(Minghui.org) Un día, cuando regresaba del supermercado, fui atropellada por un automóvil mientras atravesaba un cruce peatonal. Perdí el sentido en el acto.

Cuando recuperé la conciencia, encontré que mis pies aún permanecían atrapados debajo del vehículo. Mucha gente se congregaba a mí alrededor.

El conductor estaba aterrado porque la policía le acababa de retirar su permiso de conducir. La gente le decía que se diera prisa en llevarme al hospital, porque ésta es la práctica habitual en China cuando alguien atropella a otro en accidente de tráfico.

Le dije al policía de tráfico: “Estoy bien. Puede devolverle su permiso”.

Escuché que alguien decía que hoy, el conductor había tenido buena suerte.

Le dije al conductor: “Practico Falun Gong. No quiero causarle problemas, ni tampoco quiero su dinero. Y no tiene que molestarse en llevarme al hospital. Solo lléveme a casa”.

El conductor dijo: “Pude sentir como pasaba, con mi automóvil, por encima de sus pies. Tengo que enviarla al hospital. De otro modo no me quedaría tranquilo. Incluso aunque usted decidiera no ir al hospital, le daría dinero ahora, para evitarme problemas en el futuro”.

En ese momento, recordé las palabras del Maestro Li Hongzhi:

“Es cierto que el chofer conducía a demasiada velocidad, pero, ¿cómo iba a querer atropellarla intencionalmente? ¿Acaso no lo hizo sin querer?”. (Zhuan Falun).

“Sé que no quería golpearme”, le dije. “Puede estar seguro de que no le causaré problemas, practico Falun Gong. Pero me gustaría hablar con usted de algo. ¿Ha escuchado hablar sobre renunciar al partido comunista chino (PCCh) y sus organizaciones afiliadas para ponerse a salvo?”.

Me contó que lo había escuchado pero que no lo había llevado a cabo. Le dije que los practicantes de Falun Gong son buenas personas y que el fundador de Falun Gong pide a sus discípulos que sean las mejores personas del mundo, y que sean considerados con los demás en todos los aspectos.

Le señalé: “La gente está practicando Falun Gong en todo el mundo. Solo el PCCh está persiguiendo a Falun Gong”.

Escuchó lo que le tenía que decir acerca de la persecución y de los beneficios de la práctica. Me dijo que le gustaría renunciar al PCCh. También aceptó el amuleto de Falun Gong que le regalé, y lo colgó, inmediatamente, dentro de su automóvil.

Añadí: “Para protegerse a si mismo y mantenerse a salvo, por favor, recuerde que Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno”.

Me dijo que le contaría a más personas nuestro encuentro para que puedan comprender que los practicantes de Falun Gong son buena gente.

Después de que me llevó a casa, se ofreció a ayudarme a subir las escaleras. Le dije que no necesitaba su ayuda y que podía marcharse.

Cuando entré en casa, mis pies me dolían mucho y me tumbé en la cama. Sabía que había pagado una enorme deuda de ye, que a mi entender, debía tener de alguna vida previa.

Luego, derramé lágrimas delante de la fotografía del Maestro y dije: “Por favor, asegúrese de que paso esta tribulación. Tengo que atravesarla”.

Empecé a estudiar el Fa, a enviar pensamientos rectos y a mirar adentro.

Esa tarde, mis pies se hincharon y amorataron tanto como berenjenas. Como sabía que un practicante no puede depender de los demás, caminé muy lentamente hasta la cocina para cenar, y luego estudié el Fa y envié pensamientos rectos.

A la mañana siguiente, no podía ni sostenerme de pie, para practicar los ejercicios. Me puse de pie cerca de la cama para apoyarme. Tampoco conseguía cruzar las piernas para hacer la meditación sentada.

Comprendí que tenía que acabar de hacer los ejercicios, sin importar cuanto dolor padeciera. Transpiré abundantemente debido al dolor, pero me mantuve recitando las palabras del Maestro:

“Difícil de soportar, se puede soportar; difícil de hacer, se puede hacer”. (Zhuan Falun).

De repente mis pies dejaron de dolerme. Finalmente, conseguí terminar los cinco ejercicios de la práctica de Falun Gong.

Tres días después del accidente, fui capaz de abandonar completamente el reposo. La hinchazón en mis pies disminuía día tras día hasta que, una semana más tarde, mis pies volvieron a la normalidad.

Sé que el Maestro me ayudó y me impulsó para que atravesara esta difícil tribulación. No hay maneras de expresar mi gratitud, excepto haciendo las tres cosas bien y no defraudando al Maestro.

¡Gracias Maestro!