrestarla aquí y ahora”.

Le dije que no tenía miedo de que me encarcelaran, pero que esto la acabaría perjudicando porque estaría cometiendo una mala acción. Le conté la historia de la retribución de mi sobrino y de cómo renunció a su trabajo después de hacer maldades a los practicantes de Falun Gong. Le di el nombre de mi sobrino y le dije donde trabajaba. Su actitud volvió a cambiar. Me lo agradeció y me contestó que me creía. Después le hablé sobre renunciar al PCCh y aceptó hacerlo.

Me he tropezado con muchos policías, tanto activos como jubilados, y muchos estuvieron de acuerdo en renunciar al PCCh.

Una vez, alguien me denunció a los funcionarios del comité residencial de nuestra localidad y reclamó su recompensa. El comité llamó a mi marido para intentar resolverlo en privado. Pidieron a mi marido el dinero para pagar a la informadora.

Cuando me enteré de esto, fui a la oficina del comité. Le dije al director, con total claridad, que mi vida no estaba en venta, ni por 500 yuanes (la cifra de la recompensa) ni por ninguna otra cantidad. Le pedí que le transmitiera mis palabras a la informadora. Que quedaba a su disposición si quería hablar conmigo. Podría darle ese dinero si se encontraba en dificultades financieras, pero no se lo daría para comprar su silencio. Accedió a transmitirle mi mensaje. Nada se volvió a saber de este asunto.

Cada vez que el comité me convoca, les aclaro la verdad. Una vez me preguntaron si distribuía DVD de Falun Gong dentro de nuestra comunidad. Le dije que no, pero que no negaba haberlo hecho en otros lugares. Me alegré porque en ese momento llevaba algunos DVD encima y se los ofrecí a los miembros del comité. Aunque no los aceptaron, tampoco volvieron a molestarme más.

De siete exfuncionarios, que forman dicho comité, cinco ya han renunciado al PCCh. A los que todavía no lo han hecho, les sigo aclarando la verdad. Cada vez que difaman a Falun Gong, voy a verlos y les doy más información sobre Falun Gong. Ahora ninguno difama a Falun Gong.

En una ocasión, cuando un señor me vio repartiendo materiales de Falun Gong en el mercado, empezó a regañarme: “¿Por qué hace eso?”, me dijo.

Le sonreí y contesté: “Estamos salvando a la gente”.

Se tranquilizó: “¿No cree que hacer esto le trae preocupaciones a su familia?”.

Me di cuenta, de inmediato, que debía ser familiar de algún practicante: “Siento hacer que se preocupe por nosotros”, le respondí. Entonces, me recordó que debía tener cuidado.

Este encuentro me conmovió profundamente. Comprendí que debía proteger mejor a mi familia. Debía cultivarme mejor.

Ahora, mucha gente ha comprendido la verdad sobre Falun Gong. En una ocasión, una persona, incluso tomó varios materiales de aclaración de la verdad y me ayudó a distribuirlos. Decía: “Todos deben creer a Falun Gong, y no al partido comunista”.

La gente grita: “Falun Dafa es bueno. Zhen-Shan-Ren es bueno”, cuando me ve. Algunos quieren invitarme a comer, otros quieren llevarme en su automóvil, y algunos me ofrecen su ayuda para escapar cuando la policía me persiga. Este tipo de personas me infunde ánimo para salir cada día y seguir salvando a más gente.

Experimentando milagros

Una vez, tomé muchos materiales para repartir en un área suburbana que queda a una hora andando desde mi casa. Cuando acabé y regresé a casa, advertí que la vuelta solo me tomó 45 minutos. Quería cerciorarme, y volví a comprobar si era cierto que solo había tardado 45 minutos y resultó que sí. Entonces, recordé haber tenido la sensación de caminar realmente rápido, tan veloz como un automóvil. Probablemente caminaba en otra dimensión.

En otra ocasión, mi marido me intentó impedir ir a Beijing a apelar en favor de Falun Gong, cuando vio que ya había comprado los billetes de tren. Me empujó dentro de una habitación y la cerró por fuera. No sabría decir de donde me vino tal fuerza, pero solo tuve que empujar la puerta con algo de dureza y ésta se abrió. Mi marido me dijo: “Si vas, te denunciaré a la policía”.

Llegué justo a tiempo de tomar el tren, pero no estaba segura de haber obrado bien con mi marido ya que creía que no había sido tolerante. Solo sabía que tenía que llegar a Beijing. Le pregunté al Maestro dentro de mi corazón: “Maestro, necesito ir a Beijing, ¿he obrado mal? Si lo hice, Maestro, perdóneme por favor”.

Me entregaron una botella de agua. Me volví para ver quien lo había hecho y vi al Maestro alejarse caminando, hasta que desapareció. Lloré: “No obré mal”.

Una tarde que hacía mucho viento, de uno de los inviernos más crudos que recuerdo, salí a repartir materiales de aclaración de la verdad en mi bicicleta. Cuando pasaba cerca de un edificio de ocho plantas, el viento arrancó una plancha enorme de madera de su tejado, y la lanzó directamente hacia mi cabeza. Justo cuando iba a golpearme, una fuerza me empujó, de repente, hasta el otro lado de la carretera. Aún seguía montada en la bicicleta cuando me giré y comprobé que no había nadie. Comprendí que el Maestro me había salvado la vida.

Un día salí de mi casa sin desayunar. Estuve repartiendo materiales hasta las 14:00 y empecé a sentir hambre y cansancio. Entonces vi un gran melocotón delante de mi. Lo agarré y probé un bocado. Era realmente dulce. Cerré mis ojos y disfruté de su sabor. Cuando volví a abrir mis ojos para tomar otro bocado, había desaparecido. Sentí una corriente de energía caliente que bajaba desde mi cabeza y atravesaba todo mi cuerpo. Mi hambre y mi cansancio se desvanecieron.

Estas son mis experiencias de cultivación. Transitaré mi camino bien y regresaré a casa con el Maestro.