(Minghui.org) El Sr. Yang Zhi del condado de Dancheng, provincia de Henan, murió el 4 de enero de 2016, dos años después de ser liberado de una sentencia de 11 años en prisión. Tenía 61 años.

Solo 7 meses antes de su muerte presentó una querella criminal contra Jiang Zemin, haciendo responsable al ex dictador por sus repetidos arrestos y largo encarcelamiento.

Los años de persecución y abusos generaron una destrucción total de su salud. No podía parar de temblar, y sufría de dolores crónicos de espalda. Tenía reacciones lentas y problemas de memoria. Murió poco después de regresar a casa del hospital donde se estaba tratando desde principios de enero.

Abajo está el relato personal del sufrimiento del Sr. Yang tal como lo declaró en su querella.

Una vida cambiada destrozada por la persecución

Solía ser un hombre de mal temperamento y peleaba con mi esposa todo el tiempo. Sin embargo, las cosas cambiaron luego de comenzar a practicar Falun Gong en 1996. Aprendí a estar calmado y a llevarme bien con mi esposa. También compartí las tareas del hogar con ella, algo que nunca había hecho.

Mi vida feliz no duró demasiado, Jiang Zemin lanzó la persecución a Falun Gong tres años después de eso. Desde entonces, he sido repetidamente arrestado, y mi familia fue implicada.

El jefe de la policía local a menudo enviaba sus subordinados a nuestra casa en medio de la noche, aterrorizando a mi esposa y nuestro entonces pequeño hijo. Una vez mis dos hijos fueron detenidos en un centro de detención durante un año; en ese entonces solo tenían 13 y 15 años.

Como resultado de sus arrestos, mis dos hijos dejaron la escuela. Ahora ya adultos, tienen problemas para encontrar esposas, ya que las posibles esposas fueron ahuyentadas por la persecución. Nuestros parientes también se alejaron por temor a quedar implicados.

Primer arresto seguido de un año de detención

En diciembre de 1999, me arrestaron por primera vez, cuando fui a Beijing para apelar por Falun Gong. me retuvieron en el centro de detención del distrito de Xuanwu por una semana antes de ser trasferido de nuevo al centro de detención del condado de Dancheng.

No fui liberado hasta un año después, y encima tenía que reportarme todos los días en la comisaría del pueblo de Wutai.

Desvestido hasta la ropa interior y expuesto al frío extremo

En diciembre de 2000 fui de nuevo a Beijing para apelar por Falun Gong y fui arrestado apenas llegué a la plaza Tiananmen. La policía me golpeó tan fuerte que comencé a sangrar por la boca y me quebraron las costillas.

Después de ser llevado a la comisaría, me desvistieron, sacándome hasta la ropa interior y me esposaron a un árbol en el patio. Hacían 17 grados C bajo cero, y me dejaron expuesto al frío durante cinco días sin agua ni comida.

Después que me llevaron al centro de detención del condado de Dancheng, realicé una huelga de hambre para protestar la detención ilegal. Los guardias me liberaron 18 días después cuando estaba a punto de morir. Para ese entonces, había perdido casi la mitad del peso de mi cuerpo.

Dos años de trabajo forzado

La policía local aún me hostigaba en mi casa todos los días después de ser liberado. Alrededor del año nuevo chino en 2001, me arrestaron de nuevo y me dieron dos años de trabajo forzado en el campo de trabajo forzado de Xuchang.

Sentenciado a 11 años

No me atrevía a regresar a casa después de ser liberado del campo de trabajo forzado, así que iba de un lugar a otros para evitar ser arrestado de nuevo. El 24 de diciembre de 2003, me atraparon de nuevo y me enviaron al centro de detención de Luyi, donde me retuvieron por un año y medio.

En junio de 2005, las autoridades me sentenciaron a 11 años y me transfirieron a la prisión de Xinmi, donde me torturaron.

Por varios días seguidos, los guardias me obligaron a permanecer quieto en una posición fija (parado, sentado o en cuclillas) por 24 horas seguidas, y no podía comer ni dormir durante esa tortura.

Luego cedí y escribí unas declaraciones para renunciar a mi fe. Las cosas no mejoraron como prometieron. Me seguían todos los días personas asignadas a vigilarme, y no me permitían hablar con nadie. Vivía con miedo.

Los guardias también me forzaron a mí y otros practicantes a realizar largas horas de trabajo sin paga.

Cada vez que recuerdo las cosas que ocurrieron en la prisión, me da escalofríos. Un jefe de división dijo que no le importaba si un par de practicantes de Falun Gong morían. Un guardia amenazó a más de 200 practicantes en una reunión: “Los haré sufrir cada días más”. El capitán de un equipo alardeó: “Si los mato, ni sabrán de qué murieron”.