(Minghui.org) En la tarde del 8 de mayo de 2002, frente a una cabina telefónica al otro lado del centro comercial más importante y concurrido de Mudanjiang, en la provincia de Heilongjiang, un hombre corpulento de mediana edad me agarró por la espalda. Esta fue la introducción a siete años (2556 días) de prisión.

Mi captor era un oficial del departamento de policía de Yangming; me arrestó porque era practicante de Falun Gong. Fui detenido por seis meses y luego sentenciado a siete años de prisión.

Allí me hicieron chequeos médicos y exámenes sanguíneos en tres ocasiones. A menudo, los practicantes de Falun Gong son tratados más cruelmente que otros reclusos, incluso que los peores criminales. No se les permite tener visitas familiares, comprar elementos para cubrir necesidades básicas o hablar entre sí. Solo los practicantes de Falun Gong son sujetos a exámenes sanguíneos. Mi mente no estuvo tranquila cuando más tarde me enteré de las sustracciones forzadas de órganos a personas vivas por parte del gobierno.

Azotes en la comisaría

En el departamento de policía de Yangming, pregunté por qué me habían llevado allí. Cinco policías comenzaron a golpearme antes de que terminara de hablar. Confiscaron 1500 yuanes que llevaba conmigo, junto con mi teléfono celular.

Me ataron a una silla y luego de cenar me interrogaron. No respondí ninguna de sus preguntas. Volvieron a golpearme, me quitaron los zapatos y azotaron los dedos de mis pies con un cable eléctrico; era como si un animal me estuviese mordiendo. Traté de no mover mis pies para no pensar en el dolor y largarme a llorar. Los policías también azotaron mis zonas genitales.

Para protestar inicié una huelga de hambre. Los oficiales abrieron una ventana, incluso con el frío de la noche en la ciudad, localizada en el nordeste de China, y luego tiraron agua fría sobre mi cabeza; mis ropas estaban mojadas y el viento frío empezó a soplar. Comencé a temblar.

Me golpearon en la cabeza, y la paliza continuó hasta que empecé a convulsionarme.

Golpiza en el centro de detención

En la noche del 10 de mayo, fui llevado al centro de detención Nº 2 de Mudanjiang.

A la mañana siguiente, los guardias me llevaron a la oficina de servicio y me pidieron que abandonara la huelga de hambre, pero me negué y me golpearon. También me alimentaron de forma forzada.

El jefe del centro de detención trajo esposas y grilletes. Me esposaron detrás de la espalda, tanto las manos como los pies. Me sujetaron de forma muy ajustada, obligándome a estirar al máximo posible mis manos y piernas por detrás. Todo el tiempo permanecí de rodillas, y no me liberaron cuando necesité usar el baño, en vez de eso ordenaron a un recluso traerme un recipiente para orinar. Al medio día volví a convulsionarme, entonces me liberaron. No pude moverme por un largo tiempo.

Ilustración de tortura: Manos y pies esposados detrás de la espalda y entre sí. La víctima debe permanecer de rodillas, y las manos y pies lo más cerca posible unos de otros unidos por alambres.

Al día siguiente, otro guardia me pidió que comiera, pero me negué, así que golpeó mis nalgas con un tubo de plástico. Debido a esto no pude sentarme por algún tiempo.

El centro de detención proporcionaba solo dos comidas al día. Se trataba en todos los casos de pan de maíz y sopa (principalmente agua salada con algunos trozos de vegetales). Una vez encontré una mosca dentro del pan.

También éramos forzados a empacar escarbadientes para exportar a Japón.

Sentencia injusta

En una ocasión un funcionario de alto rango fue al centro de detención. Los guardias dijeron que era el jefe de la oficina 610 de la provincia de Heilongjiang. Me llevaron a verlo a una habitación. Me rehusé a hacer lo que me pedía, renunciar a mi fe. Se puso tan furioso que gritó para que me dieran un severo castigo.

El tribunal de Mudanjiang trató mi caso el 29 de octubre de 2002, sin informar a mi familia. “¡Ustedes (practicantes de Falun Gong) deben recibir sentencias severas, realmente duras!”. Dijo un recepcionista de la audiencia.

Trabajo forzado en prisión

El 6 de diciembre de 2002, me llevaron a la prisión de Mudanjiang, donde pasé seis años y medio.

Fui obligado a hacer todo tipo de trabajo duro y manual. Empaqué y trasladé cajas en una tienda de impresión, extraje alambres de metal de la basura, cosí almohadones para asientos de autos y pelotas de fútbol. En una ocasión me caí de la cama cucheta debido al agotamiento y me lesioné el pie derecho, en julio de 2005.

Resistiendo el maltrato

Mi protesta por la persecución de principios de 2006, continuó por cerca de tres años y medio. Me negué a vestirme con el uniforme de prisión, responder al llamado de lista y realizar trabajo forzado.

El director de mi sector una vez me llamó a su oficina. No me arrodillé ante él, incluso aunque las reglas de prisión dicen que los reclusos tienen que hacerlo cuando estén en presencia de guardias o autoridades. Como resultado me pateó una y otra vez, y ordenó a un guardia que trajera una picana eléctrica. Por alguna razón éste no regresó con una, y me dejaron ir para la hora del almuerzo.

Al día siguiente el instructor político vino hasta mí y me amenazó con ponerme en confinamiento solitario. Ordenó que se quemara mi abrigo de invierno; yo comencé una huelga de hambre. Los guardias cedieron ante esta, y un recluso me dijo que podía hacer los ejercicios en la noche, así que comencé a comer.

En noviembre de 2006 fui transferido al distrito nº 13. El jefe del tercer escuadrón me ordenó hacer trabajo manual, pero me negué, y comenzó a llevarme a una celda solitaria, pero de camino, fue llamado aparte, y terminó dejándome en una celda regular.

Continúe rehusándome a responder al llamado de asistencia y a realizar trabajo forzado. Los guardias ya no me molestaban.

En febrero de 2007 fui transferido al distrito nº 8. Los guardias volvieron a requerirme que haga trabajo manual, pero me negué y dejaron de pedírmelo.

En mayo de 2007, me transfirieron al distrito nº 7. Allí los guardias trataron de ponerme en confinamiento solitario. Pero no me rendí y nada pasó.

Sufrimiento familiar

Mientras estuve preso, tanto mi padre como mi suegro, fallecieron a causa de la presión y preocupación.

Mi hija no solo no pudo conseguir ayuda para mí, sino que también sufrió del acoso policial y el saqueo de nuestro hogar, con su teléfono intervenido y enfrentando discriminación en la escuela. Debido a esto, pasó de ser confiada para convertirse en alguien cautelosa y a veces paranoica. Después de mi detención ella no pudo pagar su colegiatura, y solo con la ayuda de parientes fue capaz de continuar sus estudios.

Fui liberado el 9 de mayo de 2009.