[Minghui Net] Después de que mi marido y yo nos casáramos, estuvimos viviendo con mi suegro durante diez años. Teníamos muchos conflictos y quejas entre nosotros. En la familia de mi marido, sus hermanas que ya estaban casadas, manejaban el hogar. Ellas tenían la última palabra en todo, y mi marido simplemente las seguía y siempre se ponía de su parte aunque estuvieran en lo cierto o no. Era algo normal que una de ellas viniera para decirle que las facturas eran muy altas ese mes, y otra le decía que gastábamos mucho gas. Cuando no estaban alrededor, a menudo teníamos discusiones fuertes. Mis problemas familiares solo se intensificaban cuando estaban implicadas las hermanas. La relación entre mi marido y yo a veces alcanzaba puntos exasperantes. Como resultado, mi resentimiento hacia sus hermanas aumentó con el paso de los años, y como consecuencia mi salud se deterioró. Todo el tiempo estaba enferma y a veces me quedaba postrada en la cama durante varios días.

A finales de 1999 nos mudamos de casa de mi suegro, y casi no teníamos contacto con las hermanas de mi marido. Durante varios meses después de marcharnos, mi suegro se turnaba para vivir con cada una de sus hijas. Finalmente, se las arregló para estar en una casa antigua, donde vivió una vez su segunda hija. Todas sus hijas tenían casas grandes con mucho espacio, pero no podían soportar vivir con él. Esto era porque a su edad, era descuidado con su higiene personal y tenía un hábito muy desagradable de escupir. Cada vez que la comida estaba lista, como si fuera un acto reflejo, tenía que ir al baño a escupir, haciendo un ruido horrible con la parte posterior de su garganta. Era verdaderamente vergonzoso. Su segunda hija, que se quedó con un apartamento grande de tres dormitorios que ofrecía el trabajo de su padre, prometió turnarse para cuidarle.

En aquel momento, justo había obtenido el Fa. Mi salud cada día mejoraba, pero todavía era una mujer testaruda. No quería enfrentarme a la familia de mi marido y mi matrimonio era casi inexistente, aunque todavía creía que el divorcio no era correcto. Además, me marché de casa para buscar trabajo en otra ciudad. Pero no pude abandonar a mis hijos y regresé a casa poco después. Cuando regresé, mi suegro ya estaba con mi familia. Aunque era reacia a aceptarlo, no dije ni una palabra. Me esforcé en seguir los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia, y me regía según este estándar para convertirme en una buena nuera. Paré de ponerle las cosas difíciles a mi marido y me volví más amable con él.

Por supuesto las cosas son más fáciles decirlas que hacerlas. Los hábitos de escupir de mi suegro empeoraron. A veces, no podía llegar al baño lo suficientemente rápido y en lugar de ello escupía en el suelo. Esto para mí era muy difícil de soportar, especialmente cuando tenía que limpiarlo. Cada vez que escuchaba ese ruido en su garganta, quería vomitar. Durante bastante tiempo no podía comer con mi suegro y mi familia. Mi resentimiento y asco hacia él empezó a crecer dentro. Me esforzaba en eliminar mis sentimientos, pero me resultaba muy difícil.

A veces cuando estaba cocinando, ciertas imágenes emergían de mi mente, de cómo mi suegro y mis tres cuñadas se unían contra mí. No podía evitarlo y temblaba descontroladamente, con lágrimas cayéndome por la cara. Quería tirar los utensilios de la cocina para dar rienda suelta a mi ira. Sin embargo, dentro de mí, sabía que la compasión, era a lo que me debía ceñir. Me sequé las lágrimas, retuve la ira y el resentimiento de dentro,  simulé que nada iba mal y calmadamente le llevé la comida a mi suegro. Aún así, seguía quejándose de que el arroz estaba muy duro o que la comida era demasiado ligera. Esto me hacia enfadar aún más.

En aquel momento, mi marido había tenido una aventura con otra mujer durante mucho tiempo. La vergüenza y los insultos que soportaba eran inmensos. Cada vez que la tribulación era difícil de soportar el Fa de Shifu aparecía en mi mente:

“El Ren, es la clave para mejorar el xinxing de uno. El aguantar con odio, quejas o lágrimas es el Ren de una persona común que está apegada a sus recelos. Sólo el aguantar completamente sin ningún odio ni queja alguna es el Ren de un cultivador”. (“Qué es Ren”)?” de Escrituras esenciales para mayor avance)

Estaba determinada a cultivarme hacia este estado de gran Ren, empezando con ser amable en el nivel más superficial y que no me afectara la emoción. Cuando los pensamientos indecentes eran difíciles de eliminar, estudiaba el Fa. A veces, cuando estos pensamientos eran muy fuertes y no podía ni leer el Fa, me salía a dar una vuelta e intentaba pensar en lo difícil que debía ser para mi anciano suegro. No importaba lo que tardara, me aseguraba de no perder los nervios delante de él.

Gradualmente, pude aceptar calmadamente las críticas de mi suegro y aprendí a considerar las cosas desde su perspectiva. Mi suegro estaba en una edad en la que tenía problemas dentales, y su sistema digestivo no era bueno. Si el arroz estaba muy duro no podía masticarlo bien, y luego tendría problemas estomacales. Después de darme cuenta de esto, empecé a cocinar de la forma que él prefería. No importa lo que comiéramos, sus peticiones siempre se consideraban primero. Para la clase de comida que le gustaba si era muy dura para masticar, la picaba primero así era manejable para él.

