(Minghui.org) ¡Saludos Maestro! ¡Saludos compañeros practicantes!

Sintiéndome protegida por lo divino cuando mi vida era muy dura

Crecí en el nordeste de China. Cuando tenía cinco años perdí a mi madre. Ni siquiera soy capaz de recordar qué apariencia tenía. Después de casarme, di a luz a dos hijas. Mi marido falleció cuando nuestra hija pequeña tenía ocho años, así que tuve que sacar adelante a mis hijas sola. Aceptaba cualquier tipo de trabajo para mantenernos, sin importar lo duro que fuera. Incluso trabajé en una mina de carbón.

No tengo palabras para describir las penurias que sufrí criando a mis hijas. Sin embargo, en todo momento he podido sentir que alguna poderosa fuerza me protegía, aunque creo que no sabía explicar cómo ni por qué.

Un día de primavera, me encontraba en una carretera de montaña, que conducía a la mina de carbón donde trabajaba, cuando de repente me sentí muy protegida, era una sensación de lo más cálida y acogedora. Me emocioné profundamente. Empecé a llorar. ¡Mi vida estaba tan repleta de sufrimiento! ¿Quién, en esta tierra, me brindaba tanto cuidado y por qué razón? No acertaba a explicarlo.

Aquella carretera se encontraba desierta. No pude controlar mis emociones y empecé a llorar apoyada sobre un árbol. Le murmuré al Cielo: “Misericordioso Cielo, ¿es usted el que se porta tan bondadosamente conmigo? ¿Está intentando salvarme?”. Durante el mes siguiente, cada vez que caminaba aquel tramo de la carretera revivía la misma sensación, una y otra vez.

Pero mi vida no mejoraba en nada. Mi hija mayor dejó la escuela con 16 años y buscó trabajo para aportar más dinero a nuestra familia. Se fue a trabajar a Tianjin, donde vivía mi hermano. Poco después, me mudé a Tianjin con mi hija menor.

Nuestras vidas tampoco mejoraron en Tianjin. A principios del 2000, me detectaron un tumor en el estómago de unos diez centímetros de diámetro. Varios hospitales nos dieron el mismo pronóstico: “Me quedaban tan solo cinco meses de vida”. Me encontré en la más completa ruina económica después de realizarme todos aquellos estudios y análisis.

Mi cuñada me llevó a ver a un especialista en tumores, como último recurso. Después de examinarme, condujo a mi familiar a otra habitación para decirle, en privado, que me quedaban solamente tres meses de vida. Añadió que le sorprendía que hubiera sido capaz de hacer un viaje tan largo en autobús en un estado tan grave como el que tenía. Por casualidad, escuché su conversación a través de la puerta. Todas mis esperanzas se esfumaron. ¡Mis pobres hijas! ¿Qué iba a ser de ellas cuando yo no estuviera?

Ya que no disponía de más dinero, solo me quedaba esperar que la muerte me sobreviniera. En aquel punto crítico de mi vida, cada noche, cuando me recostaba sobre la cama, podía ver a un Fo con una kasaya púrpura y a una pusa con una túnica blanca. Me sonreían ampliamente para alentarme. Ocurría noche tras noche. Una vez, incluso volé por encima de mi cama hasta volver a posarme sobre ella lentamente. No sabía qué me estaba sucediendo. Un día tras otro, pasaron cinco meses, pero no fallecí. En lugar de eso, me fui recuperando gradualmente. A raíz de esta maravillosa experiencia, llegué al convencimiento de que existen los Fo.

Obteniendo Falun Dafa

Conocí a un practicante de Falun Dafa en 2003. Me regaló un libro, Zhuan Falun. Pero en aquel momento no supe apreciar que su valor era incalculable. Estaba demasiado ocupada intentando ganarme la vida para mantener a mi familia, y solo leí algunas páginas. Aun así, lo traté con cuidado y lo coloqué en un sitio seguro.

A principios del 2010, conocí a otro practicante de Falun Dafa en casa de un amigo. Me comentó: “Una persona será capaz de ir más allá de este mundo si estudia este libro. Hay mucho sufrimiento en el mundo, pero si puede obtener el Fa su alma se salvará e irá al Cielo”. Siempre he creído en la existencia del alma. Al escucharle, sentí que mi cuerpo se estremecía. Pensé que tenía que trascender este mundo, porque aquí existía demasiado sufrimiento. De repente, recordé que tenía una copia del libro, así que le prometí que lo leería tres veces.

En casa, aproveché cada oportunidad que se me presentaba para leer Zhuan Falun. Cuanto más leía, más disfrutaba leyendo. Podía concentrarme incluso cuando mi hija hacía ruido. Cuanto más lo leía, más me lamentaba de no haberlo leído antes. Había tenido el libro desde hacía tanto tiempo, ¡¿Cómo no lo había leído antes?! No podía controlar mi llanto. Incluso llegué a odiarme por haber obtenido el Fa tan tarde.

