(Minghui.org) Practico Falun Dafa desde hace 20 años y me gustaría compartir la manera en la que Shifu me ha dado una nueva vida. También me gustaría mencionar algunas historias que acontecieron en China antes de venirme para los Estados Unidos.

Shifu salvó mi vida

Este año cumplo 69 años de edad y estoy llena de energía. Aquellos que conocen mi edad dicen que me veo más joven y me preguntan qué hago para mantener mi imagen. Les contesto que todo se debe a Falun Dafa.

Antes de comenzar a practicar Falun Dafa, padecía varias enfermedades: hepatitis A y B, e hipertensión, por mencionar algunas. Me hospitalizaban muy a menudo.

Para empeorar las cosas, era adicta al trabajo y también asistía a muchos viajes de negocios, y cada vez que terminaba un proyecto, me enfermaba.

En septiembre del año 1990, me desmayé en la oficina justo después de vomitar sangre. Me diagnosticaron con un cáncer gástrico avanzado e inmediatamente tuve que someterme a cirugía.

El doctor les informó a mis familiares que tan sólo me quedaban dos años de vida. Después de la operación, no salí de mi casa durante dos años, pues me encontraba muy enferma y mis piernas y rostro se inflamaban, los sentía pesados.

Durante la primavera del año 1994, el codo derecho me causaba gran dolor y como consecuencia, me sometí a otra operación. Días después el dolor persistía, pero con mayor intensidad. Después de ver mi radiografía, el doctor supuso que el cáncer se había extendido a los huesos.

Un año más tarde, después de una revisión médica, el doctor dijo que mi enfermedad se había convertido en un cáncer de nasofaringe (hipofaringe), y le dijo a mi familia que esta vez me quedaban tres meses de vida.

En aquel entonces, tenía alrededor de cuarenta años de edad. La enfermedad nos causaba dolor a todos en la familia, también veía a mi familia buscando una cura en todas partes.

En noviembre del año 1995, alguien le dio a mi esposo un libro titulado “Falun Gong”. Sentí que el libro era realmente bueno y que debía ponerme a practicar.

Como estábamos en invierno y era una paciente crítica, no pude asistir al sitio de práctica ubicado cerca a mi casa, el coordinador me dijo que mejor aprendiera los ejercicios por medio del libro hasta que el clima se tornara más cálido y pudiera asistir al lugar.

Sorprendentemente, todas mis enfermedades desaparecieron cuando leí el libro y practiqué los ejercicios en casa. Pude asistir al sitio de práctica en abril del año 1996, y medio año después, podía ir a cualquier parte por mi cuenta.

Luego de volverme saludable, pasé gran parte de mi tiempo leyendo el libro, practicando los ejercicios y comentándole a todos sobre la práctica. Mi corazón estaba lleno de alegría y me sentía muy feliz.

Falun Gong también me enseñó a ser una persona mejor y a tratar a los demás con amabilidad. También comprendí el significado de la vida.

Permítanme compartir tres historias que acontecieron luego de comenzar a practicar Falun Gong y la manera en la que seguí las enseñanzas para ser una persona buena.

La vecina del tercer piso ya no es arrogante

Mi esposo y yo vivimos en una zona residencial, el edificio consta de tres pisos y yo vivía en el segundo, y la nuera del administrador del lugar vivía en el piso de arriba. A menudo era muy arrogante.

Pocos meses después de comenzar a practicar Falun Gong, puse una cobija a secar en el balcón, pues era un día soleado.Al rato llegó un familiar a mi casa y se asomó por mi balcón.

“¡Ven rápido! ¡Tu cobija está empapada!”, exclamó ella.

Corrí a ver y en efecto un cuarto de mi cobija estaba mojada. Miré hacia arriba y vi que la vecina del piso de arriba había lavado y que la ropa escurría agua. Rápidamente llevé mi cobija adentro.

Mi pariente me preguntó, “¿Quién vive en el piso de arriba? ¿Cómo puede hacerte eso?”.

Grité en dirección al apartamento de arriba y les dije que la ropa estaba escurriendo agua. Nadie respondió.

Permanecí en calma y le mencioné a mi pariente que ya era una practicante de Falun Gong, y que la situación causaba que mi xinxing se elevara. Tan pronto la ropa dejó de escurrir agua, puse nuevamente mi cobija en el balcón.

Más tarde, la mujer que habitaba el primer piso comenzó a maldecir porque su ropa estaba empapada, en ese momento la mujer del tercer piso se asomó y las dos terminaron discutiendo.

Intenté intervenir ofreciéndole a la mujer del tercer piso que secara la ropa en mi secadora, rechazó mi oferta y dijo que nos lo merecíamos por estar debajo de ella.

Después de eso, andaba pendiente cada vez que quería sacar mi ropa al balcón.

