(Minghui.org) Hace diez años me detuvieron ilegalmente en un campo de trabajo forzado. Me encerraron en una celda de confinamiento solitario, me ataron a una silla y me dieron descargas con picanas eléctricos.

Los guardias usaron distintos tipos de picanas: largas, cortas, rígidas y articuladas. Las últimas tenían el voltaje más alto y un látigo retráctil. Cuando me azotaban mi cuerpo tendía a rebotar, pero al estar atado a una silla, se volvía rígido.

No tenía miedo y seguía gritando: “¡Falun Dafa es bueno!”. Para hacerme callar, me ponían el látigo en la boca y me daban una descarga eléctrica nuevamente. Tan pronto como lo quitaban, continuaba diciendo en voz alta: “¡Falun Dafa es bueno!”.

Durante mucho tiempo, para torturarme, emplearon diferentes picanas en distintas partes del cuerpo; en las axilas, oídos, cuello, cabeza, brazos y piernas. Volaban chispas por todos lados. La venda que usaron para atarme comenzó a echar humo y casi se incendió. Toda la habitación olía a carne quemada.

En ese tiempo también me alimentaron a la fuerza. El tubo de alimentación causó que la nariz sangrara profusamente. No importaba cuánto me torturaran, mis pensamientos se mantenían firmes: “Preferiría morir antes que rendirme. No cooperaré". Estaba tan extenuado que llegué a pesar menos de 32 kilos.

Después que me liberaron del campo de trabajo forzado, me recuperé muy rápidamente. Aunque los guardias me patearon, apalearon y usaron varios instrumentos de tortura en mí; sané muy bien y sin cicatrices. El Maestro me protegió y me mostró el increíble poder de Dafa.

A través de esta experiencia me di cuenta que los pensamientos rectos de un cultivador son muy importantes, y pueden cambiar el resultado de las cosas.