Aprendí en el libro que existían cinco ejercicios relacionados con la práctica. Pregunté a la gente de mi entorno hasta encontrar a una persona que los había hecho. Le pedí que me los enseñara. Me dio un libro titulado: DA YUANMAN FA - Vía de la Gran Perfección. Imité los movimientos de los ejercicios que aparecían en las fotos del libro. Aunque pensaba que mis movimientos no debían ser muy precisos, me sentía muy cómoda al hacerlos. Hice los ejercicios sola durante algunos meses.

Asistiendo al Maestro para salvar a más gente

Debido a los arreglos del Maestro, finalmente acabé encontrándome con un compañero practicante, el cual me presentó a más practicantes. Me emocioné tanto aquel día, que las lágrimas rodaron por mis mejillas. ¡Por fin había encontrado a otros practicantes! ¡Estaba extasiada! Intentaba imitarlos para contribuir a que más gente comprendiera la verdad sobre Falun Dafa. Nos repartíamos en grupos para ir a los bosques de las afueras de la ciudad, donde invertíamos todo el día haciendo llamadas telefónicas para aclarar la verdad. A pesar de las picaduras de los mosquitos en verano, hacíamos llamadas telefónicas durante siete u ocho horas diarias. Normalmente, era la única que podía ayudar a renunciar a las organizaciones comunistas a una gran cantidad de personas cada día.

Los factores perversos de otras dimensiones tomaron represalias cuando vieron que lograba salvar a tanta gente. Un día, me encontraba practicando cuando vi a un grupo de seres de otra dimensión. Todos llevaban ropas grises o negras. Me gritaron: “¿Qué estás haciendo?”. Les respondí mentalmente que estaba haciendo los ejercicios. Empezaron a golpearme y a darme tirones del cabello.

“¿Por qué salvas a tantas personas?”, chillaban. “¡Responde!”. No sabía cómo responderles porque era una practicante relativamente nueva y no había estudiado mucho el Fa. Continuaron golpeándome hasta que creí que no podría seguir manteniéndome en pie y me derrumbaría. Sin saber cómo, apareció la respuesta: “¡Estudio el Fa, hago los ejercicios y cumplo mi misión! Es mi responsabilidad [salvar a estas personas]”.

Tan pronto como dije estas palabras, los seres desaparecieron instantáneamente. Después, me recosté en la cama y me sentí indispuesta durante una semana. Como era una practicante nueva, no sabía que podía pedirle ayuda al Maestro o enviar pensamientos rectos. Simplemente me apresuré a aclarar la verdad sobre Falun Dafa sin saber cómo lidiar con las interferencias que provienen de otras dimensiones.

No poseo un buen empleo. Mi único ingreso son 500 yuanes al mes, que recibo por trabajar en una compañía de seguros. Procuro vivir con eso, para disponer de más tiempo para aclarar la verdad. Hay que invertir de 200 a 300 euros mensuales en la compra de tarjetas telefónicas, por eso pensé en maneras de salvar a más gente sin gastar dinero. Los practicantes veteranos de nuestro grupo de estudio del Fa salían a aclarar la verdad, cara a cara, después de estudiar el Fa. Les pedí que me llevaran con ellos, pero les preocupaba el hecho de que quizás no era la tarea más apropiada para una recién llegada. Durante tres días consecutivos, nadie se ofreció a llevarme cuando se lo pedía. Pensé que debía dejar de depender de los demás y decidí salir a aclarar la verdad, cara a cara, al día siguiente, porque yo también soy un practicante de Falun Dafa.

Salí a contarle a la gente la verdad sobre Dafa durante un par de horas, después de nuestro estudio del Fa, tal y como había planeado. Simplemente me acercaba a las personas en las tiendas y en las estaciones de autobús, y les contaba los verdaderos hechos sobre Falun Dafa. Me ilusionó comprobar que 13 personas seguían mis consejos y decidían renunciar a las organizaciones comunistas. Sabía que todo había sido obra del Maestro. Yo solo hice lo que se suponía que debía hacer.

Desde entonces, voy al estudio del Fa grupal por las mañanas, estudio una lección de Zhuan Falun sola, y por las tardes salgo a aclarar la verdad, casi a diario. Entre 10 y 30 personas llegan a conocer la verdad sobre Falun Dafa, a través mío, cada día. A pesar de que pienso que en algunos momentos mis piernas me duelen mucho, sigo adelante, porque entiendo que el Maestro está limpiando mi cuerpo y disolviendo el ye.

Todas las semanas, se organiza un gran mercado de agricultores en mi región. Cada vez que tiene lugar, puedo ayudar a renunciar a las organizaciones comunistas a entre 40 y 50 personas, incluso en ocasiones a más de 80. Una vez, a las primeras dos personas a las que les hablé se negaron a renunciar. Me aparté a un lado y empecé a enviar pensamientos rectos para eliminar la interferencia. Pensé: “Me encuentro aquí para validar Dafa. Nada puede crear interferencia alguna. ¡Maestro, ayúdeme!”. ¡Funcionó muy bien! Muchas de las personas con las que hablaba después decidían renunciar a las organizaciones comunistas, incluso lo hizo un policía.

