[Minghui Net] Hay un antiguo dicho chino que dice que “cada pensamiento del hombre se escucha en el Cielo y en la Tierra; ellos se asegurarán de que el bien sea recompensado con bendiciones, y que la maldad se encuentre con su castigo”:

Según el entendimiento, el autor este dicho muestra que este principio celestial no puede ser escondido ni alterado, ya que lo divino lo sabe todo y puede diferenciar el bien y el mal a cada momento.

En la China antigua se creía que la gente era debidamente recompensada por sus buenos pensamientos, y castigada por sus malos pensamientos. De hecho, todo radica en el momento en que se produce un pensamiento. En la cultura china tradicional, había muchas referencias a los escritos del confucionismo, budismo y taoísmo, y todos los sabios y personas virtuosas desde la antigüedad consideraban que la honestidad y la integridad eran virtudes principales en la conducta.

El autor cree que los chinos antiguos eran rectos en todo, y que los principios aquí descriptos están tan vigentes hoy como en aquellos tiempos.

Los antiguos respetaban al Cielo y a la Tierra, y tomaban con seriedad la mirada de otras personas en caso de que se equivocaran y ofendieran al Cielo y la Tierra, al conducirse inapropiadamente, incluso sin saberlo. Siempre eran cuidadosos y mantenían una mente calma y pura incluso cuando no había nadie alrededor, para asegurarse de no hacer nada en contra de su propia consciencia.

Sin embargo, también había personas que pensaban que si cometían malas acciones en secreto, nadie lo sabría. Pero nunca podrían escapar del castigo merecido por su mala acción.

Había muchas historias de este tipo en los libros antiguos. La siguiente es sólo una de ellas.

Al no quedarse con el dinero que encontró, Shi Xia fue recompensado con abundante riqueza

Durante el reinado de Jiajing (1522-1566) durante la dinastía Ming, un hombre llamado Shi Xia vivía en la ciudad Wujiang de Jiangsu. Él y su esposa se ganaban la vida con la cría de gusanos de seda y dos telares.

Un día, Shi Xia iba de regreso a su hogar luego de vender seda en el mercado, cuando encontró una bolsa llena de monedas de plata. El pensó: “Si esta plata pertenece a alguien que maneja un pequeño negocio familiar como yo, entonces su familia entera se verá seriamente dañada y sufrirá la bancarota”.

Entonces, pacientemente esperó a que el dueño viniera a buscar su plata perdida. Esperó durante un largo tiempo, soportando el hambre y la fatiga hasta que al fin vio al dueño buscando ansiosamente su bolsa.

El dueño era un hombre joven. Luego de asegurar ciertos detalles, Shi Xia regresó la plata a su dueño. El joven estaba muy agradecido e insistía con darle a Shi Xia la mitad de la plata como muestra de gratitud. Shi Xia se rehusó a aceptarla. El joven intentó entonces darle algunas frutas y lo invitó a comer. Shi Xia rechazó la invitación cortésmente y se fue, sin decir su nombre.

Luego de llegar a su casa, le contó lo sucedido a su esposa. Su esposa le dijo: “Hiciste lo correcto”. Sin importar como puedan pensar muchas personas en la sociedad de hoy en día, ellos no veían como signo de buena suerte encontrar un poco de plata, y se sentían en paz y dichosos de que la plata fuera devuelta a su verdadero dueño.

Luego de esto, el negocio de Shi Xia anduvo muy bien y obtuvo buenas ganancias.

Un año después, era difícil encontrar hojas de morera para los gusanos de seda, y Shi Xia estaba muy preocupado. Decidió, junto con otras diez personas, cruzar un lago cercano para encontrar las hojas que necesitaba. Como se estaba haciendo tarde, detuvo el bote en un pequeño muelle e intentó cocinar algo de comida. Shi Xia bajó a la orilla para buscar un poco de fuego para encender su leña y se encontró frente a la casa del joven que había perdido su plata un año atrás.

El nombre del joven era Zhu En. Estaban muy complacidos de verse y tuvieron una agradable charla. Shi Xia le contó sobre la escasez de hojas de morera en su ciudad natal y que habían tenido que cruzar el lago para encontrarlas en en monte Dongting.

Zhu En le dijo: “Tengo árboles de mora en mi jardín y últimamente han crecido excepcionalmente bien. Hay más hojas que suficiente para ambas familias. Parecen haber crecido para usted, mi hermano. ¿No es esto algo predestinado?”.

Shi Xia respondió: “Era también el destino que yo haya llegado hasta tu casa hoy”. Los dos hombres se convirtieron en hermanos fraternos. Shi Xia tenía un pequeño hijo, y Zhu En una pequeña hija, así que arreglaron su futuro casamiento y se convirtieron en parientes.

Zhu En y su esposa estaban muy alegres y decidieron cocinar algo para entretener a Shi Xia y agasajarlo por la noche. Estaban a punto de matar un pollo, cuando Shi Xia regresaba de llevar leña a la gente del bote. De inmediato los detuvo: “¡Estoy enormemente agradecido por su amabilidad, pero no es necesario matar una vida!”.

Luego, Zhu En hizo la cama para Shi Xia apoyando una puerta sobre dos banquetas. Esa noche, Shi Xia escuchó a los pollos haciendo un ruido muy fuerte. Se levantó rápido y salió afuera a ver que pasaba. En ese preciso momento, escuchó un terrible golpe desde adentro, y algo que cayó duramente sobre la cama. Zhu En también escuchó el golpe y fue a ver que pasaba. Vio la puerta destrozada y las banquetas tiradas a los dos extremos.

Con gran conmoción dijo: “¡El tirante que colgaba sobre tu cama se cayó! Hermano, no quisiste que yo matara el pollo, ahora ellos han salvado tu vida para pagar por tu gracia”.

Al día siguiente, Zhu En envió a Shi Xia de regreso a su casa en bote, llevando las hojas de morera que necesitaba. Luego se enteró que el bote en el que Shi Xia navegaba con otras diez personas, se topó con una tormenta y volcó. Solo hubo un sobreviviente, que regresó para contar la trágica noticia. Shi Xia le dijo a Zhu En: “Si no me hubieras albergado por la noche amablemente, habría muerto también”. Zhu En dijo: “Esto sucedió porque fuiste recompensado con algo bueno por tus buenas acciones, ¡no tiene que ver conmigo!”.

Desde aquel incidente, Shi Xia y su esposa se volvieron más filantrópicos y se esforzaron por hacer siempre buenas obras. Uno de sus vecinos era muy rico, pero solo estaba interesado en hacer ganancias y sufrían pérdidas año tras año. Por el contrario, Shi Xia, por su amabilidad y benevolencia, acumuló ganancias significativas y en diez años se volvió el hombre más rico del pueblo.

Sus hijos y nietos también fueron muy virtuosos y filiales con sus mayores. Todas estas “coincidencias” con las que Shi Xia se encontró no fueron accidentes; todo había sido arreglado por lo Divino.

Hay un dicho que dice: “Aquella familia que acumule bondad siempre tendrá prosperidad de sobra”. Shi Xia fue recompensado con bendiciones por sus buenas obras; él logró que su mala fortuna se convirtiera en bendición y terminara teniendo abundante riqueza.

Había un poema que enfatizaba este punto: “Parece no ser gran cosa devolver el dinero; el Cielo ya conoce sus virtudes. Las buenas obras recibirán a cambio bendiciones, los seres superiores conocen cada uno de sus pensamientos.”