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Experiencias extraordinarias: la vida de un practicante de Falun Dafa salvada tres veces

Nov. 16, 2015 |   Por un practicantes de Dafa en la provincia de Shanxi, China.

(Minghui.org )

Era un trabajador temporario en un pequeño proyecto municipal, que hacía placas para bordes que se usaban para cubrir o cerrar el final de una pipa. Mi trabajo era muy complejo y agotador. A menudo trabajaba en un alto horno, que alcanzaba temperaturas de más de 1.000 grados Celsius.

Una vez trabajé frente a la puerta del horno. De repente una pieza de hierro, de más de 1.000 kilogramos, cayó dentro del horno y el hierro fundido roció mi cara. En aquel momento, escuché una voz que fue el más maravilloso sonido que había escuchado en mi vida. Entonces me dije involuntariamente: “¡Hierro fundido golpea el Falun!”.

Cuatro o cinco compañeros de trabajo me revisaron y les dije que ¡estaba bien! Sus ojos no podían creerlo. Me dieron el pulgar hacia arriba y dijeron, “¡Gran practicante de Falun Dafa!”.

En otro tiempo, cuando estaba limpiando las placas para bordes, no noté que una de 205 kilos, cayó. Golpeó mi pierna izquierda y quedé aprisionado. Dos compañeros vinieron corriendo y dijeron que ¡mi pierna debía estar quebrada! Pero al momento que llegaron, ya la había quitado de abajo de la placa y les dije que estaba bien. Y dijeron, “Tu Maestro te protegió otra vez, ¿no?”.

Más tarde me trasladé a otra fábrica e hice trabajos de perforación. Era un frío día de noviembre y tuve que ponerme dos suéteres y un conjunto de ropa cuando salí. Mientras estaba trabajando, la manga derecha quedó atrapada en la máquina. La velocidad del taladro era de cuatrocientas revoluciones por minuto y generalmente, un brazo estaría desgarrado en medio segundo. No solo eso, la máquina era tan poderosa que también podía atrapar un cuerpo.

En ese momento, alrededor de siete máquinas de repente se detuvieron por unos pocos segundos en el lugar de trabajo. Sentí que alguien tiraba mi hombro derecho, y tres trozos de manga fueron jalados dentro de la máquina. Unos pocos segundos más tarde, continuaron funcionando.

Mi jefe vino rápidamente, se arrodilló delante del taladro y se mantuvo diciendo, “¡Gracias Dios! ¡Gracias Dios!...

Supe que el Maestro me salvó nuevamente. Entonces les dije a todos: “¡Es mi Maestro que me salvó!”. Todos los trabajadores dijeron, “¡Es asombroso!”.