(Minghui.org) Ocurrió varios años atrás, cuando la mayoría de la gente en China aún estaba envenenada por la perversa propaganda del partido comunista contra Falun Gong. Aún lo recuerdo vívidamente, porque fui testigo de cómo una persona, un matón que persigue a los practicantes de Falun Gong, cambió con el poder de la compasión y la verdad.

Esa mañana fui en bicicleta al campo para repartir materiales de Falun Gong y la persecución. Alguien me denunció a la policía y varios oficiales me detuvieron camino a casa. Todos lucían rudos y me maldecían mientras me llevaban a la comisaría.

Uno que decía ser experto en artes marciales, me golpeó brutalmente, ignorando mis intentos de explicarle por qué la persecución era incorrecta. Después de llevarse mi bicicleta y mi bolsa medio llena de materiales de Falun Gong, esos oficiales me ataron a un árbol en el patio. Otro oficial registró mi bolsillo y encontró cinco yuanes, el único dinero que tenía.

“¿Solo cinco yuanes?”, preguntó el oficial decepcionado: “No valen la pena nuestros esfuerzos. Espera y verás cuánto vas a tener que pagar de multa más tarde”.

“Espero que no hagas eso”, le dije calmadamente. “Vine aquí a entregar materiales no para mí, sino para la gente que vive en esta área, incluyendo tu familia. La práctica de Falun Gong mejoró mi salud, y mi familia entera se benefició de ella. Sinceramente espero que tu familia pueda beneficiarse también”.

Me miró, pero no dijo nada. Se llevó mis cinco yuanes, y volvió con una sandía. Los oficiales luego me liberaron del árbol y me llevaron dentro de la comisaría.

Mirando a esos oficiales comiendo la sandía, me dieron pena: trabajando como policías, su salario es bajo porque todo el dinero va a los oficiales más altos quienes fácilmente malversan millones o billones de yuanes y tienen autos y casas lujosos.

Incluso para peor, ellos no saben que arrestar y golpear practicantes de Falun Gong inocentes viola la ley. Al ponerse del lado del partido comunista y desafiar los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia, ponen en peligro su futuro.

Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras pensaba en el material para aclarar la verdad que me habían quitado, el cual sería quemado y finalmente no llegaría a la gente que espera saber la verdad detrás de la persecución.

“¿Por qué lloras? ¿Quieres sandía?”. Miré y era el oficial que me había pegado antes, con un pedazo de sandía en su mano.

“No, gracias”, contesté.

“Dime qué quieres” exclamó.

“Por favor, devuélveme los materiales y déjame ir a casa. No cometí ningún crimen, y como ciudadano tengo derecho a la libertad de creencia”.

“¡Tonterías!” gritó. “No lloraste durante la golpiza. ¿Por qué lloras por esos papeles inútiles y los quieres de vuelta? ¿Sabes que podrías ser arrestada, golpeada o incluso encarcelada de nuevo por esos?”.

Viendo que varios oficiales nos estaban mirando, levanté un poco mi voz para que escucharan claramente. “Créeme, esos papeles pueden salvar la vida de la gente”. Les expliqué cómo algunos practicantes eligen vivir una vida frugal, centavo a centavo, ahorrando dinero para imprimir copias de estos materiales. “Hacemos esto por nuestros corazones, y hacemos esto por gente como ustedes. Por favor, tomen una copia y léanlo. Entenderán lo que les quiero decir”.

Escuchando lo que les dije, un oficial tomó varias copias y se las entregó a los demás. Todos comenzaron a leer.

Dos nuevos policías vinieron a la hora del almuerzo para el próximo turno. Uno estaba esperando afuera y el otro entró en la habitación.

“¿Eres tú? Te he estado buscando por un largo tiempo. ¿No me recuerdas?”, preguntó la mujer policía, sorprendida y emocionada.

“¿Yo? ¿Nos hemos conocido antes?”, contesté confundida.

“Por supuesto que sí”, dijo. “Perdí 2.000 yuanes un tiempo atrás y tú los encontraste. Esperaste hasta que regresé. Luego me diste el dinero y no me dijiste tu nombre. Cuando te agradecí, me dijiste que agradeciera a tu Maestro porque es Él quien te enseñó a ser una buena persona”.

Recordé el incidente de unos meses atrás. “Entonces, ¿piensas que soy una buena persona?”, pregunté.

“¡Definitivamente!”. Luego bajó su voz y dijo: “Quiero liberarte, pero no me atrevo”.

Regresó después de un rato, con un pedazo de pan y una botella de agua: “Por favor, come algo”.

“Lo siento, no puedo hacer mucho aquí.”, pausó y me dijo: “Hay una chance de que te envíen a un centro de detención. Por favor cuídate”. Vi lágrimas en sus ojos.

Al escuchar esto, me asusté un poco. Después de todo, el comunismo chino le puede hacer cualquier cosa a los practicantes, como lo hicieron con los muchos practicantes encarcelados en el pasado. Pero por otro lado, tenía en claro que estaba haciendo la cosa más recta e importante. En la batalla del bien y el mal, el bien siempre prevalece.

“Gracias por tu amabilidad, seguramente serás bendecida por ello”, le dije. “Por favor, dile a tu familia también que Falun Gong es bueno y que no tiene nada de malo seguir los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia. Recuérdales que no sean engañados por la propaganda de odio del partido”.

“Lo prometo”, me contestó.

Después del almuerzo, el policía que antes me había golpeado vino primero. “Rápido, nos tenemos que ir ahora”, dijo mientras venía hacia mí. Antes que supiera qué estaba haciendo, puso los cinco yuanes en mi bolsillo y bajó su voz. “Si hubiera leído esos materiales antes, no te hubiera golpeado”.

En ese momento, dos oficiales más vinieron. Sabiendo que al menos dos habían decidido apoyar a los practicantes, no pude evitar llorar. Sabía que este era el poder de la compasión y la verdad.

Para ese entonces, ya no tenía miedo. Aún no sabía adónde me llevarían, pero no me importaba. Donde fuera que sea, le diría a la gente, incluso a los policías, sobre Falun Gong, y los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia.