(Minghui.org) Soy un practicante de Falun Dafa y médico. Un día mi supervisor en el hospital trajo a una de sus parientes a verme. La paciente tenía los ojos sin vida, opacados y un cutis pálido.

Me dijo que sufría de insomnio y neurosis, y que le dolía por todos lados.

Quería decirle que Falun Dafa podía ayudarla, pero el miedo me detuvo. Le receté unos medicamentos que le reducirían los nervios, pero me sentí culpable de no haberle aclarado la verdad sobre Falun Dafa.

Regresó dos días después y me dijo que los medicamentos no tuvieron ningún efecto. Me miró a los ojos y me dijo: “No quiero vivir mientras este estado me tortura. ¿Qué debo hacer? ¿Me puede decir?” Sus palabras me tocaron el corazón.

Sabía que tenía que dejar de lado mi miedo y contarle sobre Falun Dafa, así que comencé a hablar con ella. Le dije que tenía que renunciar a los jóvenes pioneros, si es que alguna vez se había afiliado, y recitar sinceramente “Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno”.

Le dije que si lo hacía se beneficiaría. Ella aceptó, y se fue, aparentemente satisfecha.

Dos días más tarde, regresó a verme, con regalos. Esta vez sus ojos brillaban, su rostro lucía vívido, y tenía mucha energía. Parecía una persona nueva.

“En el momento en que me pidió que recitara ‘Falun Dafa es bueno’ sentí que mi corazón duro entró en paz”, dijo ella. “Todo mi cuerpo se sintió caliente y relajado, y tuve una sensación de comodidad que nunca tuve. Dafa es sobrenatural, pero no lo hubiera creído si no lo experimentaba yo misma”.

También me dijo que su tío y familiares inmediatos eran practicantes de Dafa. Y aunque ellos le decían constantemente sobre Falun Dafa, siempre se negó a aceptarlo. Le parecía que era algo supersticioso. Ahora experimentó lo maravilloso de la práctica en carne propia.

Quería agradecerme. Le dije: “Deberías agradecerle al Maestro de Falun Dafa, ya que fue Él quien te salvó”.