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La Sra. Cheng pierde la visión luego de ser envenenada en un campo de trabajo forzado

Feb. 19, 2017 |   Por un corresponsal de Minghui de la provincia de Sichuan, China

(Minghui.org) La Sra. Cheng Guizhen, practicante de Falun Gong del condado de Xuyong, perdió la visión de su ojo izquierdo tras ser envenenada en un campo de trabajo forzado hace más de una década. Esta es su historia.

Suministro de droga desconocida

El 16 de febrero de 2004, fui llamada a la comisaría para “tener una conversación”. Cuando llegué me introdujeron a la fuerza en un patrullero y me llevaron al centro de detención Xinqu. La policía me informó que me habían condenado a un año de trabajo forzado. A la mañana siguiente fui trasladada al campo de trabajo para mujeres de Nanmusi.

Poco después de ser encerrada en el campo mis padres fallecieron. Me dijeron que antes de morir repetían mi nombre una y otra vez.

En un intento de hacerme renunciar a Falun Gong, Zhang Xiaofang, encargado de la división donde me encontraba, ordenó a tres reclusas que me torturaran y vigilaran. Me forzaron a permanecer de pie mirando a la pared, en cuclillas o en otra postura incómoda durante largos períodos de tiempo. No me permitieron usar el baño ni me dieron nada para beber. Durante la noche me esposaban al armazón de la cama. No importa lo que me hicieran, me negué a renunciar.

Simulación de tortura: Esposada al armazón de la cama.

Una tarde, me dieron para beber medio tazón de leche de soja fría. Pensé que era porque sabían que tenía sed, así que lo tomé. Sin embargo, esa noche, mi corazón empezó a latir tan acelerado que parecía que iba a explotar en mi pecho. Comencé a tener convulsiones y luego fui incapaz de moverme. Entonces me llevaron a un hospital donde me inyectaron drogas desconocidas y perdí la memoria.

Reclusas sujetaron mi mano y me obligaron a firmar las tres declaraciones para renunciar a Falun Gong. No tenía control sobre mis pensamientos y acciones, y hacía todo lo que me pedían.

Unos pocos días después, comencé a sentir mucha picazón en el ojo derecho. De a poco empezó a perder la visión hasta que al final quedé ciega.


Ilustración de tortura: Inyecciones de drogas desconocidas.

Tortura previa

Después de que el régimen chino comenzara la persecución a Falun Gong el 20 de julio de 1999, fui hasta Beijing con compañeros practicantes, hacia finales de febrero de 2000, para apelar por el derecho a practicar Falun Gong.

Fuimos arrestados en la Plaza Tiananmen. Como no queríamos que nuestras familias resultaran perjudicadas, no dimos nuestros nombres ni direcciones. La policía nos torturó de muchas maneras.

Fui forzada a pararme derecha sosteniendo una bolsa pesada en cada mano. Me obligaron a dar vueltas y vueltas hasta que me mareaba y caía al suelo.

Me hicieron agachar curvando la espalda y levantar las manos hacia atrás sosteniéndolas arriba. Esta tortura se llama “volando el avión”.


Ilustración de tortura: “Volando el avión”.

Ataron mis manos a la espalda, con una pasando por detrás de los hombros y la otra por la parte baja de la espalda.


Simulación de tortura: “Llevando una espada en la espalda”.

La policía también me golpeó y pateó, causando que perdiera la sensibilidad en uno de mis dedos durante más de un año.

Luego fui regresada y retenida en el centro de detención del condado de Xuyong durante 20 días. Me confiscaron más de 1.000 yuanes y le extorsionaron 5.000 yuanes a mi familia.

Detenida dos veces en un centro de lavado de cerebro

Un miembro del personal de la oficina de comercio del condado de Yuyong y un funcionario de la oficina 610 fueron hasta mi casa el 22 de enero de 2001, mientras cuidaba a mi nieta de un año de edad. Me ordenaron ir hasta su oficina a “tener una charla”. Sentí que no tenía opción y lleve a mi nieta conmigo. Sin embargo, fui llevada a unas instalaciones de lavado de cerebro en el departamento de bomberos. No nos dieron nada para comer. Esa noche mi nieta fue llevada a su casa y a mí me retuvieron por un mes.

El 13 de agosto de 2010, fui otra vez llevada a un centro de lavado de cerebro. Más de 10 policías de la comisaría local y funcionarios de la oficina 610 fueron a mi casa y me llevaron en contra de mi voluntad bajando por las escaleras desde un sexto piso hasta un patrullero.

El centro en el que fui detenida estaba localizado en una zona apartada. La habitación no tenía entrada de aire y la ventana estaba sellada. La temperatura era tan alta como 40 grados centígrados. Tan pronto como llegué allí inicié una huelga de hambre para protestar por la detención ilegal. Al quinto día, comencé a tener síntomas de presión sanguínea elevada. Tuvieron miedo de tener que hacerse responsables si moría, así que le dijeron a mi hijo que fuera a buscarme.