(Minghui.org) Estando en la cárcel sentada en mi celda, escuchaba a una mujer contar en el corredor su historia acerca de la muerte. Su nombre era Song Jia y tenía un hijo de ocho años, la misma edad que el mío.

Dijo que su esposo había tenido una aventura, se divorció y se casó con otra mujer. Fuera de toda venganza, ella y su sobrino irrumpieron en la casa del matrimonio, mataron a la mujer y a su madre, estrangularon al bebé de seis meses y dejaron el cuerpo en el armario.

Song Jia sentada, esposada y con grilletes, calmadamente contaba la historia. No había la más mínima señal de remordimiento en su cara. Dijo que cuando tomó al bebé, él le sonrió. La miré fijamente, y se me pusieron los pelos de punta del horror. Pensé, “Esa podía haber sido yo”. Aquella noche en la cama no podía parar de llorar. Dije en mi corazón: “¡Gracias, Maestro; gracias, Maestro; gracias, Maestro!”.

Falun Dafa salvó a mi esposo

Me casé con mi marido porque era un hombre honesto. Cuando nos casamos, ninguno tenía trabajo, pero nos llevábamos bien. Comencé a vender vegetales en el mercado de agricultores para tener algún dinero. Más tarde él encontró un trabajo también. Lo amaba con todo mi corazón. Le guardaba buena comida, le compraba ropa bonita y gastaba muy poco en mí. Me preocupaba cuando llegaba a casa tarde del trabajo. Las cosas iban bien. Tuvimos un hijo, y nuestras vidas mejoraron.

Un día me contó que tenía una aventura con alguien que había conocido, cuando acompañó a su jefe a un bar de karaoke. Esto se mantuvo por algún tiempo.

Mi mundo colapsó, y no quería vivir más.

Dijo que quería terminar con ese romance, pero por el contrario estaba aún más afuera. Un día llegó a casa, fue directo a la cama y se quedó dormido. La ira se apoderó de mí, y pensé en destrozarle la cabeza con un hacha.

Había una en la cocina, solo a unos pasos. El corazón estaba por salirse de mi pecho; cuando la tomé, escuché la voz del Maestro en mi cabeza: “…en cuanto a las personas que refinan gong, nuestra exigencia es también comparativamente más estricta: quienes refinan gong no pueden matar vidas”. (Zhuan Falun)

De repente parecía haber despertado, cada pizca de mi fuerza se consumió. Supe que era una practicante de Falun Dafa y no podía matar. Lento pero seguro, el pensamiento de matarlo desapareció cuando leí Zhuan Falun.

Perseguida por practicar Falun Dafa

En 2002 fui a Beijing para reclamar por el derecho a practicar Falun Dafa. Me arrestaron y detuvieron en el centro de detención del condado de Yilan. Me dijeron que ambos, mi esposo y su empleador, se verían afectados si no dejaba de practicar Falun Gong.

No podía renunciar a mi creencia, pero no quería implicarlo a él ni tampoco a sus compañeros. Al final, le firmé los papeles de divorcio en el centro de detención. Había perdido la familia que siempre había deseado para protegerlos al máximo. Recuerdo verme regresando a mi celda con los papeles en la mano, cubriéndome la cara con mi chaqueta y sollozando.

En 2002 me arrestaron en la ciudad de Mudanjiang. La policía me torturó de todas las formas posibles: me pusieron aceite de mostaza en los ojos, nariz, oídos y boca; me cubrieron la cabeza con bolsas de plástico para sofocarme, me cachetearon repetidamente y revolvieron con un palo dentro de la boca hasta sangrar.

Dos días más tarde me enviaron al centro de detención de Mudanjiang, donde conocí a Song Jia. Ella y su sobrino más tarde fueron ejecutados.

En mayo de 2005, me transfirieron a la prisión de mujeres de Mudanjiang. Me enteré que muchas de las mujeres allí, habían cometido crímenes porque sus maridos las dejaron por otra. Supe que Falun Dafa salvó a mi familia y a mí. Podría haber sido una de ellas si no hubiera sido por Falun Dafa.

Pasados los años, sentí compasión por mi ex-marido. Tenía una buena naturaleza y había trabajado duro toda su vida. Aunque se divorció de mí, nunca dijo nada malo sobre Falun Dafa. Cuando dejé la prisión en 2009, me ayudó a establecer un pequeño negocio para ganarme la vida. Soy bendecida por practicar Falun Dafa y también mi familia.