(Minghui.org) En enero de 1999, cuando acababa de cumplir 30 años, me dieron a conocer Falun Gong. Desde aquel entonces he recibido beneficios enormes por practicar Dafa, y también he llegado a comprender que el Maestro está siempre cerca de mí.

Antes de practicar Falun Gong padecía muchas enfermedades. Tenía que acudir al hospital frecuentemente y tomar medicamentos a diario. Nada de esto me producía el menor alivio. Por el contrario, cada vez me encontraba más débil. No podía trabajar y perdí el apetito.

En cuanto me convertí en una cultivadora de Falun Gong, me sentí como una persona nueva. Me recuperé de todas mis enfermedades. Como tenía mucha energía, pude volver a trabajar.

Pidiendo justicia para Falun Gong

El partido comunista chino (PCCh) inició la persecución, a Falun Gong, el 20 de julio de 1999; desde el primer momento, no tuve ni la menor duda de que los medios de comunicación, propiedad del régimen, estaban tendiéndole una trampa a Falun Gong. Entonces, planeé ir a Beijing para defender el derecho constitucional a practicar Falun Gong. Sabía que la gente necesitaba escuchar cómo me había beneficiado esta práctica de cultivación.

Sin embargo, me arrestaron en el tren camino a Beijing y me llevaron a un centro de detención local, donde muchas practicantes de Falun Gong, también, habían sido detenidas ilegalmente.

Las guardias del centro de detención no nos permitían hacer los ejercicios de Falun Gong y nos golpeaban. Empezamos una huelga de hambre en señal de protesta.

Protegida por el Maestro

La tortura era algo básico en el centro de detención. En una ocasión, las guardias retorcieron una de mis manos por detrás de mi espalda hasta que se topó con mi otra mano, que también estaba siendo forzada y empujada por encima de mi hombro hasta la espalda. En ese punto, esposaron mis muñecas. El dolor era insoportable.

Cuando pensé en mi interior que no debía estar siendo perseguida, mis muñecas se deslizaron fuera de las esposas. Las guardias intentaron, hasta en tres ocasiones, volver a esposarme, pero finalmente desistieron. Advertí que el Maestro me estaba protegiendo. A raíz de este incidente comprendí que el Maestro está siempre cerca de mí.

Dos practicantes habían sido detenidas en la misma celda que yo. Las guardias vinieron y empezaron a colocarnos grilletes en los pies. Cada uno pesaba más de 20 kilogramos. Mientras contemplaba la escena, pensé: “Soy una practicante de Falun Gong, no puedes colocarme eso”.

En cuanto las guardias se marcharon, estiré mis piernas para deshacerme del aro de hierro, como si me estuviera quitando los zapatos. ¡Y funcionó! Mis piernas quedaron libres.

Las prisioneras informaron a la guardia, y me volvieron a poner los grilletes, pero me los volví a quitar. Volvieron a intentarlo, hasta en tres ocasiones, sin conseguirlo. Comprendí que el Maestro había visto que mi corazón era puro y me había ayudado.

Apelación exitosa en Beijing

En el invierno de 2001, cuando la persecución había llegado a su punto máximo de crueldad, decidí ir a Beijing a defender el derecho a practicar Falun Gong. Como las autoridades querían evitar, a toda costa, que los practicantes viajaran a Beijing, requerían que todos los viajantes mostraran su tarjeta de identificación al comprar los billetes de tren. Pero, yo no tenía identificación, así que le pedí al Maestro que me ayudara a conseguir un billete. Cuando lo compré, nadie me pidió la tarjeta de identificación.

Era la primera vez que viajaba a Beijing, y deseaba hacerlo acompañada. Mientras esperaba el tren, dos mujeres, una madre y su hija, se acercaron. Resultó que también eran practicantes que se dirigían a Beijing. Nuestros asientos incluso, eran contiguos. Todo había sido arreglado perfectamente.

En el camino, recitamos el Fa. La policía del tren comprobó los billetes y las identificaciones de todos los pasajeros, pero a nosotras ni siquiera nos preguntaron.

Llegamos a la plaza de Tiananmen sin que nadie nos lo impidiera, y aunque pensábamos que habría muchos policías y funcionarios de civil, desplegamos nuestra pancarta que decía: “Falun Dafa es bueno”, y gritamos: “¡Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno! ¡Restituyan la reputación de nuestro Maestro!”. De nuevo, el Maestro nos estaba brindado su protección.

Después de regresar a casa, busqué un trabajo que me permitiera dedicar suficiente tiempo al estudio del Fa, y lo encontré. El Maestro lo sabe todo y no hay ni un solo momento en el que no esté cerca de mí.