(Minghui.org) Mi esposo y yo somos dos empleados jubilados de la misma compañía. Un día un empleado de la oficina de jubilados de esa compañía, me llamó y me pidió que pasara. Yo no estaba en casa, así que fue mi esposo en mi lugar.

En la oficina de jubilados, una decena de personas de esa oficina, policías, seguridad doméstica, y de la comunidad estaban todos allí. Querían saber si yo había enviado una querella criminal contra Jiang Zemin, el ex líder chino que lanzó la persecución a Falun Gong hace 16 años.

Esta era una excelente oportunidad para sacarse del pecho, todo lo que tenía guardado: “Mi esposa sí denunció a Jiang. Todo lo que puso en la queja es verdad. En cuanto a Jiang Zemin, por supuesto que mi esposa debería denunciarlo. ¿Acaso no están procesando al zar de la seguridad, Zhou Yongkang? ¿Por qué no se puede demandar a Jiang? Pueden decirle a vuestros superiores que dije eso”.

“Mi esposa solo repartía volantes y fue a Beijing para apelar pacíficamente por su derecho a practicar Falun Gong. Por eso la arrestaron y golpearon hasta que la dejaron seriamente lastimada. Le arrancaron la piel entre el pulgar y el índice de la mano y hasta hoy aún duele mucho. La colgaron cinco días y no la dejaron dormir. Después de esta tortura, le dieron cinco años de trabajo forzado”.

“Además, cuando la policía vino a arrestarla, le pidieron 20.000 yuanes y una bebida. Este tipo de comportamiento solo puede empeorar las cosas”.

Mi esposo continuó diciéndoles: “Las autoridades dijeron que Falun Gong era una secta. Nadie tiene derecho a juzgar eso, y la historia lo probará. La oficina 610 trata a los practicantes peor que a los asesinos y usa enormes cantidades de mano de obra y dinero para perseguirlos. Muchas familias de practicantes se rompieron por la persecución. A sus hijos no les permiten trabajar en el ejército, ir a la universidad o meterse en problemas en el trabajo. A mi no me permitieron viajar al exterior a buscar trabajo solo porque mi esposa es practicante”.

Mi esposo habló por 40 minutos sin ser interrumpido. Ellos no podían creer que lo que escribí en mi querella era verdad y ocurrió. Mi esposo se fue a casa sin ningún problema.

Al principio me preocupé, pero cuando me contó lo sucedido, me puse feliz. A pesar de la presión de estar frente a decenas de personas y policías, un no practicante logró hablar de la verdad detrás de la persecución a Falun Gong.

Durante muchos años, tuvo mucho dolor en sus manos. Después de lo ocurrido en la oficina de jubilados, sus manos le dejaron de doler. Le dije que hizo algo bueno al hablar así y contarle a la gente la verdad de Falun Gong.