En vísperas del Año Nuevo Chino, una compañera practicante me trajo calendarios de mesa con información impresa de aclaración de la verdad. Justo al día siguiente iba a tener lugar el mercado de agricultores. Pensé que la ocasión era perfecta. Fui a aclarar la verdad con algunos calendarios y le di uno a cada persona que renunciaba a las organizaciones comunistas. Valoraba esos calendarios muchísimo así que solo se los regalaba a las personas que aceptaban las cosas que les contaba. Cuando alguno que no quería renunciar a las organizaciones comunistas me pedía uno, se lo daba y le pedía que leyera los hechos sobre Falun Dafa impresos en el calendario. En muy poco tiempo, repartí todos los calendarios.

Así que fui a casa de la compañera practicante y tomé 40 más. Cuando fui a buscar más por cuarta vez, me sugirió que el resto deberíamos entregárselo a los demás practicantes, para que los repartieran al día siguiente. Así que reflexioné: “Bien, soy capaz de ayudar a la gente a renunciar a las organizaciones comunistas sin necesidad de calendarios”. Regresé al mercado y ayudé a renunciar a 20 personas más. Ese día renunciaron a las organizaciones comunistas más de 70 personas.

Aunque ocurrieron algunas situaciones peligrosas, siempre permanecí a salvo gracias a la protección del Maestro.

Una vez fui a aclarar la verdad llevando más de 20 calendarios en mi mochila. Regalé el penúltimo a alguien que vivía cerca de mi área residencial. Cuando me aproximaba a la entrada de mi área residencial, un joven corpulento corrió hacia mí, gritando: “¿Qué está haciendo? ¿Que lleva en la mochila?”.

“¿Por qué debería decírselo?”, le pregunté. “¿Eres [una practicante] de Falun Gong?”, exigió saber. No le respondí.

Agarró mi mochila y buscó dentro. Afirmó: “¡Mira esto! ¿Qué tenemos aquí? Mi trabajo es, precisamente, arrestar a personas como tú. ¿Dónde los conseguiste?”. Le contesté: “Alguien me los ha dado”. “¿Dónde y cuando?”, le indiqué con la mano la dirección por la que había venido y le dije: “Hace solo un segundo”.

Dijo que estaba aquí para capturar a este “tipo de gente”, y empezó a caminar llevándose mi calendario bajo el brazo. Lo alcancé y le aclaré: “Ese calendario es mío. No puede llevárselo”. Agarré y tiré del calendario que estaba bajo su brazo. Me ignoró y corrió en la dirección que le había indicado. Empecé a reír.

En otra ocasión, un señor moreno bastante alto me agarró del brazo cuando estaba aclarándole la verdad. Afirmó: “Soy jefe de policía jubilado. O me acompaña a la comisaría o llamo a la policía. Dígame que hacemos”. Contesté: “Nada. Tengo que volver a casa. Me parece bien que no quiera escucharme, pero déjeme marcharme. Soy una buena persona. No hay nada de malo en lo que estoy haciendo. No se convierta en cómplice. ¡No haga algo que sabe que está mal!”.

Empezó a congregarse cada vez más gente a nuestro alrededor para ver qué estaba ocurriendo. Una anciana le dijo al hombre: “Déjela ir. Suéltele el brazo”. Señalé mi brazo y dije: “¡Mire! ¡Ha enrojecido!”. Otras personas también empezaron a decir: “Deje que se vaya”. El hombre dejó de hacer fuerza. Solté mi brazo y me marché rápidamente. Ni siquiera intentó detenerme.

Envío pensamientos rectos antes de salir a aclarar la verdad, todos los días. Pido al Maestro que me proteja y me bendiga con sabiduría. Me tomo algún tiempo para pensar en las carencias que pueda acusar mi aclaración de la verdad. Gracias a la iluminación del Maestro, obtengo cada vez más sabiduría.

Una vez, que lo hice especialmente bien, el Maestro me mostró una visión en la cual lanzaba con una mano a la gente al cielo, sin esfuerzo. Pero este verano, mientras mi hija me visitaba, no invertí mucho tiempo en salir y hablar con la gente. No me encontraba con tanta energía como antes. Tuve una visión en la cual agarraba a la gente con mucho esfuerzo, las cargaba sobre mi espalda y las transportaba hasta el cielo, a duras penas.

Cuando vuelvo la mirada hacia atrás, a aquel tiempo anterior a cuando obtuve el Fa y empecé a cultivarme, comprendo la razón de haber sufrido tan enormemente en el pasado. Todo había sido arreglado para poder cultivarme en Falun Dafa. El Maestro ha estado cuidándome durante toda mi vida. ¡Me siento llena de infinita gratitud! La mejor forma de agradecérselo al Maestro es cumplir mi misión estudiando bien el Fa y salvando a más seres conscientes.

¡Gracias Maestro!