(Minghui.org) Empecé a practicar Falun Dafa en 1995. Poco después de que el partido comunista chino (PCCh) inició la persecución de la práctica, fui condenado a cuatro años de prisión por mi creencia.

Mientras estuve en la cárcel, experimenté muchos milagros y manifestaciones de los poderes sobrenaturales de Dafa. Algunos de estos casos sorprendieron mucho a los guardias de la prisión, de tal manera que fui capaz de practicar libremente mientras estuve encarcelado. Me gané el respeto y la admiración de los guardias y a algunos les ayudé a renunciar al partido y a sus organizaciones afiliadas.

Las siguientes son algunas de mis experiencias:

Jefe de prisión: "Si todos ellos se comportaran como tú, sería maravilloso"

En 2004, durante el Año Nuevo Chino, el jefe de la prisión inspeccionó cada unidad. Todos los presos fuimos reunidos en una habitación y nos dijeron que nos sentáramos en cuclillas abajo, en el piso. Yo permanecí de pie y no usaba el uniforme de prisión.

Después de cuestionar a uno de los guardias sobre mí, el jefe de la prisión se enteró que yo era un practicante de Falun Dafa. Se enojó y dijo: "Aquí hay solamente dos clases de personas: presos y guardias". Le respondí: "No, hay un tercer tipo: los practicantes de Falun Dafa".

El jefe de la prisión me ordenó recitar las reglas de la prisión que todos teníamos que aprender. Me negué y le dije que las reglas no aplican a los practicantes, porque nosotros no éramos delincuentes. Él se relajó y respondió: "Me gusta tu estilo. Si todos ellos se comportaran como tú, sería maravilloso".

Más tarde, el jefe de guardia me dijo que era libre para moverme. Los guardias no me trataban como a un preso regular, y no me forzaron a afeitarme la cabeza como a los otros presos.

Me di cuenta de que un practicante no debe cooperar con la gente mala bajo ninguna circunstancia.

Fractura de hueso se cura en una sola noche

En 2005, me pidieron participar en algunas actividades deportivas en la prisión. Durante uno de los juegos, un recluso pateó mi pierna accidentalmente y me la rompió.

El jefe de guardia y otros reclusos quisieron llevarme al hospital. Les dije que iba a estar bien porque practico Falun Dafa. Les aseguré que jugaría fútbol y baloncesto el día siguiente.

Le dije al jefe de guardia que necesitaba hacer el ejercicio de la meditación sentada. Él le ordenó al guardia de la unidad que nadie tenía permitido interferir conmigo esa noche para que pueda hacer los ejercicios.

Esa noche, hice la meditación sentada durante una hora y media. Poco después de empezar, se escuchó un chasquido en mi pierna. Mi hueso roto fue sanado en un instante y mi pierna dejó de lastimarme tanto.

El jefe de guardia vino a verme a la mañana siguiente y me vio caminando normalmente. Estaba conmocionado y dijo: "¡Dafa es tan asombroso! ¡Sigue practicando bien!".

Ese día, me incorporé al juego de la semifinal de baloncesto y ayudé a mi equipo a ganar el tercer lugar. Después de esto, el jefe de guardia me pidió gestionar el almacén donde tenía la libertad de practicar los ejercicios cada vez que quería.

El nuevo jefe de la sección de educación recibe retribución

En octubre de 2006, cambió el jefe de departamento de la sección de educación de la prisión. El nuevo jefe quiso usarme como ejemplo y trató de obligarme a renunciar a mi creencia. Dijo que mataría a todos los practicantes de Dafa con una ametralladora si algún día iba a estar a cargo de esto.

Me llamó a su oficina y me ordenó a renunciar a mi creencia. Le dije que jamás lo haría. Golpeó la mesa y amenazó que me iba a encerrar en una celda pequeña y que nunca iba a permitir ser liberado de la prisión.

Me acerqué y me senté en su mesa. Él se quedó estupefacto y me dijo que tenía una enfermedad cardíaca y que no debería asustarlo. Le dije: "Si va a tener algún problema de salud, será un infarto cerebral, no una enfermedad del corazón".

Dos semanas más tarde, tuvo un infarto cerebral.

Esto despertó a los guardias a la realidad de la retribución del yeli (kármica). Algunos me rogaron, diciendo: "¡Yo no perseguí a Falun Dafa!”.

Les hablé sobre las mentiras del PCCh y la propaganda sobre la práctica, y algunos incluso renunciaron al partido.