Llegué a entender muchos principios del Fa y aprendí que para cultivarme, aparte de ser una buena persona, tengo que regirme según un estándar más elevado. Debería tratar a todo el mundo con respeto, cuidado y compasión. No recuerdo cuándo el resentimiento e indignación hacia mi suegro desapareció, solo me di cuenta de que mi estómago ya no se agitaba como antes al escuchar el ruido cuando quería escupir. Para mí ya no era un anciano grosero, sino un niño que necesitaba ser atendido.

Con respecto a mis cuñadas y mi marido, también traté de entenderles poniéndome en su lugar. Sé que todas las discrepancias tienen relaciones predestinadas por el yeli (kármicas) asociadas con él, así que traté de usar la compasión para rechazar las retribuciones desagradables. Cuando hablaba con ellas, trataba de hacerlo con calma y pacíficamente, evitando cualquier discusión y ser lo más cuidadosa posible. Después de hacer estos cambios en mi comportamiento, las relaciones que una vez fueron tensas poco a poco se fueron relajando.

Al principio mis cuñadas estaban preocupadas que su padre no estuviera conmigo tanto tiempo. Pero para su sorpresa, vivimos juntos durante varios años. Recuerdo cuando dos de mis cuñadas vinieron a visitarnos. Como de costumbre, una vez que llevé los bols para la cena, mi suegro fue al baño, y el sonido de su tos y escupidura fueron una tras otra. Las hermanas inmediatamente dejaron de comer. Una de ellas corrió hacia el baño y vomitó, incluso antes de que su padre hubiera llegado. La otra hermana se levantó y se fue a la habitación. Después de salir del baño, esa hermana le gritó a su padre: “¿Por qué no puedes ir y escupir antes de que empecemos a cenar? ¿Quieres que los demás comamos o no? Después de tantos años, ¿Por qué no cambias esta costumbre tan indecente? Luego se giró y me gritó: “¡No puedes consentirle esto! ¡Tienes que decirle que no lo haga!”. Le sonreí y le pasé el bol de arroz a mi suegro, y luego le dije calmadamente: “Padre ha venido a vivir con nosotros. Quiero que sea feliz. Está mayor, y tenemos que ser más comprensivos”. Finalmente, la otra hermana comentó: “Probablemente eres la única persona que le tolera. Es mi padre, y yo no puedo”.

Cuando mi suegro falleció en octubre de 2009, al tercer día después de incinerarle, mis cuñadas y sus maridos vinieron a mi casa. Vinieron por cien mil yuanes de la herencia que dejó mi suegro. Expresé mi opinión claramente: “Ustedes decidirán cómo quieren dividir el dinero, no me involucraré”. Aunque dije eso, en mi interior estaba un poco enfadada porque ese dinero lo había dejado mi suegro para la educación de mi hija. No tenía un trabajo formal y mi marido tenía un sueldo muy precario. Cuando nuestra hija tenía seis meses, mi suegro dijo que los ahorros irían para la escolarización de su nieta. Incluso dijo repetidamente esas palabras delante de sus hijas

La pensión de mi suegro la manejaba sus hijas casadas, y cada mes nos mandaban doscientos yuanes para sus gastos diarios. Solo después de 2007, añadieron otros cien yuanes para sus cuidados. Ahora justo tres días después de su muerte, venían para dividirse ese dinero. Mi cuñada mayor nunca había pisado nuestra casa después de que mi suegro viniera a vivir con nosotros. En esta ocasión vinieron todos. Después de esto supe que venían preparándose para una pelea, pero para su sorpresa, todo fue muy sosegado. Más tarde, la segunda hermana mayor me dijo: “También puedes solicitar el dinero. ¿Por qué no lo haces?”. Le sonreí y le comenté: “Mi Shifu no quiere que peleemos con los demás”. No había tenido mucho contacto con mis cuñadas desde hacía un tiempo, seguía habiendo algunos asuntos, así que no aproveché la oportunidad de aclararle la verdad. Pero todos sabían que era un practicante de Dafa. Aún así, observaron la diferencia de mi comportamiento. En el pasado, hubiera luchado con los demás por una pequeña cantidad de dinero, mucho menor que cien mil yuanes. Lo que es más, entre mis parientes políticos, algunos de ellos, eran agentes o propietarios de negocios, todos estaban mejor que nosotros económicamente hablando.

Mis cuñadas empezaron a mirarme diferente, y su actitud hacia mi cambió. Empezaron a preocuparse más por mi familia, y cuando recibían algunos presentes de su trabajo, nos lo mandaban. También insistieron en pagar la matrícula de mi hija, incluso después de haber desestimado la oferta repetidamente. Lo que más me conmovió en los últimos años, fue que querían pagarme un seguro de vida. Sin embargo, no les dejé. Varias hermanas se turnaban para telefonearme, intentando que me quedara con el seguro de vida. La hermana menor, que nunca venía a casa, dijo que quería visitarme para intentarlo y hablar conmigo. Luego la hermana mayor vino y se pasó toda la tarde diciéndome los beneficios de adquirir un seguro de vida. Mi corazón no se movió. Le aclaré los hechos y le dije que solo quería cultivarme bien. No necesitaba un seguro de vida. Las hermanas estaban determinadas a comprarme el seguro de vida, y vi que se preocupaban genuina y sinceramente. Me conmovió profundamente.

¡Cuando usamos la compasión para reparar las relaciones el yeli (kármicas), la buena fortuna será ilimitada!