En adición a la ropa mojada, la vecina de arriba arrojaba basura por fuera de su ventana y parte de esta caía en mi habitación, sin embargo, yo la recogía y la botaba.

Un día, la funda de su almohada salió volando y cayó en mi balcón, entonces la lavé, la sequé y la dejé en el estante frente a su casa. Luego de un tiempo, las costosas zapatillas de atletismo de su hijo cayeron en mi balcón, también las limpié y se las regresé.

Ella dijo: “Creí que este par de tenis había desparecido. No esperaba que tuvieras la amabilidad de lavarlas y regresármelas. Muchísimas gracias”.

Le dije: “Es destino que seamos vecinas. Atesorémoslo”.

“Sé que practicas Falun Gong. Eres muy bondadosa”, dijo ella.

Después de eso, mi vecina jamás volvió a secar su ropa en el balcón.

“Una santa”

Durante el año 1987, en mi anterior lugar de trabajo, hubo una revisión de ascensos. Según mis habilidades académicas, podía haber sido subdirectora académica.

Como había gran cantidad de personas con las mismas habilidades, me postulé para la posición de profesor de cátedra. Varios se sintieron mal por mí.

Once años después, en mayo del año 1998, el decano me llamó para pedirme que tuviera listos los documentos para solicitar el puesto de subdirectora académica. Los directivos sentían que me debían dar la posición a mí.

Cuando fui a la oficina a presentar mi solicitud, me enteré de que otra colega mía quería la misma posición y que había armado lío un par de veces en el lugar de trabajo. Cuando me enteré de esto, tomé de regreso mi solicitud y me fui a casa.

El decano me llamó de nuevo.

Y me pregunta: “¿A qué le tienes miedo? ¿Cómo puede esta persona compararse contigo? Siempre hemos pensado que esta posición te pertenece. ¿Cómo puedes abdicarla?”.

Le agradecí y le comenté que, siendo una practicante de Falun Dafa, no iba a pelear con otros por el trabajo.

Todo el mundo en el trabajo sabía que mis dolencias fueron curadas por Falun Dafa. Durante una reunión de ese año, llegué tarde y la sala de reuniones estaba llena de personas, cuando entré, todo el mundo comenzó a aplaudirme, estaba desconcertada y no sabía por qué me daban la bienvenida.

Un colega se puso de pie y apuntando en mi dirección exclamó: “¡Nuestra santísima colega está aquí! Desistió de la posición de subdirectora académica voluntariamente. ¿Quién más sería capaz de hacerlo?”.

Varios colegas se pusieron de pie y me ofrecieron sus sillas. Dos de ellas me jalaron a sus lugares. Me sentía abochornada por tan conmovedora escena. Durante la reunión, una y otra vez, los directivos y los demás colegas me elogiaban por mi forma de actuar.

Más tarde, la colega que quería la posición de subdirectora académica me visitó para agradecerme.

Dijo: “Me enteré que en el momento muchos te nominaron para el puesto. Si no hubieras retirado tu solicitud jamás me habrían dado el trabajo. ¡Estoy realmente agradecida! Únicamente aquellos que practican Falun Dafa son capaces de hacer algo así”.

Después del inicio de la persecución a Falun Dafa en China, la oficina 610 dijo a mis empleadores que me monitorearan. Sin embargo, nadie me hizo nada.

“Solamente existen aquellos que acuden a mí por dinero. Jamás alguien ha venido a regresármelo”

Un día, fui al mercado a comprar mollejas de pato. Cuando llegué a casa, percibí que la cantidad que había comprado parecía ser incorrecta. La pesé en la báscula y resultó que sí pesaba más de lo que había pagado.

Al día siguiente, fui al mercado a pagar la porción adicional de mollejas.

Vi al dueño y le dije: “Ayer compré estas mollejas y calculó su peso equivocadamente”.

El hombre me interrumpió antes de terminar de hablar.

“¿Calculé equivocadamente? Las compró ayer, pero aquí viene un día después. ¡No voy a soportar esto!”.

Sus gritos atrajeron a una gran cantidad de personas.

Permanecí en calma y dije: “Calculó erróneamente y pagué menos de lo que debí haber pagado, estoy aquí para pagarle el excedente”.

El hombre estaba sorprendido. Los espectadores estaban completamente asombrados y mencionaban no haber visto jamás a una persona tan buena.

Dije: “Practico Falun Dafa. No puedo aprovecharme de los demás. Necesita mandar a revisar esta báscula y para la próxima, no les grite a las personas”.

El hombre me agradeció profusamente y dijo que las personas regresaban a pelear con él, acusándolo de cobrar de más. Nadie jamás había regresado a darle más dinero. Ahora sabe que aún hay gente buena en este mundo.