(Minghui.org) Como practicantes, hay que mirar al interior cuando nos encontramos con conflictos. Me gustaría compartir mi experiencia en la que vi dos escenas maravillosas al mirar adentro.

Mi corazón de Ren

Shifu dijo:

“Por eso, en el pasado he dicho que los Dafa dizi, siendo cultivadores, deben mirar a los problemas de manera opuesta que el humano. Algunos sienten que cuando encuentran cosas no agradables, se sienten infelices, ¿entonces, acaso tú no eres un humano? ¿Qué diferencia hay? Cuando encuentras algo que no te agrada, justamente es un momento para que tú te cultives y cultives el corazón”. (Los Dafa dizi tienen que estudiar el Fa)

Una vez me culparon de algo, a pesar de que estaba en lo cierto. Recitaba una y otra vez “Quién tiene razón, quién no” de Hong Yin III, pues no podía superarlo. Tomé pluma y papel, y marcaba cada vez que recitaba el poema. Después de 50 veces, todavía me sentía que tenía razón. Pensé: “¿Es esto hacer lo que el Maestro nos pide?”.

Shifu dijo:

Quién tiene razón, quién no

Cultivador practicante

Busca tú mismo los errores

Elimina todo tipo de corazones humanos

No te quedes atrás en grandes pruebas, pequeñas pruebas, no pienses en caer

El que tiene la razón es él

El que está equivocado soy yo

¿Por qué contienden?

Hong Yin III

“¿Por qué soy tan terca? Todavía me aferro a principios de la gente común al recitar el Fa del Maestro. Esto no va a funcionar”.

Continué recitando el poema. Cuando lo hice 70 veces, lo argumentaba. Cuando llegué a 90 veces, me decía entre risas: “¿Por qué estás tan apegada a los principios de la gente común? ¿No son inútiles?”.

Cuando terminé de recitar el poema 100 veces, vi un océano azul ante mis ojos del que surgieron letras doradas de la superficie, que decían: “Mi corazón de Ren es tan inmenso como el mar”.

Por la fuerte marea las olas empujaban las letras doradas hacia mí, me vi gigante. En mi corazón se abrió una puerta por la que entró el océano y todas las letras. En ese momento, sentí mi corazón tan claro y tan brillante como el universo y mi cuerpo extremadamente ligero.

La perla más preciosa

Recuerdo en otra ocasión, cuando miraba hacia dentro. Encontré muchos apegos y nociones humanas. Me dije: “¿Cómo puedo tener todavía tantas nociones humanas después de haberme cultivado por tantos años?”.

Continuaba apegada a la noción sobre mí misma y siempre pensaba que tenía razón. Cuando veía los apegos de los demás, no me miraba inmediatamente sino que pensaba que los otros eran decepcionantes.

Al encontrarme con conflictos no daba un paso atrás, en su lugar cavaba en el cuerno de buey y trataba de resolverlos con principios de la gente común. Me dominaba mi mentalidad de envidia y competitividad.

Era muy obstinada y me aferraba a mis nociones humanas. No cultivar el habla. No me asimilaba incondicionalmente al Fa como nos pide el Maestro.

Después de encontrar todos estos apegos, miré la foto de Shifu en la pared y me sentí terrible –había decepcionado a Shifu. Justo cuando estaba a punto de apartar la mirada, vi una niña que se inclinaba ante el Maestro.

La niña llevaba un vestido tradicional que no estaba muy limpio y también ella estaba cubierta de polvo.

Pensé: “Eso no es muy respetuoso. Se debería haber limpiado primero”. La niña puso su corazón frente al Maestro y este también estaba sucio. Me perturbé aún más. “¿Cómo presenta tal corazón impuro al Maestro?”.

En ese momento, se produjo un milagro. El Maestro extendió su mano y el corazón rebotó sobre esta divinamente. Giró en la mano del Maestro y se volvió en una perla de cristal brillante y nítida. A la luz de la perla, la niña se volvió transparente y clara. En ese momento, vi que la niña era yo.

De inmediato, me di cuenta que el Maestro me estaba diciendo lo mal que me había cultivado, el Maestro todavía me trata como la perla más preciosa.

Mientras las lágrimas brotaban por mis mejillas, recordé la historia de Buda Milarepa que veneraba a su maestro Marpa con su “cuerpo, habla e intención”.

Siempre me había conmovido esta historia, pero durante un tiempo, no me atrevía a decir que yo adoraba al Maestro con mi “cuerpo, habla e intención” porque pensaba de mí como indigna e impura. El Maestro me hizo comprender que si miro hacia adentro y me cultivo verdaderamente, esa es la mejor manera de mostrarle respeto.

Sé que debo deshacerme de mis apegos humanos, trabajar duro y diligentemente, y esforzarme hacia adelante con vigor a fin de no decepcionar al Maestro.